Entre empanadas salteñas, tamales y porciones de dulce de cayote, el guitarrista Raúl Malosetti y el charanguista Rolando Goldman entregaron ayer deliciosas porciones de música autóctona en La Peña del Colorado. Fue una noche especial, ya que además deparó una grata sorpresa sobre el final del concierto.
El escenario es estrecho, con mesas a muy poca distancia. Los intérpretes se ubican despacio, sin asomo de divismo. Desde el vestir y los movimientos hasta las pocas palabras que matizan las transiciones entre un tema y otro, todo transmite sencillez. Tal vez porque no necesitan más que tocar para realizarse como artistas. Raúl Malosetti y Rolando Goldman son músicos de excepción, de esos que apenas arrancan con lo suyo consiguen un silencio reverencial.
Por eso, en pocos minutos de rasgueo ya habían copado la atmósfera de la repleta Peña del Colorado. A tono con los aromas que venían de la cocina, el aire se llenó de vigorosos sonidos del noroeste, tanto a través de piezas poco transitadas del repertorio folclórico (tales como el bailecito Laurel, de Juan Falú), como a traves de varias compuestas especialmente por Malosetti para el dúo. Entre éstas, se escucharon en la primera entrada En equilibrio, la guarania Pedro y Un día de agosto, dedicada a las internas de la cárcel femenina de Ezeiza, donde Raúl da clases de guitarra.
Las breves presentaciones que Goldman fue haciendo del repertorio permitieron saber, por ejemplo, que El perro, El Chingo y la tacita de plata (otro de los temas de Malosetti) lleva ese peculiar nombre como resultado de una visita del dúo a San Salvador de Jujuy, donde convocados por el dirigente sindical Carlos Santillán tocaron en el barrio El Chingo de la capital provincial, también conocida como “la tacita de plata”. En ese tramo Malosetti y Goldman también cruzaron imaginariamente la frontera al abordar Debajo de la enramada, cueca del grupo boliviano Los Kjarcas. “Ellos son los verdaderos creadores de lo que mundialmente se conoció como lambada”, aprovechó para aclarar Goldman, en referencia a una saya que les habrían plagiado en los ’90 para armar aquel fugaz fenómeno comercial. Antes habían llegado hasta el Caribe con el vals venezolano Diablo suelto y, allende el Atlántico, hicieron una oportuna visita musical a Sudáfrica al interpretar Sawona, tema cuyo título quiere decir “¿cómo estás?” en idioma zulú, según explicaron.
Personalidad musical
Más allá de tocar música propia, el ensamble Malosetti-Goldman suena original, con abundantes reminiscencias de la música típica del noroeste argentino, pero también con armonías exógenas al folclore, una diversidad de climas (a veces dentro de cada composición) y una notable capacidad técnica en función de la expresividad. No se pierden en vericuetos intelectuales sólo aptos para expertos, sino que hacen una música elaborada, pero de fuerte impacto emotivo para mayorías. Paradójicamente, aunque el compositor es Malosetti, Goldman parece tener más protagonismo melódico en las interpretaciones.
Tras un breve intervalo, el dúo volvió al escenario de la peña con una política similar: temas de Malosetti mechados con otros del folclore latinoamericano, tratados todos con un particular vuelo interpretativo. Así fue como los músicos se explayaron en ritmos y melodías diversas: desde 7 a 0 (escrito por el guitarrista pero bautizado así por el charanguista en conmemoración de la goleada que Estudiantes de La Plata le propinara a Gimnasia, su clásico rival, en 2006) hasta Huayno-t, juego fonético con la expresión del inglés “Why not?” que denomina al tema de Jorge Cumbo. En el camino hubo un par de tramos reservados al lucimiento solista de cada uno, como el breve pero encantador en que Raúl (sobrino de Wálter Malosetti) versionó a su colega Django Reinhardt en la placidez de Nubes. Como a tono con el final ligeramente reggae que Goldman había elegido para el tema anterior.
Un primer matiz de la segunda entrada llegó con el charango eléctrico que Goldman eligió para Tres flores nuevas, bautizado así en honor a las tres primeras nietas de Malosetti. Aunque, sin duda, la gran novedad de ese segmento fue la incorporación de un virtuoso charanguista de apenas 15 años llamado Julián Goldman, hijo de Rolando. El muchacho, que además de charango estudia piano, brilló a la altura de las circunstancias en piezas como La partida (“uno de los pocos temas instrumentales compuestos por Víctor Jara”, según contó Goldman padre) y Cruz loma, del músico boliviano Cayo Salamanca. El orgullo se dibujó entonces en el rostro de Rolando Goldman, quien antes de despedirse anunció que el dúo, que ya tiene 14 años de vida, se presentará en breve por primera vez en Argelia. Su rostro denotó la expectativa típica de la curiosidad ante lo desconocido. ¿Ese saludable síntoma y la riqueza musical del dúo serán sólo una mera coincidencia?
Carlos Bevilacqua
En la imagen: Raúl Malosetti y Rolando Goldman.
Publicado el 27-6-2010.