La voz de la chacarera (2a. parte)

      Cada tanto también participás del programa “Carabajales” en Radio Nacional Folklórica.
      Sí, ahora se me superpone con el ciclo, pero en cuanto pueda voy a volver a estar ahí. Además estoy grabando con ellos el Martín Fierro musicalizado por Cuti (Carabajal). Él armó un resumen de cada capítulo y le ha puesto melodías hermosas en diversos ritmos. Hay chacarera, zamba, gato, escondido, huella, triunfo, ranchera, vidala, chaya, carnavalito... Hizo como 20 canciones. Cuti y Roberto ya habían grabado el Martín Fierro, pero ahora estamos haciendo una nueva versión con Carabajales. A nosotros nos permite redescubrir una obra increíble, llena de actualidad.
      ¿Qué representa para vos el bombo?
      El bombo es el origen. No sólo del folclore sino también de lo humano. Es un instrumento en el que está condensada buena parte de la historia humana. Viene de África, no con esa forma, pero sí con ese latido y con la posibilidad de expresar el latido interior. En Santiago se ha consolidado como bombo legüero y sirve para comunicar. Como digo yo en una chacarera, cuando hay que comunicar / la fiesta o una rebelión / el bombo es el compañero / que en la tribuna alza su voz.
       ¿Qué representa para vos la guitarra?
      La guitarra ya es la influencia europea, lo mismo que el violín, que han terminado siendo tradicionales para la música popular. En lo personal, la guitarra es el instrumento que me acompaña desde chico, con el que descubro cosas hasta el día de hoy. Para mí sigue representando el gran misterio de la conexión con la música.
      Paradójicamente mucha gente te valora más como violinista.
      Sí, se ha dado así. Empecé con el violín de grande, a los 20. Me he largado a practicar solo y al poco tiempo ya estaba tocando sobre un escenario con Los Carabajal. En esa época había muy poca gente tocando violín, por eso también lo mío causó tanta sensación.
      ¿Cómo fue tu formación?
      Autodidacta. Mi familia influyó mucho porque entre nosotros la música está siempre presente. Uno va viviendo situaciones del entorno. Mi viejo se dedicaba a esto, a pesar de que él consideraba que no llevaba una vida de artista. Veo que yo estoy reproduciendo ese ambiente musical con mis hijos. Anoche mismo hemos estado en una juntada en la casa de Mavi Díaz y estuvimos ahí desde las 9 de la noche hasta la una de la mañana. Eso era en San Telmo y yo vivo en Moreno. Fui con mis mellizos, de cuatro años, que se la pasaron todo el tiempo despiertos, compartiendo la música. Ese tipo de vivencias me recuerdan a las mías: yo iba a las peñas y quedarme escuchando música hasta tarde, sin ningún cuestionamiento.
      ¿Cómo nació El embrujo de mi tierra?
      Eso lo he hecho con mi viejo a fines de los años ‘80. Ha sido la visión de él hablar de Santiago. Yo he hecho la música y él ha empezado la letra, que yo después le ayudé a terminar. Es un tema que caló muy hondo en todo el país. No sé bien por qué. Tal vez haya influido que es una melodía que tiene elementos nuevos, aunque no se vea claramente cuáles. No tiene tantas versiones grabadas como otros éxitos, pero se canta mucho en los festivales, reuniones y peñas.
      Pienso que El embrujo de mi tierra es parte de un repertorio muy santiagueño que hemos logrado difundir por todo el país en los últimos 20 años. Justamente estoy escribiendo un artículo sobre el centenario de La Banda, donde recalco que Julio Argentino Jerez, (Pablo Raúl) Trullenque y mi viejo lograron crear los dos himnos santiagueños, que son Añoranzas y Entre a mi pago sin golpear.
      ¿Cómo ves el panorama actual del folclore en cuanto a artistas?
      Es una pregunta difícil de contestar. Pienso que el panorama ha estado siempre más o menos igual. Siempre va a haber changos honestos, intentando hacer algo nuevo, trabajando con dificultades y otros de más éxito. En lo personal, pienso que a medida que pasan los años la calidad de lo que se escribe va bajando. Y pienso que es porque hay una gran presión de la industria. A veces sin ser del todo conciente, el artista se deja presionar.
      ¿En qué consiste esa presión?
      La presión consiste en cierta obligación que uno empieza a sentir de tener éxito económico. Si grabás un disco y vendés una cantidad importante, aunque no sepas bien por qué vendiste tanto, al siguiente mucha gente que tiene que ver con la industria te va a empujar a que vuelvas a repetir ese impacto. Si vos vendiste 50.000 discos, pongamos, vos mismo en el siguiente vas a querer vender al menos 50.000. Y ya te ponés una presión al crear.
      ¿Y cómo ves el folclore como circuito?
      Yo vendo mis discos directamente en mis shows, porque la discográfica ni siquiera me pasa un reporte de cuánto se va vendiendo. Lo mío es cantar y ojalá que lo pueda seguir haciendo porque ese es mi único patrimonio. Sé que hay un grupo de artistas que, como yo, trabajan mucho. Después hay una cantidad de artistas como en otro nivel, porque están ahí peleándola, como Roxana, Carnota, Teresa, Tarragó. Y después hay una cantidad de artistas nuevos como mi hermano Demi, Marcelo Mitre, La Brasa, Vislumbre del Esteko, Orellana-Luca que no tienen tanto trabajo pero están en el camino, como son jóvenes también tienen mucho camino por delante.
      En cuanto a los medios, hay muy poco espacio. Por ejemplo, en la tele está el programa de La Sole y “Sin Estribos”. Apenas dos programas para todos. En cuanto a radios, sólo Nacional pasa folclore de manera permanente. Pero siempre fue así... Todos dicen que el folclore debería ser apoyado, pero a su vez se lo considera como un rubro más dentro de la industria. Y justamente ese es el peor de los errores. Porque a su vez al folclorista se le pide compromiso y pensamiento. Está bien que así sea, pero entonces no nos consideren como un negocio liso y llano.
      ¿Por qué pensás que se dio en Santiago del Estero una historia de tanta efervescencia musical?
      Primero, porque Santiago tiene una tradición musical muy fuerte. Es una provincia que, si bien ha participado de la industria, siempre mantiene fuerte su identidad. En los ’60, cuando en Buenos Aires se daba el boom del folclore, en Santiago ya se hacía lo que hoy el resto del país está reconociendo. Hoy en día, si vos escuchás a un grupo de La Pampa lo más probable es que cante algunas chacareras o temas de Los Nocheros para poder subsistir. En Santiago, en cambio, los jóvenes siguen buscando un camino propio, de calidad, tanto en las letras como en las melodías. No van detrás del éxito fácil. Y el pueblo santiagueño también es muy especial. Adonde va, sigue siendo fiel a sus recuerdos y a sus tradiciones, pero además está al tanto de todo lo que pasa a nivel musical. En Santiago, además de escuchar al Chaqueño, a Soledad y a Los Nocheros, la gente escucha también a Vislumbre del Esteko. La gente está al mango con lo viejo y con lo nuevo.

Carlos Bevilacqua 



Leé la primera parte de esta entrevista


En las imágenes, el entrevistado. La primera, gentileza de Molodi-K Comunicación; la segunda, una foto de Pablo Scavino.

Publicado el 15-9-2012.