El túnel del tiempo (2)

      Tras mostrar cómo se puede comprobar la integridad del disco de pasta con ciertos golpes con los
nudillos de los dedos, Gabriel sugirió que en caso de ser necesario lavarlos se lo haga con sutiles cantidades de agua y jabón o shampoo, nunca con alcohol.
      Coleccionista desde niño, Soria atesora muchas anécdotas que lo pintan de cuerpo entero. La noche de marras, empero, un par bastaron para trazar un buen bosquejo. “Cuando uno ya es coleccionista, a veces, más que ir detrás de los discos, los discos vienen solos porque hay quienes nos ofrecen colecciones de personas que ya fallecieron o que quieren desprenderse de ellos por alguna razón. Una vez, teniendo yo 13 años, llegué con mi papá a una casa a la que me habían citado para regalarme discos y, ante mi aspecto infantil, la anfitriona pensó que el coleccionista era mi papá y que yo lo acompañaba, cuando en realidad era al revés”, contó risueño. “Otra vez fui citado por dos hermanas que por teléfono decían tener una gran colección de discos que me querían ceder, pero cuando me recibieron, muy ceremoniosas, primero quisieron servirme un té para ‘charlar’. Luego de bastante prolegómeno, me aclararon con cierto pudor que había un disco que estaba todo rayado y que eso se debía a que el padre no admitía que la letra del tango de esa placa hablara tan mal de una mujer en presencia de sus hijas”.
      En escenas que parecieron preparadas, un par de asistentes a la charla lo interrumpieron sendas veces para regalarle discos antiguos, qué él agradeció gustoso. Y confirmando además el círculo virtuoso que se genera cuando uno se dedica a algo durante muchos años con profesionalismo. Como por ejemplo, a coleccionar círculos virtuosos...
      Uno de los tramos más llamativos de la noche se dio cuando el anfitrión presentó el disco Nacional 8 en 1, una variedad de la compañía Odeón que incluye cuatro temas por lado, todos reproducibles a partir del borde externo de la placa gracias a cuatro surcos diferentes que conviven sobre la misma superficie. Así fue como desde un mismo disco la orquesta de Francisco Canaro interpretó cuatro géneros diferentes para deleite de la concurrencia.
      El recorrido abarcó también los primeros años de la era LP (long play, "larga duración" en inglés), ese formato que multiplicó por cinco o seis la capacidad de cada disco, gracias a una reducción en la velocidad de giro (que de 78 RPM pasó a ser de 33). A propósito de esa innovación, Soria presentó un "estroboscopio", pequeño disco que permite chequear la velocidad del aparato gracias al efecto visual de unas rayas discontinuas en la etiqueta del mismo. El LP también introdujo el vinilo (un derivado del petróleo) en la confección de discos. "Los primeros discos de vinilo llegaron a la Argentina en 1954", precisó, para luego aclarar: "Hasta el '56 se produjeron discos de pasta en nuestro país".
      Pero no fueron discos convencionales los que Gabriel usó para ilustrar el período que va de 1954 a 1991 (cuando el CD llega a desplazar del trono al LP y al casette). Lo primero que hizo sonar fue un simple promocional de Vinos Cavic (enviado a comerciantes con una carta publicitaria, a principios de los años ‘60). Así fue como la evocación nos retrotrajo a los días en que El Corralero era un éxito en voz de Hernán Figueroa Reyes. A continuación, presentó un disco flexible, hecho de celuloide, de los varios que se vendían con revistas –según contó– también en los años ’60. Acto seguido, mostró una “tarjeta musical”, disco de similar material pero esta vez con los surcos grabados sobre una imagen del Congreso Nacional, como ejemplo de los sonoros souvenirs que se podían mandar otrora. Sin dudas, algo mucho más interesante que los consabidos alfajores...
      El melómano expositor dio cuenta además de otro curioso fruto del cruce entre música y correo: los llamados “discos fonopostales”, grabaciones que la gente podía registrar con algún mensaje de voz para enviar a sus seres queridos. Hete aquí que el servicio pronto derivó en el aprovechamiento de algunos músicos de bajo presupuesto para grabar sus propios demos. Como el registro se hacía desde una cabina en la que sólo cabía una persona, los músicos acompañantes quedaban lejos del micrófono, con el imaginable desequilibrio entre los volúmenes de cada uno.
      Soria transmite los datos y las anécdotas en un tono relajado, ameno y buscando que todos entiendan de qué está hablando. Es más: el público tiene la posibilidad de participar, no sólo preguntando sino también manipulando alguno de los discos. Con la accesibilidad de la información mucho colabora una puesta de video en vivo que va filmando y proyectando sobre el fondo del escenario lo que él va mostrando (a veces el detalle de una pequeña púa o una etiqueta de disco). Méritos de sus ideólogos, María Labella y Jorge Blanc.
      Con todo, si de rarezas se trata, acaso la más simbólica de las esgrimidas por Gabriel fue una matriz de disco de 78. En concreto, un disco metálico que se usaba como original para generar un negativo, que a su vez generaba las copias. O sea una pieza cuyo cuidado y preservación debería haber sido el máximo posible. Lejos de ese ideal, al menos en la Argentina las compañías discográficas más importantes se mostraron muy desaprensivas con sus archivos. En su informal exposición, Soria confirmó lo que viene circulando en el ambiente musical desde hace décadas como una amarga verdad: tanto Víctor como Odeón se desprendieron masivamente de sus matrices. En todo caso, sus palabras trajeron precisiones: “La RCA Víctor se deshizo de muchísimas matrices de música nacional en los años ’60. Odeón tardó un poco más, porque lo hizo recién en 1983. En ambos casos las tiraron. ¿La razón? Falta de espacio...” Todo lo cual nos lleva a pensar que no fue sólo la piratería lo que arruinó el negocio discográfico.
      Pero en el reducido salón colonial de la calle Venezuela hubo una modesta revancha. Como las matrices también suenan, Soria tomó ese inusual disco metálico, lo apoyó sobre la bandeja que ya estaba en movimiento y con fruición dejó caer el brazo de la púa para volver a escuchar la voz de la entrañable Tita Merello recomendándole a alguien, con buenas dosis de ironía, “No te hagás curar”.
      Esta atípica performance multimedia, producida por el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Tango (dependiente de la Dirección General de Patrimonio del GCBA), nos recordó que hay –o al menos hubo– otra manera de escuchar música, más relajada y al mismo tiempo con mayor grado de concentración. Una experiencia muy sugerente, de esas que nos dejan con deseos de otra.

Carlos Bevilacqua

En las fotos, Gabriel Soria. La que encabeza el texto fue tomada por María Labella. Las insertas pertenecen a Euge Ali la primera y a María Labella, la segunda.

Publicado el 31-5-2015.