Un piano de amplio espectro


El instrumento más académico de los de tradición popular cobra un vuelo singular en manos de Guillermo Zarba, un artista tan talentoso como ignorado. Su reciente CD, Salto Grande, es una buena oportunidad para descubrirlo.

      ¿Por qué Guillermo Zarba no es más conocido? Con 71 años, tiene una rica trayectoria en el campo de la música popular. Tocó al frente de sus propias agrupaciones en diversos puntos de la Argentina y Europa, compartió escenario con grandes músicos como pianista, arreglador, compositor y director orquestal. Tiene un talento evidente apenas empieza a interactuar con el teclado. Sin embargo, su nombre probablemente suene novedoso para la mayoría de los lectores. Muchos factores pueden haber influido para su escasa popularidad, pero no puede haber sido por la índole de su música que no alcanzó más llegada. Al menos la que compila su último disco, Salto Grande, no tiene nada de pobre ni tampoco de críptica. Sobre un repertorio que cubre casi todo el mapa musical argentino, Zarba despliega allí su enorme poder interpretativo para sacarle nuevos brillos a viejos clásicos, redescubrir algunos temas no muy difundidos y también para mostrar sus propias creaciones. Siempre con el piano como aliado, haciendo valer al máximo la elegancia de su sonido y el peso específico que siempre tiene en un conglomerado instrumental.
      Eficaces, inspirados y dúctiles, lo acompañan diferentes guitarristas: Eduardo Tacconi (la mayor parte de las veces), Claudio Ceccoli (en dos piezas) y Hugo Romero (en una). Ellos son los principales cómplices de los caminos rítmicos y melódicos que marca el pianista. El resto de los músicos participan menos, pero son esenciales en algunos tramos. El cuarteto de clarinetes Todo por cuatro, por ejemplo, es determinante en el espíritu lúdico, tan afín a la Guardia Vieja, que adquiere el único tango del disco: El Entrerriano, uno de los más antiguos todavía ejecutados. Más adelante, el brasileño Renato Borghetti aparece con su acordeón para dar el color que conviene al chamamé Merceditas. Algo similar puede decirse de Livia Barbosa, cantante dedicada principalmente al jazz, acá conmovedora intérprete de Pobrecito mi cielo, una huella compuesta por Guillermo junto al gran poeta Hamlet Lima Quintana. O de Ricardo Cánepa, a cargo de un contrabajo capaz de llevar la melodía en Muchacha ojos de papel. A través de un fragmento del programa televisivo "Ese amigo del alma", aparece también Lito Vitale con su piano eléctrico para una versión de Camachuí, la chacarera de Zarba con la que se cierra el disco a dos teclados.
      “Salto Grande ha sido concebido como un momento de reflexión desde el cual poder observar algo de lo hecho para luego seguir”, dice el pianista en el texto promocional del disco y en la retiración de tapa explica que para darle ese carácter quiso acudir a algunos de los artistas con los que compartió estudios y escenarios. Gracias a ese espíritu de gratitud, se puede escuchar en la quinta pista a Lima Quintana recitando su poema Presencia hacia el olvido y en la decimocuarta al guitarrista Juan Falú y al pianista Oscar Alem acompañándolo, alternativamente, en el gato Ay tirana! El homenaje alcanza también al tío de Juan, Eduardo Falú, de quien Guillermo arregló varias obras. Su inconfundible voz surge recitando parte de su Vidala del nombrador como prólogo y epílogo de Preludio y danza, pieza doble que también le pertenece. Como se verá, aunque no haya conseguido la difusión que merece, Zarba no perdió el tiempo en las últimas décadas.
      Como cabe esperar de un entrerriano, Guillermo se inclina naturalmente hacia lo litoraleño. En Salto Grande hay tres chamamés, una chamarrita y un “sobrepaso” (rasguido doble), más allá de las alusiones provinciales en el mentado tango de Rosendo Mendizábal y en la chacarera que da nombre al disco.
      La edición del sello Pretal es muy austera. Tal vez demasiado. Uno se queda con ganas de saber un poco más sobre las grabaciones, realizadas en diferentes fechas y circunstancias, según se infiere.
      Nacido en Gualeguaychú, Zarba inició sus estudios de piano en Concordia para luego internarse en las nociones de armonía y contrapunto con referentes tales como Gabriel Senanes, Dante Amicarelli y Susana Kasakoff. Como solista de música folclórica, grabó otros cinco discos: Para que olviden mi nombre (1976), Presagiado (1990), Sin permiso (1994), El entrerriano (1998) y Apariciones (2007). El reseñado acá fue editado hace apenas dos meses y ya lo presentó la semana pasada en Notorious, pero se podrá escuchar en vivo a este notable intérprete durante un homenaje a Carlos Guastavino, el 5-9 en la Legislatura porteña y junto al guitarrista brasileño Guinga, el 18 del mismo mes en el Centro Cultural San Martín, como parte del ciclo Jazzología.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, la tapa del disco.

Publicado el 26-8-2012.