El 2º Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), que culmina hoy en Tecnópolis, es un atractivo polo de oportunidades para artistas y productores. Acá te contamos por qué, además de reseñar los shows musicales ofrecidos durante las dos primeras jornadas.
Las distancias son enormes en Tecnópolis. Entre un pabellón y otro hay entre 100 y 500 metros que sólo se pueden recorrer a pie, al aire libre y sin árboles o edificios que frenen el viento. Pero el esfuerzo bien vale la pena ante toda la información que espera en los stands, las salas de conferencias, las exposiciones y los escenarios, todo equipado con tecnología de última generación. Así, la segunda edición del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) resulta una gigantesca metáfora del camino al conocimiento. Una vez frente al vasto programa de actividades relacionadas con el cine, el teatro, la danza, la música, la literatura, el diseño y los videojuegos, uno también siente que está más que justificado el esfuerzo que implica acceder al predio de Villa Martelli, aun considerando los micros gratuitos (especialmente dispuestos para el MICA) que cada media hora salen desde Plaza Italia.
Organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación con apoyo de siete ministerios nacionales, el evento tiene como principal objetivo generar negocios entre artistas y productores argentinos con sus pares del resto del mundo. Por eso, el foco de la mayoría de los asistentes está puesto en las rondas de negocios, instancias de diálogo entre oferentes de trabajos artísticos y sus posibles contratantes o socios en citas coordinadas por las autoridades del MICA. Simultáneamente, se genera un formidable intercambio de información entre artistas y gestores culturales de diferentes países.
El área Música, coordinada por el productor Fer Isella, incluye charlas, entrevistas públicas, la presentación de festivales internacionales y una Muestra Federal de Música, integrada por “showcases”. Melografías estuvo en las dos primeras noches de esos shows breves (de no más de media hora) que poblaron de sonidos nacionales el Galpón Joven de Tecnópolis.
Poco después del atardecer, el jueves tuvo un arranque fuerte, de esos que templan el espíritu, con el folclore eléctrico de Tremor, el trío liderado por Leonardo Martinelli que tiene en bombo legüero a Camilo Carabajal. En marcado contraste de energías y volúmenes, la cantante Karina Beorlegui vino después a entregar dosis de tango y fado junto a las guitarras de Los Primos Gabino. Las músicas típicas de Buenos Aires y Lisboa (hermanadas además por sus similares orígenes y letrísticas) tuvieron así intérpretes avezados que hicieron su mejor esfuerzo por superar los problemas de acústica del lugar, de techo muy alto y casi ningún material absorbente. Tras un breve intervalo, llegaron los ritmos litoraleños del acordeonista Hernán Crespo, cuyas sutiles alquimias instrumentales fueron bien adjetivadas por ahí como “cinematográficas”. Al frente de un grupo compuesto además por un contrabajo, una guitarra y un violín, Hernán cuenta por momentos con el oportuno aporte vocal de Dolores Ocampo. La noche se coronó con las excentricidades de Mariana Baraj, reconocida por su capacidad para jugar con la voz hasta el límite de lo sensato, al abordar el folclore del noroeste. Baraj llevó la baguala a formas inusuales, como la acelerada y muy vestida de acompañamientos con que cerró la parte formal de su show.
Poco después, el show central de la noche fue protagonizado por Soledad Pastorutti en otro espacio del predio. Respaldada por una poderosa banda, La Sole encendió rápido el fervor de sus fans con clásicos de su trayectoria (de ya 17 años) para luego lucirse acompañada por una serie de invitados diversos: desde el chamamecero Mario Bofill hasta Javier Calamaro, pasando por Peteco Carabajal y Miguel Ángel Roda, el cantante surgido del programa de televisión “La voz argentina”.
Anteayer el showcase de música fue inaugurado por la Babel Orkesta, esmerada propuesta musical-teatral que apela al humor y lo festivo con un reportorio bien amplio, que abarca desde el chamamé y el malambo hasta la música balcánica o la tradicional italiana. A continuación, la inclasificable Sofía Viola acercó algunos de los mejores momentos de la noche. Solita con su charango o su guitarra, se las arregló para conmover con canciones propias de personal estilo, incluyendo rarezas tales como la de una cumbia en guaraní. Ya con otras pretensiones, mostró luego lo suyo el Marco Sanguinetti Quarteto, formación de timbres jazzeros más un DJ proveedor de “scracthes”. También con obra propia, los liderados por el pianista que da nombre al grupo desafiaron las categorías estilísticas pero sin llegar a emocionar. El Quinteto Violentango, en cambio, sí logró tocar algunas fibras íntimas al desplegar su entramado rockero-piazzolleano desde dos guitarras, un bajo, un bandoneón y percusión.
Para ayer estaban previstas las actuaciones de Tapones de punta, Gastón Nakazato, Luvi Torres y Gaby Kerpel. Para hoy, las de Tomi Lebrero y su Puchero Misterioso, Carlos “Negro” Aguirre, Loli Molina y Raúl Carnota Trío (ver nuestra Agenda de Recomendaciones para más datos). La programación completa del MICA está disponible en http://www.mica.gob.ar/
Así como es loable que se logre armar un panorama plural de expresiones musicales emergentes como vidriera para los productores extranjeros, cabe preguntarse por qué algunos nombres se repiten tanto en los festivales y eventos organizados por organismos oficiales. Simultáneamente, el rótulo de “federal” no fue oportuno para una muestra animada casi exclusivamente por artistas del área metropolitana.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, Sofía Viola. Foto tomada de su Facebook.
Publicado el 14-4-2013.