Con un formato propio de la época dorada del jazz, la Artistry Big Band impacta por la potencia de unos vientos armoniosamente ensamblados. Indagamos en la esencia de la multitudinaria agrupación al analizar su flamante primer disco con ayuda de su baterista, Bruno Varela.
Ya la denominación de “big band” remite a otra época. Ese formato numeroso, basado en instrumentos de viento y dividido en secciones dejó de verse en las últimas décadas del siglo XX. Por eso, crear una hoy en día, de manera independiente y con músicos jóvenes que se comprometan a cumplir con un ensayo semanal más frecuentes actuaciones, suena como algo inverosímil. Y llegar a grabar con esa fórmula un disco a nivel profesional, un pequeño milagro. Sin embargo, ahí están los 18 integrantes de la Artistry Big Band para refutar la incredulidad de los más escépticos con esos y otros logros conseguidos a lo largo de cinco años.
Este mes, la numerosa agrupación es noticia por la salida de su primer disco, titulado simplemente Artistry. “Arte, pericia, habilidad” quiere decir esa palabra del inglés que es clave para acercarse a la identidad de la banda, porque con ese vocablo –para nosotros algo trabalenguas– empiezan los nombres de varios temas escritos por Stan Kenton, pianista y director de orquesta estadounidense que es referente de estilo y repertorio para el ensamble creado a principios de 2008 por el saxofonista Emanuel Brusa. Con el tiempo, el grupo fue sumando obras propias y ajenas de estéticas afines a la de Kenton, tanto en eventos como en conciertos públicos.
Reflejo de esa diversificación es el CD debut, una portentosa muestra de lo que pueden provocar seis saxos, seis trompetas y cinco trombones sostenidos por una guitarra, un piano, un contrabajo y una batería. “Es un disco bastante ecléctico, no tiene sólo swing o sólo moderno”, lo define Bruno Varela, el baterista de la Artistry, en diálogo con Melografías. Es verdad: no faltan piezas de Stan Kenton (como Painted rhythm o Artistry in rhythm), pero además aparecen seis temas de producción propia (dos de Brusa y cuatro del también saxofonista Alejo von der Pahlen). De los ajenos, hay dos que se recortan nítidamente por su naturaleza menos jazzera: Flor de lis, del brasileño Djavan y Cuando el rey Nimrod, un motivo tradicional judío. En esos dos segmentos se suma Rodrigo Herraz Viglieca como percusionista invitado. “Yo podía llegar a arreglarme, pero nos pareció mejor llamar a alguien especialista en pandeiro y derbake”, cuenta Bruno al repasar el trabajo que, si bien a fines de 2010 ya estaba grabado, por distintas razones tuvo que esperar hasta hoy para figurar en las bateas.
Llevado a describir el lenguaje de la banda, Varela habla de “lo clásico para big bands: arreglos de Sammy Nestico y de Bill Holman, algunos de los que se tocaban en las orquestas de Count Basie...” Ideas que sólo podían ser concretadas por una pequeña multitud. La convocatoria original de Brusa, que lo abarcó a él, al trombonista Santiago Castellani y al saxofonista Christian Terán, derivó luego en el grupo de 22 músicos que terminaron plasmando Artistry. Muchos sumaron ideas propias a las partituras de Kenton; todos aportaron a una argamasa sonora de muchas capas, especialmente valorada en reductos jazzeros de Buenos Aires como Jazz & Pop.
Claro que lo estrictamente musical no es lo único a coordinar. “Llevar adelante una big band es complejo –admite el baterista–. Mover la estructura de la Artistry es caro y no podemos tocar en cualquier lugar. Además no tenemos un director. Emanuel y yo coordinamos todo por una cuestión de antigüedad y hay como líderes de cada sección, pero no como algo impuesto sino como algo que se fue dando. Todos los demás hacen algún aporte importante a la banda. Por eso, y porque nos autofinanciamos entre todos, decimos que somos una cooperativa”. Tampoco tienen un manager o productor, cuyas tareas cumplen ellos mismos “a pulmón”. Los esfuerzos conducen a una fuerte identificación con el proyecto, según asegura el entrevistado. “Creo que llevamos cinco años tocando en buena medida porque no hay uno solo que dé órdenes o sugerencias. Cuando hay alguien dirigiendo, los músicos por lo general empiezan a reclamar esto o lo otro. Acá todos sentimos que el grupo es nuestro”.
En el plano humano, la autogestión también depara gratos momentos. “Es lindo, es como un club. Tocar en una orquesta es como una escuela de vida. Hay que compartir, hay que consensuar... Y como en nuestro caso, todo se habla, en el camino surgen ideas, chistes, peleas, amor, de todo”, cuenta Bruno al resumir la conviviencia entre los miembros de la banda, que promedian los 30 años y cultivan el arte de combinar los horarios para no descuidar otros trabajos.
Para el baterista, otra ventaja del formato es la atracción que ejercen dos decenas de personas interactuando con sus instrumentos, muchos de timbres inusuales para los oyentes. “Con una propuesta así podés acceder a todo tipo de público. Es más fácil encontrar gente que se detenga a escuchar a una big band que a un quinteto de hard bop”, señala, para luego preguntar, confiado: "¿a quién no le va a gustar ver tanta gente tocando junta?”. Efectivamente, es muy fuerte lo que se vive al sentir el vendaval que producen los bronces de la Artistry en vivo. Por eso, cabe agendar la fecha de presentación formal del primer disco de la mega-banda (el 7-5 en Café Vinilo, Gorriti 3780, CABA), así como la siguiente cita (el 27-5 en Jazz & Pop, Paraná 340, CABA).
Carlos Bevilacqua
En la imagen, la Artistry Big Band. Foto gentileza de Yamila de la Fuente.
Publicado el 20-4-2013.