Monte, tierra cautiva


      La conjunción de danza contemporánea con un grupo que fusiona música toba con electrónica sonaba de antemano como algo exótico. Lo cierto es que Monte, tierra cautiva, la obra que vienen ofreciendo el Compañía Nacional de Danza Contemporánea y el dúo Tonolec es fascinante.
      El espectáculo consiste en una recreación de historias y leyendas del pueblo toba, aquel que habita y, sobre todo, habitaba en lo que hoy es Chaco y Formosa. Esa recreación se hace a través de canciones tobas interpretadas en vivo con una buena dosis de sonidos generados por un sintetizador electrónico (tarea que cumple el dúo Tonolec) y, en la mayoría de esas canciones, también a través del baile de los integrantes de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, una formación relativamente nueva creada por la Secretaría de Cultura de la Nación. O sea que hay un juego simultáneo de significantes entre música y danza. Como si esto fuera poco, se van proyectando imágenes, por lo general de la misma performance de los bailarines en vivo, pero también otras grabadas, con los bailarines, también cumpliendo coreografías en un ambiente cerrado.
      Las letras hablan de la naturaleza, de las actividades diarias (hay una canción de cuna), de leyendas, de creencias religiosas. Esto lo sabemos en buena medida gracias a las explicaciones previas a cada canción que da la cantante de Tonolec, “Charo” Bogarín, porque la mayoría de las canciones son en lengua toba.
      La danza es muy interesante, más contemporánea que toba, y con alusiones a las temáticas de cada canción. Sí hay un afán permanente por reflejar el universo toba en el vestuario, de muchas variantes.
      Es un trabajo que tiene en lo exótico, en lo desconocido para la mayoría de los porteños, uno de sus principales atractivos. Tal vez por eso, tal vez también por el carácter bastante regular y repetitivo de la música, termina teniendo un efecto hipnótico. Buena parte de ese efecto está dado por la puesta en escena. Al menos en la función del viernes, los músicos estaban ubicados en una plataforma elevada, ambientada con plantas tropicales, en el centro del escenario. En derredor se movían los bailarines aprovechando los tres frentes que tiene el escenario del auditorio del Centro Cultural Haroldo Conti.
      Más allá del carácter más o menos toba de las canciones de Tonolec, las performances del grupo son convincentes y parecen ser un buen puente para las generaciones más jóvenes de los centros urbanos, acostumbradas a escuchar rock y música electrónica. Además, Tonolec es uno de esos grupos que ganan mucho en el vivo. Por la puesta y por el carisma de la cantante, “Charo” Bogarín, que no sólo canta, sino que declama, mueve los brazos de una manera muy peculiar e introduce al público en las leyendas que se cuentan en las canciones.
      Como broche festivo del espectáculo, en el último tema, los bailarines invitan al público a bailar en el escenario junto a ellos. Así es como se arma una especie de boliche en reivindicación de los pueblos originarios.
      Monte, tierra cautiva dio dos funciones en el Centro Cultural Haroldo Conti, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación y que funciona en lo que fuera la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los principales centros clandestinos de detención durante la última dictadura.
      Tonolec estuvo compuesto por la mencionada “Charo” Bogarín en voz, Diego Pérez en guitarra y programaciones y Lucas Helguero en batería. La coordinación artística de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea está a cargo de Victoria Hidalgo, Victoria Viberti y Ramiro Sóñez, a su vez coreógrafo de esta puesta.

Noxoshiguem (Bogarín - Pérez)
Dormilera (Bogarín - Pérez)
Indio toba (Ariel Ramírez - Félix Luna)

Todos por Tonolec

En la imagen, miembros de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea en una de las escenas grabadas de Monte, tierra cautiva.


Libreto del programa n° 13 de Melografías, emitido el 20-9-2011 por Radio Semilla, FM 106,7 MHz de la ciudad de Buenos Aires.