Una vez por año, el Congreso Internacional de Tango Argentino (CITA) reúne en una sola función a muchos de los mejores bailarines que tiene el género a nivel internacional. Acá resumimos lo que ofrecieron anoche en el ND Teatro.
Pocos eventos en el mundo reúnen tantos bailarines talentosos como el CITA, que desde 1998 se realiza en Buenos Aires cada marzo. Como parte de la programación del encuentro, esos bailarines protagonizan una “Noche de los maestros”, consistente en una función teatral en la que las parejas docentes bailan dos temas musicales cada una. Este año, fueron nueve los binomios que se lucieron en el céntrico ND Teatro, como de costumbre en dos entradas cada una.
En ambas tandas, los primeros en mostrar sus virtudes fueron Sebastián Achával y Roxana Suárez. Primero con el tango El puntazo y luego con la milonga Al galope deslumbraron por gracia, técnica y musicalidad. A ellos les siguieron Adrián Veredice y Alejandra Hobert, quienes brillaron con el tango Arrabal, primero y con la milonga Carnavalera, después, aunque más medidos en el despliegue respecto de lo que supieron mostrar en otras ocasiones. A continuación se presentó la pareja menos convincente de la noche: la compuesta por Paz Giorgi y Federico Perelli, quienes si bien redondearon un papel más que digno entre sus dos performances (particularmente en la primera entrada, con música de Di Sarli), dejaron ver poca personalidad coreográfica.
La imagen de solidez se recompuso enseguida, con el abrazo estrecho y permanente de Noelia Hurtado y Carlitos Espinoza, primero al ritmo de No te apures, carablanca y luego un poco más dinámicos, siguiendo los compases de la Milonga del recuerdo, en ambos casos con una impronta tradicional. Las audacias llegaron pocos segundos más tarde, luego de la caída de las luces, gracias a los movimientos en común de Fabián Salas (organizador del CITA) y Lola Díaz. Factótum de las búsquedas emprendidas por el tango danza en los años ’80, Salas entregó las esperadas “volcadas” y ganchos, pero sin alcanzar mucha cohesión de pareja. A continuación llegó la gran sorpresa de la Noche de los Maestros: la entrada del bailarín Rodrigo “Joe” Corbata, armónica en los labios, para interpretar una bellísima versión de Volver, el tango canción de Gardel y Le Pera. Así sedujo a Lucila Cionci, la compañera que, tras escucharlo y moverse sola a su alrededor, lo abrazó para bailar otra versión en armónica de la misma pieza. Todo fue plasticidad, belleza y romanticismo en esa coreografía. Ya en la segunda entrada, al ritmo de Prepárense (Piazzolla) se vieron demasiado barrocos, como fuera de la música que sonaba.
¿Cómo competir con esa inesperada faceta de Corbata? Difícil, pero si de baile se trata, quienes siguieron no les fueron en zaga. Eduardo Cappussi y Mariana Flores volvieron a generar sonrisas con su tango clownesco, basado desde hace años en el mismo concepto general, pero con cuadros y matices nuevos cada vez. A cara pintada, fueron contenidentes egocéntricos, en la primera entrada, y acróbatas del tango escenario, en la segunda. Tampoco tuvo mucho que envidiar Mariano “Chicho” Frúmboli, como siempre creativo improvisador de formas personales a partir de una abrazo elástico, que hasta puede romperse. La técnica y ductilidad de la marplatense Juana Sepúlveda, luego de varios años de trabajo con él, ya es un componente clave de la fórmula. Al verlos uno respira libertad, esa que habilita acercamientos inusitados o moverse de maneras más tradicionales, como hicieron en la segunda tanda.
Relegados al final en la primera mitad del show, pero segundos tras el intervalo, Christian Márquez y Virginia Gómez (esta vez con un avanzado embarazo a cuestas) fueron fieles respresentantes del tango más tradicional. El estilo de ambos, virtuoso por donde se lo mire, fue afín a los compases nerviosos de Pensalo bien, por la orquesta de D’Arienzo y con el romanticismo del Valsecito de antes.
Las dos tandas cerraron de la mejor manera. La primera con una impactante muestra de talento por parte de la compañía DNI Tango. Técnicos, gráciles y originales, los dirigidos por Dana Frígoli armaron cuadros diversos, todos seductores, que podían estar basados en un trío femenino o en grupos de parejas intercambiables. Todo sobre músicas también amplias, que abarcaron desde la voz de Lidia Borda hasta bellísimos temas instrumentales, no necesariamente tangueros.
La segunda tanda se coronó con una breve pero contundente actuación del dúo vocal integrado por Agustín Fuertes y Ariel Vanerín. Acompañados por sendas guitarras, demostraron un ajustado sentido del show artístico al sorprender con dos piezas poco transitadas del repertorio tanguero y al cerrar con La flor de la ilusión, el vals que integrara el repertorio de la orquesta de Alfredo De Ángelis.
Como de costumbre, la despedida juntó a todas las parejas bailando en ronda milonguera, en un rosario de estilos que esta vez se desplegó al ritmo de Ataniche.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, Mariana Flores y Eduardo Cappussi. Foto tomada por Mariano Frúmboli en el CITA 2010.
Publicado el 13-3-2013.