Me quiere, no me quiere…


La búsqueda del afecto es el eje temático de El sonido de las caricias, la obra de Gonzalo Orihuela que se puede ver los miércoles de noviembre en Ciudad Cultural Konex. Con base en el tango danza pero apelando también a otros lenguajes, los seis intérpretes se mueven técnicos, dúctiles y expresivos en escenas de fuerte impacto.

      Muchas veces, las mismas partes que a primera vista resultan caóticas se revelan luego como engranajes de un todo. Como en la terapia psicoanalítica, sólo se necesita la sagacidad necesaria para encontrar el hilo conductor, esa cuerda muchas veces oculta que, tirada desde un extremo, mueve todas las piezas. Algo de eso ocurrió durante la concepción de la obra de danza-teatro El sonido de las caricias. Su director, el bailarín y docente de tango Gonzalo Orihuela, lo narra así: “La obra surgió a principios de 2007 a partir de música, imágenes, textos, videos e improvisaciones que había ido seleccionando para algún día poner en escena. Pero no sabía qué podían tener en común. Entonces, empezamos a trabajar con varios bailarines amigos hasta que descubrimos una relación debajo de esa masa performática que parecía tan absurda”.
      El proceso creativo también fue peculiar, porque se dio entre Buenos Aires, Berlín y Essen, adonde Gonzalo llegó acompañando a su pareja, la bailarina Solange Chapperon, que había empezado a formarse en la Folkwang Hochschule de esa última ciudad alemana. “Pronto pudimos empezar a dar clases de tango y, poco después, el dueño del Teatro Katakomben nos propuso armar un espectáculo. Yo tenía esas ideas dándome vuelta en la cabeza hacía mucho tiempo, pero recién ahí sentí que había llegado la oportunidad justa”, cuenta el bailarín.
      Lo que entonces empezó a plasmarse con cierta cohesión fueron secuencias de alto impacto visual, todas alusivas a la forma en que nos relacionamos con los demás. ¿Qué somos capaces de hacer con tal de agradar? ¿Qué reacciones generamos en nuestros intentos por ser aceptados y cómo reaccionamos ante las respuestas de los demás? Esos son algunos de los principales interrogantes que aborda El sonido de las caricias.
      En concreto, la trama presenta a seis personajes, la mayor parte del tiempo conviviendo en un mismo salón de baile. De ellos, hay uno que se recorta nítidamente de los otros cinco, tanto por aspecto como por comportamiento. Se trata de un ser oscuro, patológicamente melancólico. Interpretado por el actor Diego Mauriño, es un personaje que no se expresa en danza, aunque sí se vale (y muy eficazmente) del cuerpo. Porque en su deambular y en sus gestos, que representan una ebriedad crónica, se percibe la formación en técnica de clown que adelanta el programa de mano. Como pareja-víctima, lo merodea una dama que parece neutralizada por su dolor, interpretada por la actriz Malena Médici. El resto de los personajes, todos interpretados por bailarines, interactúan principalmente a través de movimientos tangueros que pueden desplegarse sobre la pista o en torno a los únicos elementos escenográficos de cierto volumen: media docena de mesas y una docena de sillas. En esos roles, brillan Rodrigo Fonti, Eladia Córdoba, Solange Chapperon y el colombiano John Galindo. Todos se mueven con una técnica deslumbrante, ya sea cuando actúan como cuando bailan o cuando se expresan con más de un lenguaje simultáneamente.

En Europa también se consigue

      Esta obra se estrenó originalmente en septiembre de 2007 y formó parte del Festival Cambalache de ese año, pero con un formato más corto. “Era más sencilla, faltaban algunos de los cuadros fundamentales de la versión actual, que empezó a cobrar forma recién en octubre de 2008”, evoca Orihuela. Tras varios cambios de elenco, a lo largo de este año El sonido de las caricias consiguió muy buena repercusión durante una gira por Alemania y Suiza. “Quedamos sorprendidos porque la reacción fue exuberante –cuenta el director–. En algunos casos nos aplaudieron de pie, en otros el público se quedó esperando para saludar a los bailarines. Y los teatros nos invitaron a volver a presentarnos con el mismo espectáculo o con otro nuevo de la compañía”. ¿Por dónde se conectó un público supuestamente frío, no hispanoparlante y de una cultura en principio alejada del tango? La siguiente fue la respuesta de Gonzalo: “La obra tiene una mezcla de imágenes naïf con otras más “trash” (del inglés “basura, gentuza o tontería”). Pienso que esa cosa conflictiva les pegó. Ellos tienen un humor muy dulce y yo también tengo un humor dulce, pero con pinceladas bizarras”.
      Entre los artistas que integraron el elenco de la obra durante su periplo de tres años estuvieron también Lautaro Cancela, Lucila Segura, Mario de Camillis y Bárbara Wainright.
      Para marzo de 2011 la Compañía Experimental de Tango Arte (tal el nombre del emprendimiento de Orihuela) tiene pautadas presentaciones de El sonido de las caricias en Alemania, como parte de una gira que probablemente se extienda a Italia y Francia. Al mes siguiente, la obra podrá verse en el porteño Teatro del Abasto, según anuncia su director.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, un pasaje de
El sonido de las caricias. Foto de Reiner Akermann.


Publicado el 16-11-2010.