Los códigos de la milonga (1 de 2)


      Quien más, quien menos, la mayoría de los oyentes debe haber escuchado hablar alguna vez de los códigos de la milonga. Para quienes nunca fueron a un baile de tango, ya la milonga en sí misma resulta un ámbito exótico, oculto y hasta enigmático, acaso sólo por ser desconocido. Como encima tiene códigos, hasta puede resultar un ámbito antipático para los primerizos. Pero la verdad es que los códigos hoy en día no son tan rígidos como antes, ni son tantos tampoco.
      Los llamados códigos de la milonga son normas de conducta tácitas que fueron surgiendo, acumulándose y modificándose entre los bailarines aficionados a lo largo de décadas. Basándonos en aquella idea de que mi derecho termina donde empieza el de los demás, podríamos afirmar que la mayoría de los códigos permiten pasarla bien sin afectar por eso al prójimo. Una linda idea, y no sólo para el tango.
      Entre los principales códigos milongueros, pueden enumerarse los siguientes:

– Uno de los dos lleva y el otro sigue. Estos roles, claramente definidos, son necesarios para alcanzar la coordinación que tanto maravilla del tango danza. Puede verse como machista, por el hecho de que el rol de conductor suele ser ejercido por el hombre y la mujer (habitual encargada de seguir) debe “entregarse” a sus decisiones. Si bien se miran, la mayoría de las danzas populares incluyen este requisito. Ocurre que en el tango es un requisito más imperioso ante la mayor cercanía entre los cuerpos.
Se circula en sentido antihorario. En una analogía del sistema solar, las parejas tienen (igual que los planetas) movimientos de rotación sobre sus propios ejes y movimientos de traslación a largo de la pista en sentido anti-horario, o sea que si viésemos la pista desde arriba, veríamos a las parejas moviéndose en sentido contrario al que siguen las agujas del reloj. Contrariar esa norma provoca choques, algo que debe evitarse al máximo, por la propia pareja y por los demás.
Los más hábiles bailan por los bordes y los menos hábiles por el centro. Sólo los bailarines con cierta experiencia aceptan la mayor exposición visual que implican los bordes. Por otro lado, es un área que requiere más destreza (al estar en general más poblada) e implicar un recorrido más largo para dar una vuelta completa a la pista.
Las parejas no se pasan. Salvo que la pareja que nos precede se haya detenido por mucho tiempo, cabe siempre esperar apelando al ingenio, cual avión que da vueltas ante un aeropuerto congestionado. Es que la ansiedad de pasar a una pareja, además de descortés, suele redundar en un choque en ese lugar deseado por ambas parejas (la que desea pasar y la que ésta desea pasar).
Se invita a bailar cabeceando. El famoso cabeceo es un contacto visual que se prolonga en sutiles gestos de invitación y aceptación. Al generar instancias previas a la invitación en sí, este sistema evita los rechazos más drásticos y encripta esa comunicación entre los dos protagonistas: quien invita y quien es invitado. Puede invitarse a bailar de otras maneras, pero este es el sistema ideal y el que suelen usar los habitués de las milongas.
Si la mujer desea bailar con distintos hombres no debe mostrarse en pareja. Por motivos diversos, que van desde el respeto a su acompañante hasta oscuros vericuetos de la psicología masculina, la mujer que llega o se va acompañada sólo por un hombre, se sienta solamente con un hombre o se besa en la boca con alguien, tiende a ser descartada por el ojo del varón.
Se baila bajo y tan extendido como la situación lo permita. En una milonga los pasos tienden a ser módicos, lejos de la espectacularidad del escenario, para evitar al máximo las lesiones y también por una estética de sobriedad que prima en la mayoría de los salones. Los tacos (particularmente femeninos) son muy peligrosos para la indumentaria y la anatomía de los vecinos. Lo ideal es bailar para la pareja y no para las miradas ajenas.

      En futuras emisiones de Melografías iremos sumando otros códigos con sus correspondientes argumentaciones. Ahora, para ambientar la asimilación estas normas, vamos a escuchar los tres géneros musicales que suenan en las milongas: el tango, la milonga y el vals.

Boedo (Julio De Caro) por la Orquesta de Osvaldo Pugliese, tango de hermosa melodía que hace referencia a uno de los barrios sobre los que Radio Semilla tiene influencia directa.
Milonga de mis amores (Láurenz) en una versión instrumental del Cuarteto El Caburé.
El vals soñador (Pontier - Rubens) por el cantante Raúl Berón con la Orquesta la Orquesta de Miguel Caló. 


En la imagen, el club Sunderland (del barrio porteño de Villa Urquiza), un sábado a la noche. Foto de Carlos Bevilacqua. 

Libreto del programa n° 6 de Melografías, emitido el 2-8-2011 por Radio Semilla, FM 106,7 MHz de la ciudad de Buenos Aires.