Con una larga y exitosa carrera detrás, Peteco Carabajal no se duerme en los laureles: además de protagonizar un original ciclo con decenas de invitados, está grabando una versión cantada del Martín Fierro, en un par de días presentará un documental sobre la chacarera y colabora con el programa radial de Carabajales. En esta entrevista, el cantautor y multiinstrumentista santiagueño va más allá de ese presente para analizar rasgos de su carrera y dar su propia visión del folclore.
La suya es una de esas voces que cautivan a multitudes. Una ventaja que en su caso no le impide ser profundo. Más allá del virtuosismo, hay algo conmovedor en su modo, tal vez ayudado por aquello que elige cantar: un repertorio bien santiagueño, casi siempre escrito por él mismo o por alguien de su familia, la más musical que pueda imaginarse (integrada por al menos una decena de músicos profesionales). El más famoso de los Carabajal es además un destacado ejecutante de bombo, guitarra y violín, los instrumentos más típicos de la música folclórica.
Carlos Oscar Carabajal, alias Peteco, nació en La Banda (Santiago del Estero) en 1956, pero desde chico vivió en el Gran Buenos Aires, traído por su padre, el también cantautor y guitarrista Carlos Carabajal. En sus primeros años de carrera, Peteco integró Los Carabajal (el grupo familiar), Músicos Populares Argentinos (MPA), y Santiagueños, un emprendimiento que compartía con Jacinto Piedra y el bailarín Juan Saavedra. Hace ya más de 20 años que se mueve como solista, aunque siempre amigo de las juntadas, ya sea con artistas folclóricos o de otros "palos". Su apertura hacia el universo del rock, en particular, se tradujo pronto en la adopción de instrumentos durante años resistidos por el dogma nativista, como la guitarra eléctrica. Pero con el tiempo terminó demostrando que podía innovar sin perder el sabor tradicional.
Durante junio y julio
últimos, Peteco fue el eje de una serie de funciones semanales en el Teatro del
Viejo Mercado (Lavalle 3177, CABA), con invitados diferentes cada vez y la química
del momento como única consigna. Esta semana retomó el ciclo, que se
prolongará los demás miércoles de septiembre (a las 21) y –según adelanta– probablemente durante los de octubre, bajo el nombre de "Solo y
acompañado". La noticia sirvió de excusa para abordar otros tópicos,
siempre en esa sintonía de decir pausado y abuso del pretérito perfecto que
caracteriza al entrevistado.
Esto es algo que
se me ocurrió luego de una muy buena experiencia que tuve con el Chango Farías
Gómez en otro ciclo que habíamos hecho en un lugar de San Telmo
llamado Megafón. El espíritu fundamental de los encuentros es el de
improvisar a partir de las juntadas. Ahora que el último disco que saqué, El
viajero, ya tiene un año, nos pareció una buena idea para mantener un contacto
con el público de Buenos Aires. Lo de “solo y acompañado” es porque incluye,
desde la soledad de estar con mi guitarra para cantar las cosas nuevas, a la
posibilidad de compartir con otros artistas distintas formaciones para
canciones mías más antiguas, pero que no necesariamente son las más conocidas.
Con esa dinámica, se van armando momentos únicos. En general vienen dos o tres
percusionistas, un violinista o un bandoneonista, un vientista y algún bajista
o guitarrista como banda soporte. Además lo estoy registrando todo en video.
¿Con qué
objetivo?
En principio,
como una gran satisfacción personal. Pero también como un documento de parte
del presente de la música popular. Pensá que en la primera parte del ciclo han
estado grupos como Opus 4, Los Carabajal, Los Tucu Tucu y solistas como Tarragó
Ros, Víctor Heredia, Lito Vitale, Hilda Lizarazu y bailarines como Koki y
Pajarín Saavedra, entre otros también santiagueños. Muchos de ellos van a
estar en esta segunda parte y también algunos otros que no estuvieron en la
primera, como Jaime Torres, León Gieco, Javier Calamaro, José Ángel Trelles.
También músicos que no son muy conocidos como el cuarteto de cuerdas
Aqualáctica, del Gato Urbansky o Popi Spatocco, el
tecladista que trabajó mucho tiempo con Mercedes Sosa.
Sí, es un trabajo
que me dejó muy conforme. Se llama justamente Chacarera y yo fui el productor, el director es Miguel Miño. Es una película basada en la figura de mi papá, Carlos Carabajal. Habla de la chacarera, ese
elemento abstracto y que a la vez uno puede utilizar para
hablar de la cultura del pueblo santiagueño. La semana próxima la vamos a
presentar en el Festival de Cine de la Unasur, en San Juan. Después se va a
estrenar en en salas de todo el país, yo calculo que dentro de dos o tres meses.
Pocos deben estar más autorizados que vos para tratar esa temática.
Pocos deben estar más autorizados que vos para tratar esa temática.
A mí me apasiona la evolución de la
chacarera. Es algo que voy siguiendo, además de ser parte del camino de su
realización, junto a otros. Sé de una determinada chacarera qué es lo nuevo, sé
qué chacareras hicieron historia. Soy santiagueño, soy chacarera, por
ejemplo, es la primera canción derivada de la chacarera. A partir de esa
canción, otros autores empezaron a trabajar con la idea de ralentar el ritmo de
la chacarera para armar canciones.