Aunque de perfil bajo, el técnico de grabación es una pieza
clave para conseguir un buen disco. Oscar Magariños lleva más de 30 años registrando
músicas diversas con una pasión obsesiva. Acá nos cuenta cómo es su trabajo
diario, qué dilemas implica y cómo evolucionó desde la era del LP hasta hoy.
El entrevistado tiene una historia de vida con la que es
fácil sentirse más o menos identificado. Ya de adolescente era un melómano
empedernido. Su pasión se canalizaba como DJ en un pub de Ranchos, el pueblo
bonaerense del que es oriundo. "Mucho rock y mucho melódico",
sintetiza al evocar aquellas selecciones que, eventualmente, conseguía que las
mismas almas que se conmovían con Tom Jones, los Bee Gees y Creedence también
bailaran.
Cuando estaba en quinto año, un conocido le permitió asomar
la nariz al mundo de los estudios de grabación y fue un amor a primera vista.
Pero por no saber cómo insertarse en un mundillo laboral reducido, durante años
Oscar Magariños se ganó la vida por un carril diferente al vocacional: tenía
negocio de ropa. "A principios de los '80 unos amigos abrieron un estudio
chico en Buenos Aires, así que dejé todo y me vine con ellos como asistente.
Tuve un crecimiento meteórico: a los tres años estaba trabajando en Panda, el
estudio estrella del rock", cuenta orgulloso. Así fue como llegó a grabar
para discos de Zas, Sueter, Viuda e hijas de Roque Enroll, V8, Víctor Heredia y
Rubén Rada, entre muchos otros. Porque en las dos décadas siguientes su
meticuloso oído fue requerido también por estudios más chicos y por otros de
envergadura como ION, Galápagos y Moebio, donde lidió tanto con música clásica
como con cumbia.
En 2006, ante las dificultades para emplearse al estilo
tradicional, Oscar decidió armar su propio estudio para mezclas en los altos de
su vivienda, una modesta casa de Ezeiza. El nombre OM surgió lógico al conjugar
sus iniciales con el famoso mantra de las meditaciones que practica. Y el año
pasado dio un paso clave: inauguró una sala de tomas en el jardín de esa misma
casa, algo así como un mundo aparte en el que transcurre la charla.
¿Qué tareas se cumplen en un estudio de grabación?
La grabación de un disco se divide en dos grandes etapas: la
toma y la mezcla. Para la toma, que es el registro de los sonidos, se ubican
primero los micrófonos en torno a los instrumentos y se prueba cómo llegan esos
instrumentos a la cabina de grabación. Una vez que está todo listo, se graban
primero las bases rítmicas, después los arreglos y por último la voz. Eso es lo
usual. Con esos elementos se hace la mezcla, al final de la cual se obtiene el
llamado master. Ahora bien: cada instrumento puede tener más de un micrófono y
las señales de cada uno de esos micrófonos llegan simultáneamente a la
computadora que las recibe.
¿Qué importancia tiene el técnico de grabación en ese
proceso?
El técnico tiene a su cargo un trabajo muy especial. Siempre
digo que lo nuestro está entre la ciencia y el arte. La música es en esencia un
fenómeno escénico, se basa en la relación entre un músico tocando o cantando y
un oyente presencial. Al envasarla, desaparece el contacto directo del oyente
con el artista. El técnico es el que va a permitir ese contacto y el
responsable de que no se pierda la esencia visceral de la música y la idea
artísica que persigue el artista. Y como se graban los instrumentos por separado,
no es fácil conservar ese fuego sagrado del artista en acción.
¿Cómo hacen para que la performance no pierda frescura?
Cuando vos desmenuzás el sonido de un grupo como se hace en
las grabaciones perdés la energía del escenario. Por eso, hay que tratar de que
el músico se olvide de que está grabando para que cada parte suene lo más
cohesionada posible. Hay una manifestación artística que tiene que ver con la
dinámica, con la intención, que tiene que permanecer. El técnico tiene que saber mantener
los matices, tiene que lograr que se conserven los pianos y los fortes, tiene
que entender el arreglo.
En realidad, las actuaciones en vivo están llenas de
defectos, pero esa energía es una especie de blindaje contra los errores. El
disco, en cambio, es un espejo implacable del más nimio error. Porque lo
escuchamos en frío, en el living de casa, a un volumen relativamente bajo.
Entonces está todo mucho más expuesto. Y encima si lo volvés a poner, el error
se repite (risas). Entonces, al grabar se hace mucho foco sobre cuestiones muy
puntuales. Pero cuando logramos la perfección académica, el tema ya no tiene
vida... Y la gente no percibe esa perfección, percibe la energía, el calor.
¿Y por qué no graban todos juntos, entonces?
Porque hay cuestiones que acústicamente quedarían muy sucias. Pero eso
también depende del perfil del técnico, porque un técnico que grabó a orquestas
clásicas puede hacer una grabación con todos los músicos juntos. Los técnicos
que se formaron más con el rock ni conciben esa posibilidad. Yo grabé un disco
de los ganadores del Pre-Cosquín del 2005 con todos los integrantes de cada
grupo tocando y cantando juntos en el estudio y quedó muy bien, pero no es lo usual.