Los códigos de la milonga (2 de 2)
En el programa anterior hicimos un racconto de algunos de los llamados códigos de la milonga. Hoy vamos a agregar varios a esa lista. Pero antes, para quienes no nos hayan sintonizado el martes pasado, vamos a recapitular un poquito.
En este caso, cuando hablamos de “milonga” hablamos de un baile de tango. ¿Pero qué son los códigos de la milonga? En pocas palabras, podríamos decir que son normas de conducta tácitas que fueron surgiendo, acumulándose y modificándose entre los bailarines aficionados de tango a lo largo de décadas. Basándonos en aquella idea de que mi derecho termina donde empieza el de los demás, la mayoría de los códigos permiten pasarla bien sin por eso afectar al prójimo. Una linda idea, y no sólo para el tango.
A los seis códigos que comentamos la semana pasada, vamos a agregar otros seis:
– Durante el baile no se habla. La concentración que requiere el baile, lo mismo que una atenta escucha de la música que está sonando, desaconsejan los diálogos durante el baile. Por otro lado, en la milonga abundan las ocasiones para charlar cuando no bailamos.
– El baile no se detiene ante desinteligencias entre los miembros de la pareja. Como en todos los órdenes de la vida, a veces las cosas difieren de lo previsto: las marcas que hacemos los varones no llegan a destino, los pasos que intentamos no salen… Las posibilidades de desencuentro son diversas. Para privilegiar el fluir del baile y por un espíritu de “ver el vaso medio lleno”, conviene no sobredimensionar los cortocircuitos que pudieran producirse deteniéndose y, mucho menos, discutiendo.
– Entre tema y tema se rompe el abrazo. Hay un período de aproximadamente 10 segundos en el que la pareja descansa del tema anterior, se desprende de la lógica musical que reinaba en ese tema y se prepara para la siguiente lógica musical escuchando los primeros compases del nuevo tango, pero todavía quietos y sin abrazarse, como quien "cata" el nuevo discurso musical.
– La música se organiza en tandas. Cada tanda está compuesta por tres o cuatro temas musicales. Las tandas, a su vez, están separadas por cortinas, fragmentos musicales que en general no son de tango y que duran entre 30 segundos y un minuto. Cada tanda tiene un rasgo aglutinante, algo que une a los temas musicales que la componen, ya sea la orquesta que los toca o el ritmo (tango, milonga o vals) al que pertenecen.
Las tandas tienen una razón de ser: al final de cada tanda, la pareja se rompe y, si bien pueden seguir bailando la siguiente tanda y todas las que quieran, por código todos regresan a sus mesas. Esto permite que uno deje de bailar con quien estaba bailando sin necesidad de hacerlo explícito, o que deje de bailar por cualquier otro motivo: para descansar, para ir al baño o para cambiar de compañero. No es que uno esté obligado a cambiar de compañero o a descansar, pero habilita esa posibilidad sin necesidad de dejarlo al otro desairado.
Por otro lado, la duración previsible de cada tanda facilita el despliegue de estrategias. Si sé que me gusta bailar con Fulanita, la voy a sacar apenas empieza la tanda. Si tengo dudas, pero quiero probar qué onda, la puedo sacar al segundo o tercer tema.
– En la pista se baila, no se estaciona ni se camina. Por respeto a los bailarines, que en muchos casos ya se ven limitados por la cantidad de colegas que hay bailando, en la pista no se debe ocupar espacio conversando, observando ni caminando. En caso de que no haya pasillos, siempre cabe la posibilidad de esperar el final de la tanda o del tema musical para pasar sin molestar.
– Los habitués se ubican en el mismo lugar. Esto también puede sonar rígido y hasta absurdo, pero es algo que facilita la ubicación y el reconocimiento de la gente, tanto para quienes buscan a quién “sacar a bailar”, como para quienes esperan ser “sacados”. Además, las mesas implican a su vez un espacio de pertenencia importante, que puede generar o potenciar vínculos de diverso tipo: amistades, parejas, conocidos, etc.
Vamos a ejemplificar una tanda de milongas. En la milonga (en tanto lugar de baile) se escuchan milongas (piezas de ese género musical, rápido y vivaz, más alegre que el tango en general).
De pura cepa (Ceglie - Sosa Cordero) por la Orquesta de Aníbal Troilo.
El esquinazo (Villoldo - Pesce) por el Cuarteto de Roberto Firpo.
Milonga compadre (Mastropiero - Bahr) por la Orquesta Típica de Pedro Láurenz.
La segunda milonga, El esquinazo, es un clásico del repertorio tanguero y tiene un dejo lúdico, porque tiene unas frases breves de percusión que los bailarines suelen interpretar con un zapateo. Sin dejar el abrazo, interrumpen por un instante la caminata y hacen un repiqueteo con los tacos para después seguir con la caminata. A diferencia de lo que recomiendan algunos magos, esto sí lo pueden intentar en sus casas.
Libreto del programa n° 7 de Melografías, emitido el 9-8-2011 por Radio Semilla, FM 106,7 MHz de la ciudad de Buenos Aires.