Decirlo con letra y música


¿Cuáles son los cantautores emergentes de la actualidad? ¿Qué tienen para decir y cómo lo dicen? ¿Cómo se puede acceder a ellos? Un ciclo de recitales gratuitos que se desarrolla por estos días en la Biblioteca Nacional ofrece varias respuestas a esas preguntas. A continuación, analizamos las 6 propuestas musicales programadas con la ayuda de sus protagonistas.

      Cada uno porta sus particularidades, pero también mucho en común. A saber: tienen entre 30 y 40 años, se expresan con lenguajes musicales libres (tributarios, pero a la vez independientes de los géneros tradicionales), eligieron el camino de la autogestión para producir shows y discos, saben aprovechar el acceso a las nuevas tecnologías y –acaso lo más importante– tienen algo para decir.
      El ciclo "Nuevas Canciones en la Biblioteca Nacional", producido por el sello Arroba Music y por el Club del Disco, ofrece hasta el 15 de diciembre una excelente oportunidad para conocerlos en vivo, los miércoles desde las 19:30, con entrada libre y gratuita. Autores de sus propias canciones, ya pasaron por el hermoso auditorio Jorge Luis Borges los cantautores María Ezquiaga (al frente de su grupo Rosal), Tomi Lebrero y Lucio Mantel. Mañana será el turno del multifacético Alfonso Barbieri, en tanto para las próximas fechas están programadas las actuaciones de Seba Ibarra (1-12) y Darío Jalfin (15-12). El convite se torna aun más atractivo al saber que son acompañados en algunos tramos por cantautores que mantienen alguna clase de afinidad con cada uno de ellos. Así, Palo Pandolfo será artista invitado de Barbieri, Teresa Parodi de Ibarra y Vera Spinetta y Jimena López Chaplin de Jalfin, tal como Lucas Martí se sumó al recital de Ezquiaga, Gabo Ferro al de Lebrero y Pablo Dacal al de Mantel, la semana pasada.
      Quienes asisten a estos recitales acceden a una clave para descargar vía internet un tema del artista del recital presenciado y dos del artista del siguiente. Cada viernes se van renovando los contenidos disponibles online.
      Además, con fragmentos seleccionados de los recitales de este ciclo se editará en 2011 un álbum digital a través de Arroba Music, según adelantaron los organizadores.

Una posible foto

      “En esta época donde hay tanta circulación de música, toda tan accesible, paradójicamente se hace difícil ponderar el valor que pueden tener ciertos artistas. Me parece que esta es una buena oportunidad para escucharlos, ya que no tienen muchos espacios donde expresarse”, opina Jalfin, director artístico del ciclo, además de uno de los artistas programados. Por su parte, Lucio Mantel define al ciclo como “una foto posible del aluvión de gente que compone por fuera de los medios masivos”. Aunque advierte: “Hay muchas otras muestras posibles porque somos muchos los que estamos escribiendo lo que cantamos”.
      Esta muestra, al menos, se caracteriza por algunos rasgos recurrentes. Las músicas gozan de una infrecuente libertad estilística, aunque predominen elementos del rock nacional, del pop y, en menor medida de géneros autóctonos de la Argentina. Sus compositores revelan una sólida formación en diversos estilos. Todos más o menos intelectuales, curiosos e inquietos, son también los autores de letras que hablan de los mundos interiores, de la sociedad de estos tiempos y, por supuesto, del amor. Lo hacen desde una sensibilidad muy particular, capaz de ver más allá de lo evidente, de cuestionar el status quo y de reírse de sí mismos.
      El eclecticismo de este grupo de cantautores puede percibirse también en la instrumentación con que se presentan. Con el trío clásico del rock como denominador común (guitarra, bajo y batería), suelen destinar voces a un piano o teclado y, según el caso, a un acordeón, un bandoneón, un cello, a algún otro instrumento de cuerda y a un cambiante set de percusión. Claro que la guitarra y el bajo no siempre son eléctricos. Y a contramano de lo que podría suponerse, la electrónica no tiene un peso considerable. El sonido de las bandas de estos cantautores parece reivindicar el valor de lo acústico.
      A propósito, señala Lebrero: “Creo que lo que nos diferencia de otros artistas es que nuestras canciones se sostienen solas, tocadas apenas con una guitarra criolla o con un piano. Porque el concepto de canción es muy amplio. Canciones también son las que toca La Renga. Creo que cuando nosotros hablamos de canción estamos hablando de una canción trabajada, más pulida en lo letrístico y melódico. Que no se quede sólo en la producción artística, en ese hiperrealismo o exageración que hay en el rock más masivo”.
      Como explicando un poco sus gustos, cuenta: “Yo curtí mucho a Los Beatles, a los Rolling Stones, a Bob Dylan, a Leonard Cohen. A medida que fui creciendo también me metí bastante en el mundo del tango y después me metí en el mundo de los cantautores franceses, que tiene mucho que ver con lo que estoy haciendo ahora. Me refiero a gente como Georges Brassens o Jacques Brel”.
      Llevado a describir específicamente lo suyo, responde: “Supongo que podría incluirse en lo que habitualmente se denomina ‘canciones de autor’. Noto que hay un enganche de parte del público con la letrística, tal vez porque tengo una actitud apelativa hacia el oyente. Estoy haciendo canción popular, trato de acercar una suerte de reflexión, en lo posible con una dimensión poética. Pero yo distingo entre lo poético y lo lírico, ese tono alto, áureo, del que en general están contaminadas las canciones argentinas. Uno trata de hablarle a la gente en su lengua”.

Compañeros de ruta

      Ahora bien, ¿cómo se ven ellos?, ¿qué tienen para aportar al diagnóstico periodístico, siempre parcial? “Me parece que todos encontramos una identidad a partir de distintas raíces –opina Jalfin–. Todos tenemos una voz personal muy clara, lo cual no es poco en esta época. Porque al haber tanta circulación de música, todos recibimos influencias múltiples y es más complicado encontrar una personalidad artística. Por otro lado, para el público también es difícil reconocer una personalidad original en semejante marea de sonidos”. A lo que se podría agregar que por razones de probabilidad estadística, ante una mayor cantidad de agentes generadores de música, es más probable parecerse –aunque sea un poco, o sin querer– a algún otro artista.
     Lebrero, en tanto, introduce una consideración sociológica importante: “Si bien cada uno es particular, hay rasgos comunes. Casi todos curtimos mucho rock nacional porque hay como un placer con el idioma. En general, también tenemos una cosa pop, como muy beatle. Y también tenemos en común la pertenencia a una clase media ilustrada y ‘progre’”.
      “Algunos somos más clásicos y otros menos –evalúa Mantel–. Cada uno tiene su fuerte, no somos algo homogéneo, sino una muestra del abanico que se abre. Pero lo nuestro no es una imitación de lo que pasa masivamente, sino todo lo contrario, un espacio en el que se generan muchos colores nuevos”.

Golpe a golpe, verso a verso

      Esas elecciones por fuera de los cánones del mercado determinan también varias dificultades compartidas a la hora de tocar, distribuir los materiales grabados, hacerse conocer a través de los medios masivos y financiar cada emprendimiento musical. “Es verdad que a todos nos cuesta bastante –admite Lebrero– . Hacemos músicas que no son muy comerciales, aunque ya hay algunos grupos que se están moviendo un poco más masivamente, como Lisandro Aristimuño u Onda Vaga”.
     Lucio Mantel citó esas dificultades al evaluar el grado de libertad del artista. “Es verdad que la expresión artística es un espacio donde la libertad es mucho más posible que en el resto de la vida diaria. Hasta puede ser que seamos más libres que otros artistas por el camino que elegimos. Pero las limitaciones económicas son en cierto sentido contrarias a la libertad. Los artistas que imponen las grandes compañías discográficas tienen espacios para ser difundidos. A nosotros nos cuesta mucho conseguir espacio para que al menos nos conozcan, algo que últimamente con las redes sociales se está democratizando”. Según él, “si estuviéramos en una época en la que hubiese más medios de comunicación o en la que el mercado se fijase en lo que pasa abajo, como cuando había ‘cazatalentos’, lo que hacemos conseguiría mucha más atención”.
      Para estos cantautores el circuito de escenarios es reducido. Se limita a festivales o ciclos organizados por dependencias públicas, lugares “under” u otros apuntados al público más melómano, como Café Vinilo o No Avestruz. “Son lugares donde la gente se copa con la música, donde se va a escuchar”, subraya Lebrero con satisfacción.

La unión hace la fuerza

      Pero Darío acerca un dato alentador: “En los últimos años se desarrolló entre nosotros mucha conciencia de movimiento. Antes teníamos poco contacto entre nosotros y ahora estamos mucho más conectados. Se notó mucho luego de la clausura de locales de música en vivo tras el derrumbe del boliche Beara. Eso es muy saludable. Lo mismo que la colaboración mutua en los proyectos musicales o el compartir shows, algo que en Brasil es mucho más natural y que acá recién ahora se está expandiendo”.
      El “compartir shows”, o al menos actuar como artista invitado en shows de los colegas, es una constante de este grupo de músicos. En algunos casos, las colaboraciones llegaron hasta el estudio de grabación, como ocurrió con el piano y la melódica de Jalfin en el último disco de Seba Ibarra.
      A su vez, hacer “música degenerada” (tal como la califica Kevin Johansen) no sólo es una complicación para definirla en pocas palabras. También para encontrar los discos en las bateas y hasta para acceder a los canales de difusión, en su mayoría estructurados en torno a géneros (rock, pop, folclore, tango, jazz, etc.). “Que no te puedan etiquetar es de lo mejor que te puede pasar como artista. Yo me siento un poco en todos los rubros –se sonríe Lebrero–. Entonces digo: ¿por qué no aspirar a estar en el festival de tango, por ejemplo? Pero es difícil, porque no somos exactamente de ningún palo. Creo que por eso nos armamos la tribu entre nosotros. Somos como pingüinos juntándonos para darnos calor. Algo que a veces puede verse como un poco patético, pero es la forma que uno encuentra para subsistir en este ecosistema”.

Esa maravillosa combinación

      Con la confluencia en el tiempo de música y poesía, la canción se recorta como un producto fascinante, capaz de seducir hoy como ayer a músicos y oyentes.
      “Yo soy cantautor por una inclinación vocacional –justifica Jalfin–. Desde chico había estado más volcado a la música académica y a la composición. Hasta que sentí la necesidad de retomar la palabra como parte de un discurso estético. Pienso que la canción es un modo de expresión completo, porque te permite jugar simultáneamente con las palabras y con la música. Es el formato en el que me siento más fielmente representado”.
      Lebrero no dista mucho cuando declara: “Yo no elijo ser cantautor, es lo que me sale. Es una pulsión natural. Uno tiene la necesidad de dejar algo. La interpretación me encanta pero no me basta. Y si bien este es un planeta hiperpoblado de canciones, yo tengo ganas de hacer las mías”.
      Mantel, en cambio, se sacude la etiqueta. “Nunca me sentí cómodo con el rótulo de cantautor, porque me parece que remite más a lo discursivo que a lo musical, a alguien que quiere transmitir un discurso a través de una canción, pero que no le interesa jugar con las texturas sonoras, algo que a mí sí me interesa mucho”.
      Sin embargo, también le declara su amor al formato canción. “Juntas, la música y la letra se pueden llegar a potenciar muchísimo –señala Mantel–. De hecho, hay letras de canciones que recitadas son malas y con la música suenan maravillosas. Yo hice muchas de las cosas que un músico puede hacer con la guitarra a nivel meramente instrumental: me metí en muchos géneros, estudié guitarra clásica, estudié rock. En un momento me di cuenta de que lo que más me conmueve es la canción. Y particularmente, las voces haciendo música. La voz lleva algunas marcas de identidad que encierran mucha información”.

Carlos Bevilacqua

Recuadro
Quien es quien en el ciclo


María Ezquiaga: es el cerebro detrás de Rosal, un grupo de sonido pop que en sus letras oscila entre lo reflexivo y lo trivial. Montados sobre ritmos sencillos y dulces se pueden escuchar mensajes como: sensualidad es lo que yo quiero / sensualidad no es hablar (de Educación sentimental), aunque me muero por salir / no puedo salir de mí / todo lo que hago es aburrido y predecible / con movimientos tan poco naturales (Aburrido y predecible). Pero los versos más conocidos probablemente sean los de los cortes de difusión Bombón (mega-piropo musical en cuyo video clip aparecen celebridades varias) y el bucólico Paseo por sensaciones y pensamientos protagonizado en la imagen del video clip por Celeste Cid. Ezquiaga creó Rosal en 2002, luego de ser parte del grupo de Sergio Pángaro y de algunos proyectos electrónicos. Desde entonces, Rosal editó cuatro discos: Educación sentimental (2004), Rosal (2005), Su Majestad (2007) y La casa de la noche (2009), distribuidos también en Japón. Música y más datos de Rosal en http://www.rosalvirtual.com.ar/


Tomi Lebrero: Parece tímido, hasta que empieza a cantar… Bandoneonista, guitarrista, docente, compositor, autor y cantante de sus propias canciones, lidera una numerosa banda conocida como El Puchero Misterioso. Una de sus marcas de identidad es la diversidad. Y dentro de cada canción, la sorpresa. Lebrero puede recordar al Moris de Pato trabaja en una carnicería en Yanina, ironizar sobre los pastores religiosos o esbozar una autobiografía en un aire de baguala. Y más tarde pelar un impiadoso pincel de retratista para sugerir por qué no puede dormir un suboficial retirado del ejército, o ponerse en la piel de una empleada doméstica de un terrateniente. En otros pasajes, relaja el ambiente con cuadros de naturaleza viva. En todos los casos, maneja con soltura el escenario, sintiendo, actuando cada letra. También reserva espacio para el humor, como en el Tema en formación. Sus músicas pueden asumir la forma de un blues, de una canción litoraleña o de una especie de bossa nova cargada de versos tangueros, entre otras.
Es un artista prolífico: en cinco años de carrera solista grabó tres CDs, todos agotados. Uno de ellos, una compilación de sus trabajos, se editó también en Japón. Planea editar otro disco durante 2011.
En los últimos años, Lebrero escribió además la música de dos películas, una de las cuales, Upa!, recibió el premio al mejor film argentino del BAFICI 2007. Para más datos y música de Lebrero, http://www.myspace.com/tomilebrero


Lucio Mantel: Tiene una voz delicada, que por momentos parece frágil. Canta lánguido, como regodeándose en cada sílaba. Lo hace sobre ritmos en general lentos, pero muchas veces espasmódicos. Por sus cadencias y acentuaciones caprichosas, algunas de las canciones de Lucio evocan a Luis Alberto Spinetta. Sus versos vienen a cuestionar la percepción clásica para ver un poco más allá. Pueden hablar de la soledad (Refugio), de nuestros mundos interiores (Afuera o adentro) o de la súbita llegada de la estación por antonomasia melancólica (Otoño). Mantel es un guitarrista que supo explorar diferentes lenguajes musicales, desde la música clásica hasta el rock progresivo (como cantante y compositor del grupo Qué). En 2008 publicó su primer CD solista, titulado Nictógrafo. Hace poco más de un mes lanzó el segundo, Miniatura. Para más datos sobre Lucio, http://www.myspace.com/luciomantel


Alfonso Barbieri: Valiéndose de una instrumentación cambiante, su música puede fluctuar entre un clima despojado y otro bien cargado. Casi tanto como sus letras, que pueden referirse al agua, a dos hermanas algo antagónicas o asumir la suplicante voz de un amante abandonado. En temas como No te rías de mí o Instituciones se hace evidente el afán experimental tanto en lo sonoro como en lo poético. En la década del 2000, mientras vivía en Córdoba, integró el grupo Los Cocineros, que desde el rock coqueteaba con la cumbia y el ska. Barbieri es además artista plástico, compuso música para cine y fue productor artístico de varios discos ajenos. En 2002 editó su primer CD solista, Banda de sonido original de una película que nunca se filmó, con Liliana Felipe e Hilda Lizarazu como cantantes invitadas. Su segundo disco solista se llama Las canciones que se me cantan. Nació en Buenos Aires, pero vivió también en España, Italia, Brasil y en cinco provincias argentinas. Hay música y más información sobre Alfonso Barbieri en http://www.myspace.com/alfonsobarbieri.


Seba Ibarra: Aggiornada, la canción litoraleña adquiere formas frescas, por demás seductoras en la voz de este chaqueño que, luego de algunas experiencias en bandas de rock, sintió la necesidad de apelar a música tradicional de su región para expresarse. Claro que sus canciones tampoco son chamameceras en el sentido más estricto del término. En sus versos abundan las imágenes sobre Resistencia, el calor, la siesta, las muchachas del pago y el río como una metáfora siempre eficaz. Pero innova en el estilo poético y en los ritmos, abiertos a múltiples influencias. De la instrumentación sobresale el color local del acordeón. Desde que arrancó con su proyecto solista, en 2007, grabó dos discos: Collage de río y Palimay. Los dos fueron distinguidos, a su tiempo, como discos del mes por el Club del Disco. Hay música y más información sobre él en http://www.myspace.com/sebaibarra


Darío Jalfin: Por su sentido del humor y algunas inflexiones de la voz, recuerda el arte de Leo Maslíah. En sus dos CDs solistas (Le pondría una letra y Rayes y centollas), hay lugar para la autocrítica de alguien que piensa de más pero no puede dejar de hacerlo, para una risueña reflexión sobre el oficio de cantautor y para un cuestionamiento de los mandatos sociales, así como para otros asuntos aparentemente más frívolos como las fugaces impresiones de un viaje en taxi por Buenos Aires o la reivindicación de una cumbia renga (a la que le falta un tiempo del compás). El primero de esos discos fue editado por Melopea (el sello de Litto Nebbia), como primer premio de un concurso. El segundo, se publicó sólo en formato digital y se vende a través de claves de descarga que se consiguen en diferentes puntos de venta. Rayes y centollas tiene además la particularidad de haber sido reconocido como fonograma válido por la Dirección Nacional del Derecho de Autor, SADAIC, AADI y CAPIF, autoridades de aplicación en cuanto a derechos de los artistas.
Jalfin es pianista. Si bien en su música confluyen elementos del rock y del pop, también se perciben influencias de su trayectoria previa en la música académica y el jazz. Activo productor musical, creó el sello Arroba Music, que se propone comercializar música en formato digital. Hay música y más info sobre él en http://www.dariojalfin.com.ar/
C.B.

Fotos: en el collage que encabeza el texto, de izquierda a derecha se puede ver a Tomi Lebrero, Darío Jalfin, María Ezquiaga, Lucio Mantel, Alfonso Barbieri y Seba Ibarra. Insertadas en el texto, imágenes de Tomi Lebrero, Darío Jalfin y Lucio Mantel (todas tomadas por Lula Bauer). En el recuadro, cada uno de los artistas reseñados (las de Tomi Lebrero y Lucio Mantel son de Lula Bauer).

Publicado el 23-11-2010.

Gracias a una gentileza de los organizadores del ciclo, los lectores de Melografías tienen la posibilidad de descargar esos temas con sólo tipear “melografías” en el casillero destinado a la clave en el sitio http://nuevascanciones.arrobamusic.com/.