Tango 2000-2009: Memoria y balance (2)

¿Qué saldo dejó el género típico porteño en la primera década del siglo XXI? En esta segunda y última entrega, se analizan las expresiones que mostró el tango en música, canto y letrística, las políticas públicas que lo afectaron y (en varios recuadros) la presencia del género en los medios de comunicación, el cine y los libros.

      Entre 2000 y 2009 la producción musical aumentó considerablemente en el ámbito del tango. Surgieron a la consideración pública muchos más músicos, grupos y cantantes que en los ’90, buena parte de los cuales lograron resultados de mérito. Sin embargo, pocos implican una auténtica novedad desde lo estilístico. En el panorama de las agrupaciones instrumentales se recorta nítidamente un numeroso grupo de orquestas típicas que buscan o bien reproducir lo más fielmente posible algún estilo histórico (Color Tango, Los Reyes del Tango, Gente de Tango, Sans Souci) o que emprenden algún vuelo propio, pero a partir de referencias conocidas (Fernández Fierro, Vale Tango, El Arranque, al menos en sus primeros tiempos). En ese contexto, resultó muy auspiciosa la aparición de una serie de orquestas integradas por jóvenes de menos de 30 años de sorprendente personalidad como La Típica Imperial, Fervor de Buenos Aires, El Afronte, La Furca, Ciudad Baigón, La Vidú y Cerda Negra, muchas de las cuales buscan reproducir el modelo desarrollado por Osvaldo Pugliese, ya sea en lo musical o en lo organizativo-ideológico. Por otro lado, hay una serie de grupos basados en el cálido sonido de la guitarra, por lo general con un cantor, como 34 Puñaladas, Bardos Cadeneros y los acompañamientos de El Cardenal Domínguez y Brian Chambouleyron.
      Ya más audaces en cuanto a instrumentación, ritmos y repertorio, se hicieron oír La Chicana, Buenos Aires Negro, La Biyuya y Altertango, entre otros grupos de lo que podríamos denominar fusión. La expresión más orgánica de la fusión es el llamado tango electrónico, resistido por la mayor parte de la comunidad tanguera argentina a pesar del éxito internacional de Bajofondo, Tanghetto y Gotan Project (pioneros de la modalidad). Pero salvo algunas creaciones de Narcotango y las de Sudestada (el efímero grupo de Federico Mizrahi), las combinaciones suenan algo forzadas, cuando no monótonas o frías.
      Dentro de cánones tradicionales, pero emprendiendo búsquedas de variado signo también merecen destacarse los aportes de virtuosos que armaron sus propias agrupaciones como Esteban Morgado, Ramiro Gallo y Sonia Possetti.
      Asimismo, se mantuvieron en actividad artistas que ya venían brillando en décadas anteriores. Tales los casos de Susana Rinaldi, Guillermo Fernández, Rodolfo Mederos y el Sexteto Mayor, aunque en los últimos años sin las presencias claves de José Libertella (fallecido) y Luis Stazo, radicado en Europa con un emprendimiento personal.
      Un género nostálgico por naturaleza no podía dejar de regodearse con la vigencia que mostraron próceres del tango como Leopoldo Federico, Horacio Salgán, Aníbal Arias, Alberto Podestá, Mariano Mores, Osvaldo Berlingieri y Atilio Stampone, entre otros retratados en Café de los Maestros, una producción multimedia de Gustavo Santaolalla que incluyó dos CDs, un film documental y varios conciertos memorables. Otra excelente noticia fue el regreso a los escenarios de la mítica cantante Nelly Omar, todavía lúcida a los 98 años.
      De todas las iniciativas de rescate del patrimonio histórico, la más efectiva y valiosa fue la de la Orquesta Escuela, una idea del contrabajista Ignacio Varchausky financiada por el Gobierno de la Ciudad que sirve de puente entre jóvenes músicos y los grandes maestros del tango, que fijan así buena parte de su sabiduría en un formato más o menos metódico durante un curso de dos años.
      En ese sentido, también merece una elogiosa mención la política de rescate de partituras y arreglos originales que emprendió desde 2008 Gustavo Mozzi, como director del Festival de Tango de Buenos Aires, al recrear los sonidos de formaciones paradigmáticas de la historia del tango.


Tal vez será su voz


      Sin que esté claro por qué, el último decenio dio bastantes más voces femeninas que masculinas. Entre las más renombradas, Patricia Barone mantuvo su política de seleccionar entre el nuevo repertorio, Lidia Borda se consagró como la de registro más original, Soledad Villamil fue madurando disco a disco con un estilo delicado y Adriana Varela fue perdiendo la seducción que ejerció en los ’90 entre el público joven, acaso por no haber podido mantener el caudal de voz que tenía. Como novedades, cautivaron las figuras de Karina Beorlegui, tan afinada como carismática sobre el escenario y Noelia Moncada, dueña de una voz plena y que por su técnica recuerda por momentos a Susana Rinaldi.
      Por el lado de los varones fueron tres las voces que lograron merecida figuración: Wálter “Chino” Laborde (el cantor de la Fernández Fierro), Ariel Ardit (primero como voz de El Arranque, luego independizado en plan solista) y Esteban Riera (habitual cantante del sexteto Vale Tango). Imprevisible showman y gran intérprete, el primero; afinado, estudioso y prolijo, el segundo; dueño de un portentoso caudal de voz y una gran expresividad, el tercero, podrían integrar por condiciones y repercusión una especie de podio. Aunque menos conocido, Hernán “Cucuza” Castiello es otro hallazgo de la década por su estilo visceral, forjado en un ciclo que él mismo produce en un bar del barrio porteño de Villa Urquiza.


¿Qué hay de nuevo, viejo?


      El de las letras fue el rubro menos favorecido en estos años. Los poetas son proporcionalmente muchos menos que los músicos, bailarines y cantantes pero además enfrentan serias dificultades para canalizar sus creaciones por el conservadurismo de los intérpretes y la escasa difusión que suelen conseguir cuando logran que se graben sus versos. Aun así, en el período reseñado se hicieron oír Alejandro Szwarcman (de estilo tanguero clásico en elevadas formas), Acho Estol (responsable de ese mundo entre marginal y surrealista que canta Dolores Solá en La Chicana), Alfredo “Tape” Rubín (cantautor atento al costado menos turístico de Buenos Aires) y Jorge Pandelucos, alias Alorsa (una pluma fresca y aguda que lideró como cantante y productor el cuarteto platense La Guardia Hereje).
      Producto de la proliferación de expresiones musicales que se dio durante la década del 2000, se generó también un circuito de locales de música en vivo. Así, todo está dispuesto para la escucha en sitios como El Tasso, Café Vinilo, el CAFF, así como ocurría (aunque con más apertura estilística) en los hoy extinguidos Club del Vino y Bar Tuñón. Otros de atmósfera más bohemia, como el Bar del Chino (Pompeya) y el Boliche de Roberto (Almagro) también se transformaron en mecas de la peregrinación turístico-tanguera. Paralelamente, surgieron ciclos específicos como “Tango de Miércoles”, el del Centro Cultural de la Cooperación enfocado en las nuevas expresiones del género u otros en la esfera pública como los del Centro Cultural San Martín (Tango 04/05/06/07, sucesivamente).
      Sobre el final de la década, el lanzamiento de un Archivo Digital del Tango se perfiló como una iniciativa necesaria. El proyecto,comandado por el contrabajista y productor Ignacio Varchausky, se propone digitalizar en formato de alta calidad toda la discografía del tango. Lo cual resulta una tarea perentoria ya que apenas un 20% de las grabaciones realizadas entre 1902 y 1995 fueron re-editadas comercialmente en CD. Las demás, en su mayoría sólo en manos de coleccionistas, corren el riesgo de deteriorarse para siempre o de perderse al morir sus dueños.


Políticas públicas

      El rol del Estado en materia de promoción del tango es motivo de opiniones encontradas. Con todo, se puede afirmar que en el período reseñado tanto la Nación como la Ciudad de Buenos Aires organizaron cada vez más actividades relacionadas con el género: desde los grandes eventos mencionados en la entrega anterior (festivales y competencias de baile) hasta clases de baile en centros culturales barriales.
      Desde los poderes legislativos, se sancionaron normas que atienden las necesidades de algunos sectores en particular. En 2006 la legislatura porteña aprobó una Ley de Milongas que contempla la realidad de los bailes sociales de tango, que habían quedado desacomodados ante los rigurosos controles post-Cromañón y por los variados lugares físicos que ocupaban (locales bailables, clubes, confiterías, centros culturales, entre otros). El año pasado, el Congreso Nacional aprobó una Ley de Protección del Bandoneón que busca frenar la fuga de fueyes al exterior que viene dándose en los últimos años. Como muchos extranjeros adquieren bandoneones para tocar o como souvenirs y su fabricación se interrumpió casi totalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, hoy en día escasean para los nuevos intérpretes argentinos. Hasta tanto se vuelvan a fabricar en serie con la calidad de los antiguos doble A, la norma podría evitar males mayores.
      En materia de museos, al menos dos iniciativas llegaron a concretar muestras amenas y relativamente completas. Por un lado, el Museo Casa Carlos Gardel, en la que fuera su morada del Abasto, con objetos personales, numerosos documentos históricos, renovación periódica de parte de la exposición y música en vivo en una de las dependencias refaccionadas del predio. Por otro, el Museo Mundial del Tango en una dependencia de la Academia Nacional del Tango que ofrece un recorrido por la historia musical del género a través de cuadros sinópticos y variados objetos de cada época, distribuidos en tres espaciosos salones.
      La declaración del tango como patrimonio cultural de la humanidad por parte de la UNESCO, al filo de la nueva década, resulta una noticia en principio positiva, pero de dudosas consecuencias prácticas. Si bien en las presentaciones previas los municipios de Buenos Aires y Montevideo se comprometieron a una serie de medidas para preservar y difundir el acervo tanguero, la falta de plazos y recursos concretos pone un manto de incertidumbre sobre asuntos tales como la creación de un sello discográfico, una editorial para publicar partituras y métodos de estudio del bandoneón, un Centro Documental del Tango y una Orquesta del Tango del Río de la Plata. Paralelamente, el plan promete entrenar a jóvenes luthiers en el mantenimiento y reparación de los bandoneones e implementar un programa que facilite la incorporación de jóvenes carenciados a nuevas orquestas y grupos de baile.
      A propósito de los artistas, una de las grandes asignaturas pendientes de las políticas públicas es el apoyo sostenido durante todo el año al trabajo de músicos, poetas, cantantes y bailarines que no pudieron –o no quisieron– subirse a la rueda de los (relativamente pocos) emprendimientos más rentables del mercado.


Desafíos crónicos

      Aunque haya crecido, al tango le sigue costando mucho renovar su repertorio, casi todo de más de 60 años de antigüedad. La mayoría de los intérpretes opta por los clásicos de éxito seguro, en tanto medios y público tampoco colaboran en una especie de círculo vicioso. Sí se consolidó la reivindicación de Ástor Piazzolla, hasta hace un par de décadas muy resistido por sus innovaciones, como uno de los grandes creadores del género.
      Simultáneamente, se tornó decisiva la incidencia del turismo internacional. Según un estudio del Gobierno de la Ciudad publicado en 2007, el 75% de los $135.000.000 que genera anualmente el tango en Buenos Aires proviene de bolsillos extranjeros. Lo cual sostiene desde rubros tradicionales de la economía tanguera hasta ingeniosas ideas desarrolladas en los últimos años como el “alojamiento para tangueros” (muchas veces en un cuarto de la misma casa del prestador del servicio) o los “taxi dancers”, bailarines que cobran por compartir su hobby en una clase o en una milonga. Ingenio argentino, como el tango, marca registrada.

Carlos Bevilacqua

Recuadro 1: El tango y los medios

Caja bastante boba

      En general sin ahondar y con un abordaje más volcado a la nota de color que al análisis de una expresión cultural de relieve, los noticieros de la televisión abierta nacional se refirieron al tango sólo de vez en cuando, ante algún evento puntual. Hubo sólo dos programas específicos de tango, ambos de corta vida y en el canal estatal: Tango siempre tango con la conducción del actor Juan Darthés y la participación del periodista Adrián D’Amore; y Sarpando Tangos, conducido por el cantor Guillermo Fernández y, en las dos primeras temporadas, también por el actor y músico Luis Longhi.
      Perdidos en la inmensa grilla del cable, sí hubo otros ciclos de cierto valor, sobre todo en Canal á. En tanto, la degradante fórmula de Grandes Valores del Tango se recicló en un par de programas olvidables, uno de ellos conducido por el mismísimo Silvio Soldán.

      El empresario Juan Fabbri había creado en los ‘90 el canal de cable Sólo Tango, una idea que en sus primeros años generó algunas producciones documentales, periodísticas y musicales auspiciosas pero que ya en los años 2000 se transformó en una eterna repetidora de los mismos programas de siempre y hasta dio lugar a programas totalmente ajenos a su temática específica, desdibujando el perfil tanguero de la señal.


Días de radio

      La radio, medio ideal para la difusión de la música, dio mayor cabida al género típico porteño, aunque en segmentos y emisoras más bien marginales. La tarea más constante la realizó la frecuencia modulada del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, aquella señal que tras algunos vaivenes judiciales y un cambio de frecuencia derivó de la primigenia FM Tango (aquella sí una auténtica novedad, lanzada en 1990 por el productor Michel Peyronel) en FM de la Ciudad, primero y ya desde el 2001, en La 2x4. A veces con programas, otras con música de corrido, la radio es por lejos la más potente de las dedicadas exclusivamente al género.
      Otra emisora de alcance más limitado pero que difundió tango en forma permanente fue la AM General Belgrano. Desde el barrio porteño de Pompeya, emite durante las 24 horas selectas grabaciones del acervo histórico del género, pero con una estética demasiado tradicional como para llamar la atención de los oyentes no tangueros. Las presentaciones formales y los separadores anacrónicos se repiten en una docena de programas que pueblan el aire de la madrugada porteña con lo que podríamos denominar como “tango de AM”. Una honrosa excepción a la regla la constituye Fractura Expuesta, un programa semanal de tono irreverente focalizado en la actualidad del género, con entrevistas a las agrupaciones emergentes, columnas sobre baile y conciertos y un noticiero desopilante, más serio de lo que en principio parece.


El gráfico de la gráfica

      Del 2000 al 2009, los diarios de circulación nacional empezaron a cubrir los asuntos tangueros en forma más metódica, en general con periodistas especializados con suficientes conocimientos de música pero rara vez también de baile. Irene Amuchástegui y Jorge Göttling en Clarín, Gabriel Plaza y Mauro Apicella en La Nación, Andrés Casak en Crítica, Karina Micheletto, Cristian Vitale y eventualmente Diego Fischerman en Página 12 fueron agudos cronistas de la movida de la época. Las revistas, en cambio, dedicaron centimetraje al género sólo para retratar a alguna figura destacada o peculiar.
      Las revistas que sí constituyeron un fenómeno editorial destacable entre 2000 y 2009 fueron las apoyadas en el circuito milonguero, tanto por sus temáticas como por su principal área de influencia. Nacidas ambas en 1994, se mantuvieron vitales B. A. Tango y El Tangauta, aunque con contenidos y estilos bien diferentes. La primera, dirigida por “Tito” Palumbo, parece apuntada a un público mayor, consecuente con una mirada rígida de la realidad, tanto desde las temáticas a tratar como desde las formas de presentarlas. La segunda, comandada por Luz Valbuena, buscó siempre reflejar la movida actual del tango con más profundidad y a través de un formato fresco, muchas veces original, cercano a lo más audaz que el ambiente podía admitir. Sobre el final de la década, se sumó para terciar La Milonga Argentina, una iniciativa de la periodista Silvia Rojas que casi no innova en cuanto a contenidos (entre ellos, la infaltable guía de clases y milongas) y sigue una línea más sensacionalista que sus predecesoras, con el agregado de muy buenas fotos propias en muy buena calidad de papel.
      A decir verdad, por las milongas también circulan con menos repercusión otras publicaciones, en algunos casos con ciertos méritos, como La Porteña, enfocada en la indagación histórica más que en la actualidad.


Cosa ‘e mandinga: medios virtuales

      A tono con la irrupción de los medios digitales, el tango también generó sus propios sitios web. Paradójicamente, el más visitado de todos resultó ser uno muy poco vinculado a la fascinante movida del baile: Todotango, una especie de base de datos de la historia del género. Por debajo en popularidad, se ubican los de algunas de las revistas mencionadas, 10 tango (un emprendimiento del multimedios que integra Radio 10, con eje en los videos de alta calidad de imagen), el de Fractura Expuesta (donde además de artículos exclusivos se pueden escuchar los programas del último año en sonido de alta fidelidad) y una serie de sitios que reúnen videos –en su mayoría caseros– de exhibiciones de baile. Los blogs, más o menos profesionales, son otro fenómeno mediático a considerar cada vez con más atención.

C.B.


Recuadro 2: El tango y el cine
De película

      En materia de producciones cinematográficas, el sustrato es relativamente pobre. ¿Cuántos films pueden considerarse a la altura de La lección de tango (Sally Potter, 1997)? Así y todo, se ganaron medalla, saludo y beso documentales como Yo no sé qué me han hecho tus ojos (de Sergio Wolf y Lorena Muñoz, sobre el prematuro retiro de la cantante Ada Falcón), Tango, un giro extraño (de Mercedes García Guevara, con la participación de La Chicana, Fernando Otero, Facundo y Kelly y Mayra Galante y Silvio Grand, entre otros artistas), Abrazos (de Daniel Rivas, sobre el Festival Buenos Aires Tango de 2003), Si sos brujo (de Caroline Neal, sobre la Orquesta Escuela), Café de los Maestros (de Miguel Kohan, versión audiovisual de la superproducción de Santaolalla que incluyó dos CDs de lujo y un show en el Teatro Colón) y El último aplauso (de Germán Kral, sobre los cantores del Bar del Chino).
      Assassination Tango, la única ficción que generó expectativas por la dirección de Francis Ford Coppola, resultó lo más parecido a un fiasco: plagada de lugares comunes sobre Buenos Aires, tuvo un guión poco convincente y actuaciones desparejas.

C.B.

Recuadro 3: El tango y los libros
N
o muerden, pero casi


      Un rubro que ganó insospechado vuelo fue el de la literatura tanguera. Proliferaron nuevas y viejas historias de la música, se editaron biografías de poetas, cantantes y músicos, surgieron nuevas antologías de letras y hasta biografías de bailarines, como la de Juan Carlos Copes que elaboraron Mariano del Mazo y Adrián D’Amore, o las de Carlos Gavito (una narrada por Massimo Di Marco y Mónica Fumagalli y la otra por Ricardo Plazaola). El coleccionista y difusor Héctor Benedetti hizo originales aportes a la historiografía del género con su propia editorial (Éditions de la Rue Du Canon d’Arcole), en tanto publicó por Sudamericana una amena guía de 101 discos para armar una discoteca ideal. Bajo la dirección del bailarín Daniel Canuti, la Editorial Abrazos cumplió una loable tarea publicando novedades de divulgación como el Glosario de tango danza y La pista del abrazo (ambos de Gustavo Benzecry Sabá) y traduciendo a varios idiomas obras de indudable valor como Tango, esa ansiosa búsqueda de la libertad, de Rodolfo Dinzel. 
      Entre tantos títulos, sin embargo, los únicos que trabajaron una veta inédita para el tango –y casi siempre con gran nivel– fueron los que acercaron relatos costumbristas del mundo milonguero. Con El bazar de los abrazos, la psiquiatra, psicóloga y milonguera empedernida Sonia Abadi inauguró el arte de retratar el alma humana tal como se manifiesta en los bailes sociales de tango. Lo hizo a partir de una serie de notas escritas originalmente para El Tangauta. A ella le sucedió otro agudo observador del comportamiento del homus milonguerus: el periodista Jorge Lindman, quien también empezó escribiendo para la revista y terminó publicando su propio volumen de relatos. Con toda la acidez y precisión que lo caracteriza, el bailarín y músico Ramiro Gigliotti continuó sobre el filo de la década con la costumbre de primero probar suerte en las páginas de El Tangauta para después (a través de una flamante editorial de la revista) armar un libro delicioso llamado Veneno de tango. La lista de implacables cronistas de la condición humana incluye a otros autores como Graciela López, inspirada cuentista en Mariposas en la pista y Secretos de una milonguera.

C.B.

Fotos:
1. La Chicana, en la imagen de portada del CD Tango agazapado (2003) Foto de María Aramburu.
2. Lidia Borda, la cantante acaso más personal de las consagradas en el decenio, acá durante su actuación en el Festival de Buenos Aires 2007. Foto de Carlos Furman.

3. Ignacio Varchausky, quien además de destacado músico fue un productor artístico muy activo durante la década. Foto de Marga Beesemer.
4. Hay un fueye que rezonga (porque no quiere terminar encerrado en un living japonés).
5. Maximiliano Senkiw (izquierda) y Germán Marcos (derecha), conductores de Fractura Expuesta rodeando al coordinador del programa, Hernán Casares. Foto gentileza de Fractura Expuesta.
6. Tapa de la revista El Tangauta de febrero de 2001. Integrante de una serie dedicada a explorar los vínculos entre el tango los pecados capitales. Foto de Hernán Paglia.
7. Portada de Veneno de Tango, el libro de Ramiro Gigliotti que indaga sin piedad en los vericuetos del alma. Foto de Carlos Furman.

Nota: Este artículo es una versión corregida y aumentada de otro escrito por el mismo autor para la revista alemana Tangodanza, cuyo sitio web es http://www.tangodanza.de/.

Publicado el 13-4-2010.