A 37 años del golpe de Estado que inauguró el período más trágico de la historia argentina, recordamos la censura ejercida por la dictadura sobre la música popular analizando la lista negra que regía para los medios.
En agosto de 2009 el Comité Federal de Radiodifusión hizo público un documento del organismo que explicita la censura que sufrían los medios de comunicación a la hora de emitir música durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional. “Cantables cuyas letras se consideran no aptas para ser difundidas por los servicios de radiodifusión” se titula el memorándum de siete hojas mecanografiadas con un listado de 208 canciones que las radios y los canales de televisión tuvieron proscriptas y otras 13 no autorizadas para el horario de protección al menor.
Más allá del valor histórico y simbólico que implica su desclasificación, el documento es un manantial de información que puede servir para tratar de entender el criterio de los censores. Por sus mensajes contestatarios, o al menos críticos, las canciones de León Gieco, César Isella, Armando Tejada Gómez, Alfredo Zitarrosa u Horacio Guarany eran demasiado peligrosas en los oídos de la gente. Muchos de los artistas de la época reivindicaban en sus letras los movimientos revolucionarios y las luchas obreras o denunciaban las desigualdades sociales. Las juntas militares no podían permitir que se anduvieran escuchando letras como las de Hoy te queremos cantar del grupo Alma y vida, Triunfo agrario de Isella y Tejada Gómez, Canto a Sudamérica de Eduardo Falú, o No nos moverán por Joan Báez.
También se quiso evitar todo lo que significase un cuestionamiento al orden establecido a nivel social y cultural. Así es como aparecen en la lista negra Doña fiaca, de Eladia Blázquez, Chacarera del expediente, del Cuchi Leguizamón, The Wall, de Pink Floyd o Pequeño Superman en la que José Luis Perales (sí, el meloso vocalista español) parecía alentar a un consumidor de marihuana. Ni hablar de la desolación vertida por Charly García en Viernes 3 AM. Tampoco podía admitirse la homosexualidad apenas sugerida en A mí las mujeres ni fu ni fa (del catalán Peret) y en Lucas, aquella canción que formaba parte del repertorio de Rafaella Carrá.
En casos como el de Juana Azurduy (de Ariel Ramírez y Félix Luna) pueden haber confluido varias razones: el carácter irregular del ejército que lideraba la heroína de la independencia, versos como Truena el cañón, prestame tu fusil / que la revolución viene oliendo a jazmín y la filiación comunista de Mercedes Sosa, una de las primeras intérpretes de la canción.
Pero un alto porcentaje de los temas censurados no aludían a realidad política o económica alguna, sino que cometían el pecado de referirse de alguna manera al sexo. En ese grupo se pueden encontrar piezas muy dispares, desde Cara de tramposo, ojos de atorrante (por Cacho Castaña) hasta Dance a little bit closer (por la Salsoul Orchestra) pasando por Me gusta ese tajo (de Luis Alberto Spinetta), Mía (por Nicola Di Bari) o Agarrame el alazán (de Omar Moreno Palacios).
La pacatería de los censores alcanzaba a veces al mero romanticismo. Acaso porque los impulsos sugeridos en las historias que cantaban el español Camilo Sesto, el brasileño Roberto Carlos o la estadounidense Donna Summer constituían un peligro latente para “la moral y las buenas costumbres”. Entre los títulos cuya presencia cuesta explicar figuran La canción de los tontos (por Katunga), Pensando en tí de Tormenta y Camarada, de Charles Aznavour, más allá de su crítica al belicismo. Hasta una canción del aparentemente inocuo Palito Ortega (Loco por tu culpa) cayó en la redada.
Con dudosos méritos –haber sido considerados peligrosos por los represores bien puede ser visto como un elogio–, el ranking de los más prohibidos lo lideró Carlos Di Fulvio (con 12 canciones), seguido por Horacio Guarany (con 8), Donna Summer y Roberto Carlos (ambos con 5), Alberto Cortez, León Gieco y Alfredo Zitarrosa (todos con 4).
Más allá del valor histórico y simbólico que implica su desclasificación, el documento es un manantial de información que puede servir para tratar de entender el criterio de los censores. Por sus mensajes contestatarios, o al menos críticos, las canciones de León Gieco, César Isella, Armando Tejada Gómez, Alfredo Zitarrosa u Horacio Guarany eran demasiado peligrosas en los oídos de la gente. Muchos de los artistas de la época reivindicaban en sus letras los movimientos revolucionarios y las luchas obreras o denunciaban las desigualdades sociales. Las juntas militares no podían permitir que se anduvieran escuchando letras como las de Hoy te queremos cantar del grupo Alma y vida, Triunfo agrario de Isella y Tejada Gómez, Canto a Sudamérica de Eduardo Falú, o No nos moverán por Joan Báez.
También se quiso evitar todo lo que significase un cuestionamiento al orden establecido a nivel social y cultural. Así es como aparecen en la lista negra Doña fiaca, de Eladia Blázquez, Chacarera del expediente, del Cuchi Leguizamón, The Wall, de Pink Floyd o Pequeño Superman en la que José Luis Perales (sí, el meloso vocalista español) parecía alentar a un consumidor de marihuana. Ni hablar de la desolación vertida por Charly García en Viernes 3 AM. Tampoco podía admitirse la homosexualidad apenas sugerida en A mí las mujeres ni fu ni fa (del catalán Peret) y en Lucas, aquella canción que formaba parte del repertorio de Rafaella Carrá.
En casos como el de Juana Azurduy (de Ariel Ramírez y Félix Luna) pueden haber confluido varias razones: el carácter irregular del ejército que lideraba la heroína de la independencia, versos como Truena el cañón, prestame tu fusil / que la revolución viene oliendo a jazmín y la filiación comunista de Mercedes Sosa, una de las primeras intérpretes de la canción.
Pero un alto porcentaje de los temas censurados no aludían a realidad política o económica alguna, sino que cometían el pecado de referirse de alguna manera al sexo. En ese grupo se pueden encontrar piezas muy dispares, desde Cara de tramposo, ojos de atorrante (por Cacho Castaña) hasta Dance a little bit closer (por la Salsoul Orchestra) pasando por Me gusta ese tajo (de Luis Alberto Spinetta), Mía (por Nicola Di Bari) o Agarrame el alazán (de Omar Moreno Palacios).
La pacatería de los censores alcanzaba a veces al mero romanticismo. Acaso porque los impulsos sugeridos en las historias que cantaban el español Camilo Sesto, el brasileño Roberto Carlos o la estadounidense Donna Summer constituían un peligro latente para “la moral y las buenas costumbres”. Entre los títulos cuya presencia cuesta explicar figuran La canción de los tontos (por Katunga), Pensando en tí de Tormenta y Camarada, de Charles Aznavour, más allá de su crítica al belicismo. Hasta una canción del aparentemente inocuo Palito Ortega (Loco por tu culpa) cayó en la redada.
Con dudosos méritos –haber sido considerados peligrosos por los represores bien puede ser visto como un elogio–, el ranking de los más prohibidos lo lideró Carlos Di Fulvio (con 12 canciones), seguido por Horacio Guarany (con 8), Donna Summer y Roberto Carlos (ambos con 5), Alberto Cortez, León Gieco y Alfredo Zitarrosa (todos con 4).
A su vez, resulta interesante ver qué presencia tuvieron en ese listado los diferentes géneros. Entre los cantautores nacionales (amplia mayoría del total), predominan los folclóricos. Acaso gracias a una poética más bien elíptica, los rockeros eludieron la censura formal, a tal punto que en el listado son superados inclusive por los baladistas o cantantes “melódicos”. El tango aparece en una proporción mínima, apenas representado por La bicicleta blanca (Piazzolla-Ferrer), Poema número cero y Tres puntos (ambos de Rivero-Alposta, cultores del vedado lunfardo), El montón (Cátulo Castillo) y un par de canciones de Eladia Blázquez. Nada se encuentra de jazz (siempre más instrumental que cantado). Sí algo de música disco y poco de otros folclores latinoamericanos, a no ser por casos muy especiales como el de Te recuerdo, Amanda (Víctor Jara).
Foto de época y de sus vanos negadores, el listado completo (que abajo se reproduce en su formato original) es una caja de sorpresas. Así como otro motivo para refrendar nuestro “nunca más”.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, el cantor, compositor y guitarrista Carlos Di Fulvio.
Publicado el 24-3-2013.
Dossier
Reproducción de los listados que el COMFER distribuía en emisoras de radio y televisión durante la última dictadura militar. Nótese que figuran canciones prohibidas ya desde 1969 y hasta 1982, o sea abarcando también otros gobiernos previos al del Proceso, algunos de facto y otros democráticos.
Dossier
Reproducción de los listados que el COMFER distribuía en emisoras de radio y televisión durante la última dictadura militar. Nótese que figuran canciones prohibidas ya desde 1969 y hasta 1982, o sea abarcando también otros gobiernos previos al del Proceso, algunos de facto y otros democráticos.