El idilio de Caetano Veloso con el público porteño tuvo un nuevo capítulo

El cantautor brasileño actuó anoche ante más de 40.000 personas en un recital gratuito organizado por el Gobierno de la Ciudad. Con un formato bien austero, compuesto por su voz y su propia guitarra, interpretó canciones de diferentes épocas de su trayectoria. Sobre el mismo escenario, ubicado frente a La Rural, cantaron antes Sandra Mihanovich y Tania Libertad.

      El clima era ideal: apenas caluroso, seco y con los últimos rayos del sol cayendo sobre el zoológico. Otros factores sumaron gente a la convocatoria: el asueto para la mayoría de los trabajadores, el cierre de muchos lugares de entretenimiento por el feriado, la oportunidad de escuchar a intérpretes de primer nivel en forma gratuita y la promesa de entrada gratis a la Feria del libro tras el recital. Esas condiciones favorables atrajeron a una sorprendente cantidad de gente sobre la Avenida Sarmiento, a la altura de La Rural, para escuchar a Sandra Mihanovich, Tania Libertad y Caetano Veloso en el festejo organizado por el gobierno porteño con motivo del Día de la Ciudad en la contigua Feria del Libro.
      Las hermosas letras de Eladia Blázquez abrieron el camino musical en la voz de Sandra Mihanovich. A través de un extracto del espectáculo íntegramente dedicado a Eladia que presentó en marzo en el Teatro Maipo, Mihanovich dio sobradas muestras de su madurez como intérprete al imprimir algunos matices originales a temas ampliamente conocidos. Inteligente para aprovechar sus virtudes, supo emocionar con los mensajes de Prohibido prohibir, El corazón al sur, Somos como somos y Siempre se vuelve a Buenos Aires. En Sueño de barrilete sorprendió con ese tono desgarrado típico del blues sobre unos arreglos jazzeros para contrabajo y piano como únicos acompañantes. En Honrar la vida, en tanto, logró conmover junto al cello de Patricio Villarejo. Sólo para despedirse rompió la línea Blázquez, al levantar al público con Soy lo que soy, esa especie de himno personal con el que reivindicó su homosexualidad en los años ’80.
      Pocos minutos después, ese heterogéneo público que se suele armar en los recitales gratuitos conoció en vivo el arte de la cantante Tania Libertad, un nombre que suena seguido en los oídos porteños, aunque no así su música. Acaso buscando un buen desembarco entre tanta gente, la peruana nacionalizada mexicana presentó un repertorio compuesto en su totalidad por letras de Mario Benedetti, uno de los poetas más populares en nuestro país. Para facilitar la apreciación de las letras, cada tema fue precedido por un breve video del poeta uruguayo recitando sus propios versos. Sin embargo, no tuvo gran aceptación. Algo puede haber influido el hecho de que haya elegido poesías poco conocidas, pero tampoco ayudaron mucho las musicalizaciones de Víctor Merino (al menos en las versiones de ayer, demasiado solemnes) ni el estilo interpretativo de Libertad, algo presuntuoso. Tania tiene una gran voz, pero suele intercalar unos falsetes agudos más propios del canto lírico que del popular. Como consecuencia, muchos espectadores se volcaron a la conversación, contagiando la desatención entre quienes todavía querían prestarle atención.


Otro cantar


      Tras un intervalo que resultó más extenso de lo deseable, la aparición de Caetano Veloso disipó por completo los murmullos. Apenas empezó a tocar, su guitarra generó un silencio tal que recordó de una manera flagrante para qué estaban ahí tantos miles de personas. Desde entonces, el brasileño mantuvo en vilo a casi todo el público durante más de 80 minutos ininterrumpidos. Lo suyo no es algo espectacular, seductor a primera escucha, sino la sutileza de una voz cálida con una guitarra (la suya) como toda compañía. Una voz capaz de cantar en diferentes tonalidades y que ayer se paseó por piezas de diferentes épocas de su dilatada trayectoria. Arrancó con Coraçao vagabundo y siguió con la monotonía de A base de Guantanamo, cuya letra critica la hipocresía de la política exterior estadounidense. Tras conseguir algunos coros para Você é linda, generó palmas masivas recién con Lua de São Jorge, adornado sobre el final con su propio silbido. A su tiempo, se hizo también lugar para reivindicar a Roberto Carlos con una interpretación de Força estranha.
      El repertorio que anoche entregó Veloso traspasó dos veces las fronteras de su país. La primera, para interpretar una bucólica versión de Billie Jean, el tema de Michael Jackson al que adosó como remate el inesperado estribillo de Eleanor Rigby, el clásico de Los Beatles. La segunda fue un guiño al afecto de tantos porteños que fueron a escucharlo: el tango Volver (Gardel y Le Pera), para el que improvisó en la guitarra acordes que no conocía, según él mismo confesó después. En ambos casos, logró emocionar gracias a su dulce estilo. Para despedirse, eligió Desde que o samba é samba.
      La voz en off de una locutora oficial anunció luego que tanto Tania Libertad como Caetano Veloso recibirían a continuación el título de “Huéspedes de honor de Buenos Aires”, entregado por el Gobierno de la Ciudad. Fue entonces cuando el ministro de cultura porteño, Hernán Lombardi, quiso pronunciar unas palabras alusivas, reducidas al mínimo por los silbidos y abucheos generalizados de un público poco afecto a la gestión de Mauricio Macri. Fue apenas un mal trago para la multitud. La foto final tuvo a los tres artistas de la tarde-noche cantando juntos, a capella, Alguém cantando.


El culto a los artistas


      Cabe preguntarse qué tipo de relación se estableció entre Veloso y el público que lo escuchó con un silencio reverencial y que lo aplaudió masivamente tras cada final, pero que nunca estalló en expresiones de fervor (hechas las excepciones de algunos gritos femeninos elogiando su figura o las de los grupos de brasileños que sacudían banderas “verdeamarelas” en los comienzos de algunos temas). Teniendo en cuenta que la mayoría del público no entiende buena parte de las letras en portugués, ¿por dónde se conecta, entonces, el arte de Caetano? Es claro que se trata de un artista de culto, de esos rodeados de tanto prestigio que aún quienes no son oyentes habituales de música brasileña quieren tener la experiencia de escucharlo. Un prestigio conseguido a fuerza de creatividad, talento, una fina sensibilidad y determinadas posturas políticas. Pero, ¿cuántos de los anoche presentes volverán a escucharlo en otra presentación? ¿Cuántos podrán y querrán pagar una entrada de más de $300 cuando se vuelva a presentar en uno de los grandes teatros céntricos?
      Se sabe: el público puede disfrutar sin demostrarlo de una manera evidente. No hace falta que baile, salte o haga palmas. Pero quien haya frecuentado este tipo de eventos también sabe que hay otras variables capaces de revelar el eco que la música tiene en la gente: comentarios, gestos, interjecciones colectivas, coros en los estribillos, pedidos de canciones. Nada de eso hubo anoche, al menos en forma masiva y ostensible. Sin embargo, nadie parecía pasarla mal, ni estar ahí llevado a la fuerza. Por eso, la impactante convocatoria de anoche (alrededor de cuatro cuadras de una avenida ancha, repletas de gente) resulta por lo menos curiosa.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, Caetano Veloso sin más artificio que su guitarra. Foto de Mila Maluhy.

Publicado el 2-5-2010.