Peinado recogido, pies descalzos, faldas largas, mirada dura, brazos finos y fuertes; cuerpo, piel, madera, humo, despedida. El abordaje que la Compañía en Movimiento hace de la vida de Frida Kahlo en Pies pa’ volar es enérgico, respetuoso y sapiente. La obra, reestrenada este mes, se ofrece los sábados de noviembre en el Teatro El Cubo.
La idea de representar la vida de una mujer signada por el deterioro constante de su cuerpo desde una disciplina cuyo fundamento esencial es el movimiento, resulta en primera instancia extraña. La suya fue una existencia que peleaba por prolongarse a la vez que se apagaba al perder su movilidad natural. ¿Cómo trabajar el movimiento, entonces, desde un cuerpo dañado, marcado, fallado? (Una poliomelitis infantil le había dejado a Frida Kahlo una pierna más corta; luego, a la edad de 18 años sufrió un grave accidente de tránsito que le fracturó la columna en varias partes y, aunque volvió a caminar, sufría terribles dolores, a los que se agregó la debilidad de su pelvis para llevar adelante un embarazo).
Pies pa’ volar, dirigida por Analía González con coreografía de ella misma y Andrés Cárdenas, lejos de apelar al registro biográfico, se presenta como una serie de postales en las que la danza es expresión de las diferentes emociones y vivencias que marcaron la vida de la artista mexicana; lo que no implica que un espectador sin conocimiento de causa pueda disfrutar plenamente del espectáculo.
Frida Kahlo pintaba desde un cuerpo al que deseaba reintegrarle el orden natural que le había sido arrancado. El dolor y la pasión que podemos encontrar en cada una de sus obras son los rasgos sobresalientes del espectáculo cuya nueva temporada se presenta en el Teatro El Cubo y que se estrenó en agosto de 2007 en la misma sala.
Diez bailarines (entre hombres y mujeres) comparten escena con la bailarina y maestra de danza Liliana Cepeda. Los primeros se desenvuelven con seguridad y belleza en cada escena, componiendo una serie de múltiples caras de la pintora mexicana, cumpliendo un rol claro de coprotagonistas y no de acompañamiento. La unidad en la variedad pareciera ser la idea que los ha guiado. Cada individualidad se articula como partes de un mismo organismo, son todas las Fridas (incluidos los hombres) que conformaban a Frida, representadas por un grupo homogéneo en cuanto a calidad y virtuosismo. A la vez, Cepeda nos ofrece, además de su imponente presencia escénica reforzada por una lograda caracterización física como la gran artista mexicana, un desempeño coreográfico de mínimos y puntuales desplazamientos. En los momentos en que danza junto al resto del cuerpo de baile, se acopla al conjunto pero a la vez se desdibuja, realiza pequeños ajustes corporales a través de los cuales muestra su doble rol, es una más y al mismo tiempo la única. Su dominio físico es inobjetable, sin necesidad de apelar a movimientos grandilocuentes, nos ubica frente al sufrimiento y la desolación de una de las mayores exponentes de la pintura latinoamericana del siglo XX.
El movimiento en Pies pa’ volar deviene significante múltiple. Es en la composición de estas bellas postales a través de la sutileza en la evocación, donde yace uno de los puntos fuertes de la obra. Cuerpos constantemente atraídos hacia el piso, predominio de direcciones descendentes que nos remiten a los límites físicos de Frida, a su contacto con la naturaleza (con la que se identificaba), pero también a su forma de vivir la suerte, su prescindir físico aferrándose (desde el arte) a las alas de las que había hablado alguna vez y de las que tal vez brotaba, a veces, su sonrisa. Por otro lado, es notorio el trabajo realizado con los pies, miembros heridos, vendados, desnudos, contentos, arrastrados, lisiados. Todos pies de la misma Frida.
Dentro del registro anterior, la puesta en escena se caracteriza por la economía de recursos. Un escenario (caja negra) despojado, que sólo en algunas escenas se completará con sillas y mesas blancas, y una muy precisa puesta de luces transforman el espacio en habitaciones frías, vacías, lugares amplios y áridos que reflejan la soledad que la pintora plasmaba en sus obras. En el mismo sentido se utilizan texturas (telas y vestuario refuncionalizados) y colores, lo que evidencia que el interés en el trabajo de composición e investigación realizado por la dupla creadora fue mucho más allá de la creación coreográfica.
Frida Kahlo, su compromiso político, sus embarazos fallidos, su relación maternal con el también pintor Diego Rivera (con quien se casó dos veces), su sexualidad, su ser mujer, son algunos de los aspectos seleccionados por Analía González y Andrés Cárdenas para construir este bello relato que emociona profundamente a través de una cuidada estilización. Esto último es otro de los grandes logros de Pies pa’ volar, pues se coloca así a la altura de la artista mexicana, quien desde la primera mitad del siglo pasado nos sigue sorprendiendo por esa visceral capacidad de transformar su eterno y profundo dolor en imágenes de tan bella poesía.
Larisa Rivarola
Ficha técnica:
Pies pa’ volar
Por la Compañía en Movimiento (C.E.M.):
Bailarines: Analía Guzmán, Maia Roldan, Soledad Mangia, Mariana Banfi, Natalia Mussio, Juan Pablo Tapia, Eduardo Virasoro, Damián Martínez, Adriel Ballatore Crossa y Juan González. Artista Invitada: Liliana Cepeda.
Dirección: Analía González.
Coreografía: Analía González y Andrés Cárdenas.
Maestros de la compañía: Marisa Ferri, Jesús Muñoz Pardo, Maximiliano Ramírez, Santiago Ablin.
Asistencia coreográfica: Analía Guzmán y Juan González.
Diseño de iluminación: Marcelo Alvarez. Reposición de luces: Juan Adriano
Música: Lhasa de Sela, Lila Downs, J. Reynoso, Bendita Prudencia, Trío Monte Alban, Caléxico.
Vestuario: Silvia Parada, Micaela Toranzo.
Escenografía: Jonatan Monje, Augusto Selmo, Sol Romani, Lucía Arias.
Diseño Gráfico: Museo Container.
Funciones: sábados 6, 13, 20 y 27 de noviembre de 2010, a las 19, en el Teatro El Cubo, Zelaya 3053 (CABA)
En la imagen: Liliana Cepeda en una de las escenas de Pies pa’ volar. (Foto de Bauty Torres)
Publicado el 19-11-2010.