A juzgar por la cara que mostró el sábado pasado, el San Pedro Country Music Festival es una experiencia altamente recomendable. Y no sólo por la cantidad y calidad de muchas de las bandas que lo animan, sino también por la atmósfera de comunión neo-hippie que impera entre el público y por el hermoso entorno natural en que se desarrolla: el Paseo Público Municipal de San Pedro, un extenso parque arbolado junto a la avenida costanera de la localidad bonaerense. Organizado por el sitio http://www.country2.com/, el evento reúne desde 2003 a los cultores más serios del género típico estadounidense y de otros afines como el folk, el rock and roll, el rockabilly y el blues.
Que sea al sol
Bajo un cielo despejado y con una temperatura primaveral, esta séptima edición del festival tuvo en sus albores el recital de la cantante Fernanda Pujadas, seguida del sonido folk del cuarteto Complete Unknown y de Los hijos de Dylan, quienes jugando a tres voces interpretaron temas del gran Bob versionados en su momento por The Birds. Adrián Tigen fue, a continuación, el primer artista en ofrecer un bis, prerrogativa limitada sólo a los más aplaudidos ante la cantidad de shows programados. Admirador confeso del exponente de new country Brad Paisley, Tigen se arregló solito con su guitarra española para demostrar que puede cantar bien en inglés. La posterior asociación de la cantante Micaela Epelbaum con su experimentado colega "Old" Richard dejó un minitributo a Johnny Cash y una versión de Me and Bobby McGee, entre otras canciones que interpretaron al frente de cuatro músicos. Tras la actuación del pergaminense Alejandro Jaime (quien se presentó en el festival por segundo año consecutivo con su estética de new country), fue el turno de un artista pintoresco: André Lajtavary, un húngaro criado en Brasil que con su carisma, una guitarra y no mucho más justificó un sinuoso camino que fue desde un popurrí de Dylan a una versión de When the saints go marching in (el clásico de Louis Armstrong), pasando por Colours (el tema country de Donovan). Le siguieron los uruguayos de Hickory Wind, quienes munidos de mandolina, banjo, guitarra y guitarrón mostraron con qué material llegaron a ser la primera banda oriental en grabar country y bluegrass. Manteniendo una asistencia perfecta al Festival de San Pedro, tocó luego el cuarteto The South, una de las bandas más sólidas de la tarde gracias al equilibrio entre las tres voces y los cuatro instrumentos (con la particularidad de tener violín pero no batería). Es que la formación más común del género parece ser la misma que la del rock (guitarra, bajo y batería) con los cambiantes agregados de banjo, armónica y/o un violín.
Después del atardecer
Ya con el sol cerca del horizonte, llegó Far West, una banda que tiene en el tributo a Creedence su razón de ser. Lodi, Travelling band y Who'll stop the rain fueron algunos de los clásicos de los hermanos Fogerty que el cuarteto interpretó con gran fidelidad a los originales. Meticuloso cultor del folclore estadounidense, el cantante y guitarrista Fernando Goin entregó a continuación personales versiones de You're sixteen (más lento que en la versión de Ringo Starr), Demasiada ruta (traducido al castellano), y Blue suede shoes (el tema popularizado por Elvis Presley). La noche ya envolvía a todos con su magia cuando subió al escenario la cantante Kathy Chiavola, quien logró conmover a la multitud con su voz afinada y conocedora de las dulces melodías que eligió para interpretar con su guitarra española como toda compañía. Oriunda de Nashville (Estados Unidos), Kathy se comunicó con un inglés tan claro como amable entre las interpretaciones de Passing of the train, Crazy (pieza clásica del repertorio de Patsy Cline) y I'm a pilgrim, entre otras. Las canciones gospel que Chiavola eligió para despedirse fueron un buen puente para las que siguieron con el Coro Gospel de Argentina, una seductora formación seis jóvenes voces (tres masculinas y tres femeninas) tan bien ensambladas que lograron transmitir entusiasmo no sólo por la música religiosa de los afroestadounidenses sino también por repertorios en principio ajenos a la temática del festival, como un popurrí de temas de Michael Jackson. Al frente de una numerosa banda (compuesta en total por 7 miembros), el cantante y guitarrista Yulie Ruth entregó a continuación una extensa muestra de lo que presentó como "western swing", pero en versiones que, traducidas al castellano, quedaron despojadas del vuelo poético original.
El cierre estuvo dado por las estridencias del estadounidense Brandon Pruitt, cuya banda circuló por carriles más cercanos al rock furioso de nuestros días que a las sutilezas del country.
Ya con el sol cerca del horizonte, llegó Far West, una banda que tiene en el tributo a Creedence su razón de ser. Lodi, Travelling band y Who'll stop the rain fueron algunos de los clásicos de los hermanos Fogerty que el cuarteto interpretó con gran fidelidad a los originales. Meticuloso cultor del folclore estadounidense, el cantante y guitarrista Fernando Goin entregó a continuación personales versiones de You're sixteen (más lento que en la versión de Ringo Starr), Demasiada ruta (traducido al castellano), y Blue suede shoes (el tema popularizado por Elvis Presley). La noche ya envolvía a todos con su magia cuando subió al escenario la cantante Kathy Chiavola, quien logró conmover a la multitud con su voz afinada y conocedora de las dulces melodías que eligió para interpretar con su guitarra española como toda compañía. Oriunda de Nashville (Estados Unidos), Kathy se comunicó con un inglés tan claro como amable entre las interpretaciones de Passing of the train, Crazy (pieza clásica del repertorio de Patsy Cline) y I'm a pilgrim, entre otras. Las canciones gospel que Chiavola eligió para despedirse fueron un buen puente para las que siguieron con el Coro Gospel de Argentina, una seductora formación seis jóvenes voces (tres masculinas y tres femeninas) tan bien ensambladas que lograron transmitir entusiasmo no sólo por la música religiosa de los afroestadounidenses sino también por repertorios en principio ajenos a la temática del festival, como un popurrí de temas de Michael Jackson. Al frente de una numerosa banda (compuesta en total por 7 miembros), el cantante y guitarrista Yulie Ruth entregó a continuación una extensa muestra de lo que presentó como "western swing", pero en versiones que, traducidas al castellano, quedaron despojadas del vuelo poético original.
El cierre estuvo dado por las estridencias del estadounidense Brandon Pruitt, cuya banda circuló por carriles más cercanos al rock furioso de nuestros días que a las sutilezas del country.
La organización
Los 15 shows se sucedieron con un sonido casi impecable, un equitativo reparto del tiempo entre las bandas y los solistas, una gran dinámica (con apenas 10 minutos, en promedio, para el armado de cada nuevo microfoneo) y cumpliendo, a grosso modo, con los horarios previstos en el programa.
Los 15 shows se sucedieron con un sonido casi impecable, un equitativo reparto del tiempo entre las bandas y los solistas, una gran dinámica (con apenas 10 minutos, en promedio, para el armado de cada nuevo microfoneo) y cumpliendo, a grosso modo, con los horarios previstos en el programa.
La fuerte tormenta que azotó a la región la noche del sábado frustró la segunda jornada del festival, prevista para el domingo, también a partir del mediodía. Si bien se había anunciado por varios medios que en caso de lluvia la actividad se trasladaría al Club Independencia, a último momento se postergó para una fecha de octubre a confirmar. Según las versiones recogidas en el club, la cantidad de agua caída impidió recuperar a tiempo los equipos de sonido que habían quedado a la intemperie. En una actitud que contrastó llamativamente con la buena imagen dada el día anterior, faltaron representantes del festival para explicar lo ocurrido al público que se acercó al club y tampoco había carteles informativos explicando lo decidido.
El San Pedro Country Music Festival se realiza con el auspicio de la Embajada de Estados Unidos, la municipalidad local y un grupo de empresas de la ciudad.
El color popular
El público, compuesto en su mayoría por gente madura, constituye por sí mismo un atractivo de peso dentro del festival. Una primera mirada general podrá identificar decenas de sombreros de cowboy, en algunos casos coronando una indumentaria que incluye pantalones vaqueros, botas tejanas, camisas leñadoras y chalecos, entre otras prendas típicas del oeste de los Estados Unidos. A poco de observar más en detalle, se puede apreciar también una variada gama de estereotipos de antiguas tribus urbanas: hippies reformulados, punks, un soldado más amigo de los tonos camuflados que de los cuarteles, rockeros-motoqueros en versión light y hasta un grupo de chicas lookeadas de pies a cabeza según modas de los '50. Muchos otros, sampedrinos o porteños que se acercan a San Pedro por el fin de semana, deambulan por la zona o se instalan con sus reposeras, viandas para picnic, mates, y perros en las inmediaciones del escenario. Lugares agradables sobran por doquier en ese sector del predio municipal. Otra porción importante del público sigue la música bailando rock and roll o line dance, una forma típica de la cultura country, en espectáculos aparte que se van renovando según la música que baja del escenario. Entre esos bailarines aficionados abundan los representantes de escuelas de baile como la Honky Tonk Stomp. En los alrededores, una serie de puestos ofrecen comidas y bebidas a precios populares, artesanías, CDs de los grupos participantes y música country en diversos formatos.
El festival es una actividad de acceso libre y gratuito. Ni los músicos ni los organizadores cobraron nada por sus trabajos, según aseguró el presentador del evento, el locutor Pedro Ibáñez.
Carlos Bevilacqua
En la foto: Kathy Chiavola, junto a uno de los integrantes de Hickory Wind (tomada por Carlos Bevilacqua).
Publicado el 29-9-2009.