El Centro 'Feca acaba de editar Tangos en versión original, un CD con dos docenas de grabaciones previas a 1920 remasterizadas por dos especialistas. Además de acercar un sonido más auténtico de los registros, el trabajo da un panorama de lo que era el género típico porteño en sus inicios.
Quienes conozcan las reediciones en CD de los tangos más antiguos habrán notado que, en general, las compañías discográficas los presentan de manera desaprensiva, con pocos datos y un arte de tapa esquemático. No hace falta ser un experto para percibir el destrato. No tan evidente es el hecho de que en muchos casos esos discos ni siquiera conservan fielmente la música que supuestamente vienen a difundir. Esa amarga verdad, insinuada en el ritmo llamativamente rápido de algunas grabaciones, es confirmada por los investigadores Enrique Binda y Omar García Brunelli en una valiosa producción del Centro 'Feca (Foro y Estudios Culturales Argentinos), presentada el 13 de diciembre en la Academia Nacional del Tango. Se trata de Tangos en versión original, una recopilación de 24 canciones registradas durante el período de la Guardia Vieja, procesadas digitalmente para corregir la distorsión de velocidad y despejar resonancias del aparato reproductor.
Binda es coleccionista de grabaciones tangueras, investigador independiente y autor del libro El tango en la sociedad porteña (1880-1920). García Brunelli, un prestigioso musicólogo especializado en tango e investigador del Instituto Nacional de Musicología. Ambos afirman que buena parte de la discografía tanguera registrada durante la era del disco de 78 revoluciones por minuto (conocido popularmente como "de pasta") no fue grabado en una velocidad uniforme sino dentro de un rango que oscilaba entre 65 y 78 RPM. "Aunque parezca increíble, tal información no era puesta en conocimiento de los usuarios", comentan en el librillo que acompaña la edición. En consencuencia, durante los últimos 60 años los tangos de aquella época fueron editados y reproducidos a velocidades incorrectas. La alteración no afectó sólo el tempo, sino también las tesituras y los timbres de cada uno de los instrumentos.
Para acercarnos al sonido original producido en su momento por los artistas, Binda y García Brunelli corrigieron las velocidades de reproducción con un programa de administración de audio llamado Soundforge. ¿Cómo identificaron los tramos erróneos y en qué valores los ubicaron? Según cuentan en el mismo librillo del CD, siguiendo "parámetros de razonabilidad musical". Junto a los datos de cada tema (nombre, autor, intérprete y fecha de grabación, entre otros) se informa en qué proporción fue reducida la velocidad con que se venía escuchando.
El trabajo, realizado con apoyo de un programa del Banco Interamericano de Desarrollo, es ilustrativo de las características del tango en su período de gestación y consolidación, delimitado en esta recopilación al lapso 1905-1920. Un espíritu picaresco, lúdico, hasta festivo, atraviesa la mayoría de las piezas, casi todas meramente instrumentales y basadas en estructuras más elementales que las que seguirían. Si bien en muchos casos sus responsables son orquestas típicas, éstas se limitan en general a un cuarteto y junto a los timbres que hoy reconocemos como clásicos del género se recorta el de la flauta, con un rol melódico de mucho protagonismo. En otros casos la música es interpretada por bandas militares o rondallas, formaciones que solían animar los bailes populares de la época, con una ecuación instrumental bien diferente a la que tenemos hoy por clásica para el tango.
Los nombres que lideran esas agrupaciones también constituyen un plano atractivo. Las versiones incluyen performances de varios próceres de aquellos tiempos, como el bandoneonista Juan Maglio "Pacho", sus colegas Vicente Greco (al frente de un trío) y Eduardo Arolas (fueye cantante de su quinteto típico) o el pianista Roberto Firpo como director de su orquesta. En este sentido, resulta muy útil el detalle de los integrantes de cada formación, dato por lo general omitido en las reediciones.
Sólo dos pistas incluyen canto, pero son por demás interesantes. Una de ellas trae a un Ángel Villoldo versión 1910 haciendo su canción paradigmática, El choclo, pero con sus versos primigenios, que lejos de exaltar los valores del tango (tal como hacen los versos escritos en 1947 por Enrique Santos Discépolo) se limita a ponderar las propiedades del fruto del maíz, en estrofas a las que se les ha adjudicado también un doble sentido. La otra pista cantada revela la voz del mítico payador Jose Betinotti entonando, sentencioso, la primera parte de la milonga El cabrero.
Aquel oyente que espere grabaciones limpias de "frituras" (propias de la reproducción en un soporte longevo) se llevará una decepción. Las pistas de Tangos en versión original tienen todavía bastante ruido. Aun así, representan una infrecuente oportunidad de conocer los rasgos constitutivos de una música de arrabal con destino de patrimonio universal.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, Eduardo Arolas (2 ° desde la izquierda), al frente de uno de sus grupos.
Publicado el 23-12-2012.