En su última producción, El álbum negro, Rubén Rada recopiló 50 obras grabadas entre 1969 y 2011. Diferentes formatos, estilos y objetivos conviven en tres CDs que revelan las muchas capacidades del cantautor uruguayo.
¿Quién es Rubén Rada? ¿Un fabricante de hits capaz de sonar en las radios durante un año seguido o el artista de culto que a principios de los '70 supo crear sofisticadas formas para el candombe?, ¿un baladista o un rockero?, ¿un creador o un intérprete? Es más: podríamos haber empezado preguntándonos por cuestiones más elementales, como ¿es un músico, un showman o un actor? y, dentro de la primera posibilidad, ¿es un percusionista que canta o un cantor que toca tambores? Como cantor, ¿prefiere las letras livianas u otras más filosóficas?, ¿canta en serio o se divierte mientras trabaja? Es un buen momento para recordar que a veces las disyuntivas son planteos falaces. Porque Rada es todo eso simultáneamente y mucho más.
El "Negro", como se lo conoce popularmente, ya tenía más de medio siglo de carrera y 33 discos como solista cuando tuvo que elegir las que considerase sus mejores 50 grabaciones para un disco triple en homenaje a su figura. No debe haber sido fácil la selección, entre tanta y tan variada música, con criterios artísticos, comerciales y afectivos de por medio. Como haya sido, lo compilado en El Álbum Negro (cuyo título alude por antítesis al famoso disco de Los Beatles) es una generosa y sabrosa muestra de sus múltiples talentos.
Editado a mediados del año pasado por Montevideo Music Group, el trabajo incluye los éxitos por los que se hizo masivo en la Argentina a principios de los '80: el picaresco Mandanga dance (aquel de "se come la mandanga”) y Blumaná (cuyo estribillo daba garantías de no violencia: Tocá, che, Negro Rada / tocá grita la hinchada / tocá y cantá tranquilo / que acá no pasa nada). Difícilmente, quien lo ubique sólo por esas canciones pueda sospechar que también fue el responsable del "candombe beat", que supo forjar primero con los grupos El Kinto, Tótem y Opa, en su última etapa, junto a los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso. La fusión de la música afrouruguaya con recursos del rock y del jazz está presente en la recopilación a través de temas como Dedos y Orejas o de otros luego emblemáticos como Montevideo o Malísimo. Equidis- tantes entre unos y otros, aparecen hitos bien diversos: desde Las manzanas, la canción de tono sentencioso con la que Rada empezó a cobrar vuelo solista en 1969, hasta piezas que trascendieron también en versiones de otros, como Ayer te vi o Tengo un candombe para Gardel. Este último pertenece a La yapla mata, disco de 1986 que resulta ser el que más obras aporta al recorrido: la que dio nombre al LP y las bellísimas Madre salsa y Te parece, entre otras.
Si en algunos pasajes asoma el Rada más meloso con baladas como Ámame detrás del vidrio o Disco simple, en otros el romanticismo recupera elegancia, como pasa con Brindo u Hoy te vi. Si alguien espera murga oriental, también la tendrá; sobre todo en el CD 1 con Mamita y una coral Terapia de murga. Tampoco falta el enfoque sociológico, presente en canciones como Cococho, Botija de mi país o Mambo liberador. Por último, quien quiera bailar se sentirá claramente invitado con los ritmos caribeños de canciones como Porque te quiero así o La escuela del cha cha chá. Hasta hay lugar para el homenaje a dos famosos futbolistas de Peñarol en Joya y Spencer, un delicioso candombe.
Si bien la gran mayoría del repertorio le pertenece, entre las 50 “obras maestras” Rada incluyó algunas piezas ajenas. Varias de ellas registradas en el reciente Fan, “un disco de convers, o de las canciones que me hubiese gustado componer”, según él mismo lo definió. Así aparecen Mil horas (Calamaro), Pensar en nada (Gieco) y Será que la canción llegó hasta el sol (Spinetta), todos sobre una base más o menos funky. De la otra orilla del Plata, eligió dos temas de Fernando Cabrera y dos Eduardo Mateo, quienes intervienen con sus voces en un par de pistas.
Todo está condimentado por los comentarios, las citas musicales, los tarareos y las excentricidades de ese personaje entrañable para argentinos y uruguayos que es el "Negro" Rada. Más allá de alguna que otra afinidad entre los tracks, todo suena mezclado, sin un orden cronológico o estilístico. Lo cual tiene su encanto por la sorpresa y el juego de contrastes que genera.
El gran déficit de la edición es su falta de información sobre cada una de las grabaciones. Extraña que en una producción pretenciosa y para un artista famoso no figuren las fechas de los registros originales, o al menos los nombres de los grupos con los que fueron grabados. De los músicos acompañantes (decenas) sólo se menciona ¡y apenas por el apellido! a quienes tuvieron un rol solista, como el bajista argentino Javier Malosetti, virtuoso sostén e improvisador en varios segmentos.
Carencia que impide saber pero no sentir. Escuchar al "Negro" Rada siempre es placentero. En este "álbum negro" el gusto se multiplica porque condensa su fascinante carisma en una muestra de todos los recursos expresivos que maneja, tanto en lo vocal, como en lo rítmico y en lo instrumental.
Carlos Bevilacqua
Publicado el 31-3-2013.