Una de las sensaciones más fuertes al escuchar la música de Salgán es la de que todo el tiempo pasan cosas. Y eso que pasa es siempre especial, pero no difícil. Esto es, los encantos de sus recursos pueden ser apreciados sin tener el oído super-entrenado y sin ser un estudioso de la materia. Basta haber escuchado tango alguna vez, tener en mente alguna de las versiones más conocidas del tema interpretado o simplemente gozar de cierta sensibilidad musical para poder regodearse con la forma exquisitamente original en que los instrumentos del Quinteto Real van turnándose en el desarrollo de la melodía principal. O con los acentos que Salgán imprime con la parte aguda del piano. Tampoco hace falta ser un erudito para percibir los diálogos que se dan entre dos o tres instrumentos en algunos pasajes.
La música de Salgán es entretenida, aunque esto suene a poco o hasta negativo, de tanto abuso que se comete en nombre del entretenimiento en la industria del espectáculo. Pero ser ameno no debería ser visto necesariamente como algo malo; es más, es una virtud la de conseguir y mantener la atención del oyente a través de una fuerte conexión sensorial, de esas que mejoran nuestra calidad de vida.
Tango con swing
Si bien en los parámetros del tango hablar de swing resulta algo extravagante, fueron varios los críticos que han usado ese concepto para caracterizar un aspecto saliente de la música de Salgán. ¿Qué es el swing? Diccionarios y músicos no logran acordar una respuesta. El Pequeño Larousse Ilustrado dice, como una de sus acepciones, “manera de ejecutar la música de jazz con una distribución de los acentos que produce un balanceo rítmico, vivo y flexible”. En la práctica, el swing suele expresarse en cierta fluidez del discurso musical, una continuidad que por lo general invita además al baile. Por eso “swing” resulta una palabra oportuna para describir la música de don Horacio, quien además de tango supo tocar otros géneros musicales, entre ellos… jazz.
En el momento de su irrupción (a mediados de la década de 1940) la música de Salgán provocó cierta polémica por su carácter a la vez tradicional y vanguardista. “¿Esto es para bailar o para escuchar?”, dudaron algunos como si un atributo excluyera al otro. Es que sin llegar a las rupturas planteadas por Piazzolla, Salgán alteró rítmicas y orquestaciones. Pero como siempre mantuvo un fuerte anclaje en las raíces del tango, lo suyo siempre sonó como una continuidad, aunque evolucionada, del género.
Una vez que empezó a formar sus propios grupos, Salgán dirigió una orquesta típica que fue eclipsada en la memoria colectiva por otras fabulosas de la época, como las de Troilo, Di Sarli, Pugliese o D’Arienzo. Sin embargo, había articulado un estilo bien personal con grandes músicos y cantantes que eran como aceitados engranajes de un mecanismo de relojería. Como ejemplo de su buen gusto, cabe citar los vocalistas que formaron parte de su segunda orquesta (la primera que llegó a grabar): Horacio Deval, Roberto Goyeneche y Ángel “Paya” Díaz. Para la primera, activa entre 1944 y 1947, había convocado a un todavía desconocido Edmundo Rivero, cuya voz fue rechazada por las compañías grabadoras por “demasiado grave”, según narra el cantor en sus memorias.
El Quinteto Real
En 1957 Horacio Salgán se asocia con el guitarrista Ubaldo De Lío en un dúo que brillaría ininterrumpidamente durante 45 años. Fue también con De Lío, más otros tres músicos de excepción, que formaría dos años después el Quinteto Real, una de las formaciones más atractivas que conoció el género en su larga historia. En su primera versión, acompañaban a Salgán y De Lío: Pedro Láurenz (bandoneón), Enrique Mario Francini (violín) y Rafael Ferro (contrabajo). Como parte de la colección “La resistencia del tango”, el sello Sony BMG editó hace tres años dos de los primeros discos del Quinteto Real reproduciendo además el arte de tapa original. En uno de ellos, titulado Su majestad el tango, se despliega generoso el buen gusto de Salgán sobre un repertorio de matrices ampliamente conocidas (Vida mía, El abrojito y Taquito militar) y otras no tanto pero igualmente ricas, como El amanecer, El Pollo Ricardo y Gran hotel Victoria. De Salgán, quien no fue un compositor particularmente prolífico, sólo se escucha el ocurrente Tango del eco, en tanto de los otros integrantes del quinteto se incluyen De puro guapo (de Láurenz) y Tema otoñal (Francini). En esta placa, compuesta por 12 pistas, “Kicho” Díaz reemplaza a Ferro en el contrabajo. Como en el resto de su producción, el quinteto suena meramente instrumental, pero tan bien que no se extraña a los cantantes.
La edición descripta viene en una caja que reproduce, a escala, las de los LPs e incluye una sustanciosa reseña de los periodistas Andrés Casak y Mariano del Mazo.
Con otros integrantes de notables condiciones (Leopoldo Federico, Antonio Agri y Néstor Marconi, entre otros) el quinteto se mantuvo vigente, aunque con algunos paréntesis, hasta 2003 con la dirección de Salgán. Hoy, luego del silencioso retiro de Horacio, la formación se mantiene en actividad bajo el liderazgo de su hijo César.
Entre muchos posibles elogios, del Quinteto Real se puede decir que es una excelente opción para empezar a escuchar tango, pero también para terminar (¿qué puede parecernos mejor después de semejante experiencia?) y para que forme parte de un recorrido exploratorio por las discografías yendo de lo más clásico a lo más experimental. En síntesis, que siempre es buena la ocasión.
Carlos Bevilacqua
Imágenes: arriba, portada original del CD, reproducida en la reedición de Sony BMG; abajo, aspecto del disco compacto que remeda la fisonomía del LP.
Publicado el 5-2-2010.