La consigna era inusual, abierta y, tal vez, demasiado compleja. Como parte de su programa “Comisiones”, el Festival Buenos Aires Jazz 09 le había encargado al pianista Diego Schissi la composición de música original para la danza que a su vez diseñarían las coreógrafas Ana Garat y Pilar Beamonte. El resultado, presentado anoche en La Trastienda, fue Tongos, canciones y líquidos, una miscelánea que tuvo más variantes en las notas de los instrumentos que en los cuerpos de los bailarines.
Los cuadros fueron mostrando climas sonoros diversos, desde algunos tensos, como cortados, hasta otros mucho más fluidos y líricos. Los diferentes temas musicales surgieron del virtuoso quinteto de Schissi (él en piano, Guillermo Rubino en violín, Santiago Segret en bandoneón, Ismael Grosman en guitarra y Juan Pablo Navarro en contrabajo), reforzado por Juan Cruz de Urquiza en trompeta y Martín Pantyrer en clarón (un clarinete bajo con aspecto de saxo largo). Varios de ellos se lucieron en solos al inicio de algunos temas y generaron en otros logrados efectos que evocaban situaciones cotidianas, como el goteo persistente de una canilla mal cerrada o el implacable tictac del reloj.
Sobre esa música, los 6 bailarines dirigidos por Garat y Beamonte fueron sumándose en dúos, tríos, solos y otras combinaciones más numerosas para desplegar rutinas de danza contemporánea. Soledad Alfaro, Rosana Ochoa, Verónica Maseda, Lucía Toker, Emanuel Ludueña y Matías Mancilla fueron eficaces intérpretes de los típicos movimientos de brazos y torsos del “contemporáneo”, de sus pasos como de ritual de tribu africana y de los giros y las alzadas símil lucha libre que caracterizan a la disciplina, también conocida como “danza moderna”.
En muchos casos, mostraron además una ajustada coordinación para cumplir al unísono con los mismos movimientos. Pero en muy pocos pasajes rompieron esa rutina con elementos más referidos a la consigna de la noche; hubo por ahí, pero aislado, alguna que otra imagen tanguera, un cuadro que hilvanó sabiamente las sacadas de pies del tango con los giros de la coreografía general y un original trío de abrazos que se iban desplazando uno al otro. El swing u otras formas coreográficas propias del jazz brillaron por su ausencia, a pesar de que el programa anunciaba, al menos para la música, un diálogo entre el tango y el jazz. El mismo texto prometía que cuando música y baile se mezclaran provocarían juego, sorpresa e improvisación. Condimentos que sí se dieron, pero sólo dentro de los cánones de la danza contemporánea, una disciplina que puede ser de códigos tan estrechos como cualquier otra.
Las concatenaciones de sonidos e imágenes derivaron en fórmulas difíciles de desentrañar hasta para un público que se adivinaba bien dispuesto a las novedades. Así pudo notarse tanto en los aplausos fervorosos pero no siempre masivos, como cuando tras uno de los cuadros el aplauso tardó en llegar, entre el miedo de los espectadores a interrumpir algo que todavía no había terminado y el de los artistas a no haber sido comprendidos o debidamente apreciados. Riesgos de la experimentación que, claro, siempre conviene correr.
Carlos Bevilacqua
Foto: Uno de los dúos de la obra con los músicos de Schissi detrás. Gentileza Festival Internacional de Jazz de Buenos Aires.
Publicado el 6-12-2009.