En Qué me has hecho, vida mía la actriz María Merlino compone con solvencia a Fanny Navarro, diva del cine y la radio que, tras brillar durante el primer peronismo, cayó bruscamente en el olvido.
Por éxito, talento y originalidad, podría decirse que María Merlino está en el centro del circuito teatral alternativo. Con múltiples premios y nominaciones (la más reciente en la categoría “mejor actriz” de los Premios Teatro XXI), compone en el “melodrama radio-teatral” Qué me has hecho, vida mía a una de las figuras más representativas del modo en que se desarrolló la época dorada de nuestro cine nacional y también de cómo aquel proyecto de cine industrial quedó trunco: Fanny Navarro. Estructurado como un monólogo por momentos interior y en otros en franco diálogo con aquel público que supo adorarla y prontamente olvidarla, este espectáculo sigue agotando localidades en el Teatro La Carpintería (Jean Jaurés 858, CABA), a meses de su estreno.
Tres cualidades son las que Diego Lerman, su director, articula idóneamente para lograr una puesta en escena de impecable factura visual y sonora:
Una. El melodrama. Fue uno de los géneros dominantes, junto con la comedia, en el período que la obra describe: el del primer peronismo, que a su vez coincide con el auge de un cine nacional que importaba modelos de representación, y cuya producción se caracterizaba por la utilización de formatos preconcebidos. Entre las divas y estrellas que transitaban el camino de la radio y el teatro al cine, existieron algunas que vivieron la misma vida de los personajes que encarnaron. Fanny Navarro, que ocupó brevemente aquel firmamento espectacular, fue una de ellas.
Asociando lo que de ella dijeron tanto sus detractores como sus admiradores, podríamos concluir que fue una excelente actriz, capaz de brillar tanto en el Maipo como en el Cervantes; bella, protegida de Evita, denostada por Perón y novia (aunque no la única) de Juan Duarte, el hermano de Eva. Todo esto unió su destino a la suerte política de sus relaciones.
Qué me has hecho, vida mía aborda sensiblemente el rasgo predominante del género en cuestión (los sentimientos), construyendo con delicadeza el universo imaginario en el que se desarrollaron los vínculos esenciales en la vida de Fanny. La calidad con la que Merlino compone a la estrella queda evidenciada en la expresividad de su rostro (que bien podría prescindir de toda palabra por su elocuencia) y en la gestualidad corporal, denotada en posturas y desplazamientos precisos e inteligentemente pensados. En este punto, cabe destacar la selección de momentos biográficos que estructuran un minucioso trabajo de dramaturgia, responsabilidad de la misma Merlino, de Lerman y de Marcelo Pitrola.
Dos. Una puesta en escena construida desde lo visual, aspecto que funciona activamente en la representación. Diego Lerman tiene la capacidad de expresarse simultáneamente como director de cine y de teatro. Con esto no nos referimos a que esté filmando una película, sino a que, si bien estamos frente a una representación teatral, la composición de cada cuadro permite que el lenguaje cinematográfico se cuele en la sala inundando de belleza la escena con el plus de los grandes directores, aquellos que conciben a la fotografía no sólo como una bella postal sino como una variable activa, adhiriendo al conflicto, potenciándolo, reforzándolo o disminuyéndolo, siempre cumpliendo una clara función dramática.
Tres. La banda sonora. Aquí confluyen felizmente dos líneas paralelas y simultáneas que construyen una temporalidad diacrónica. Por un lado, lo fundamental en un espectáculo autodenominado radio-teatral: la voz. En este caso, la de María Merlino. Ya la habíamos disfrutado en Nada del amor me produce envidia, en cartel durante cinco años a sala llena. La decisión de interpretar canciones como Por qué, Quedémonos aquí, Desdén, La descamisada y Esta noche de luna a capela potencia admirablemente el canto y le da al personaje una calidez que aumenta el efecto melodramático una vez que la diva comienza su camino cuesta abajo. A la vez, los efectos sonoros realizados a la perfección por Joaquín Segade, con justa razón mencionado en el rubro “actuación” de la ficha técnica. Su trabajo no genera un contrapunto con el de Merlino, sino que se complementan con la precisión de un sistema orgánico que va desarrollándose a lo largo de 70 minutos.
Qué me has hecho, vida mía hace honor a la temática fundacional de nuestro cine. Nos acerca a la mitología tanguera no sólo por su carácter musical sino también porque elabora con maestría ese universo que tan poéticamente describe el cancionero de la música ciudadana por excelencia. Un mundo donde la popularidad, el lujo deseado, la clase media caprichosa, la mujer que transgrede las normas y el castigo que sobre ella dejará caer la moral burguesa se van hilvanando melódica y armoniosamente, constituyendo un todo orgánico y de gran pregnancia sonora y visual. Podemos decir que esto último marca la única distancia entre el espectáculo y la verdadera vida de Fanny Navarro, quien lejos de toda armonía, se deshizo breve y estrepitosamente. Como una estrella fugaz del firmamento cinematográfico, fue apagándose entre olvidos, ausencias, furias y traiciones.
Larisa Rivarola
En la imagen, una escena de la obra. Foto de Hernán Reig.
Publicado el 10-8-2013.