Como dos hermanos


En principio vistos como géneros distantes, el tango y el samba suenan afines en el primer disco solista de Gisela Magri, cantante platense de notables condiciones que se luce acompañada por una original instrumentación.

       Al escuchar el disco debut de Gisela Magri como solista uno se pregunta: ¿cómo es que no supimos antes sobre ella? Sus condiciones vocales, el criterio para seleccionar el repertorio, los arreglos que visten las canciones, todo habla de una artista de excepción. No es que sea una persona mayor, ni mucho menos (nació en 1982), pero un talento como el suyo ya podría haber trascendido entre los melómanos porteños. La propia artista responde al interrogante: "Un poco ser de La Plata tiene que ver, porque allá formo parte de un circuito pero acá (por la Ciudad de Buenos Aires) toqué poco y sobre todo con mis grupos anteriores (N. de la R.: se refiere a un cuarteto y a dos dúos, todos de naturaleza tanguera). Otro factor que puede haber influido es la multiplicidad de intereses que muestra Gisela, quien reúne experiencias en danza-teatro (como intérprete y compositora) y un título universitario en antropología, que hoy derivó en un trabajo de investigación rentado a través de una beca. "Lo hice todo a la par, el camino fue multiforme", cuenta.
      Pero si por un lado esas ocupaciones pueden haber demorado su llegada a un público masivo, por otro parecen haber potenciado sus dotes de intérprete. De hecho, Glicina oscura, tango y samba enredados (editado por Acqua Records en 2012) formó parte de un proyecto de investigación a nivel académico. A lo largo de las 13 pistas, se percibe un conocimiento profundo de los dos géneros, imbricados por las temáticas de las canciones, oportunas instrumentaciones y la traducción al castellano de algunas letras en portugués. Todo lo cual revela parentescos que no solemos tener presentes al ponderar las músicas típicas de Buenos Aires y Río de Janeiro. "Según algunas teorías musicológicas, el tango y el samba tienen un tronco común en la habanera –señala Magri en diálogo con Melografías–. Pero con este disco no me propuse legitimar eso. A mí me impactó mucho cómo se transformaron en músicas masivas que construyeron identidades nacionales a partir de una integración de tradiciones, porque aparecen lo afro, lo europeo y la criollez. También es muy interesante la fuerte relación que ambos géneros establecen con la radio y el cine, que son los primeros medios masivos de comunicación. Lo mismo lo que representan como eje del salón de baile en tanto fenómeno social".
      En el CD, que la cantante presentará el 22-5 con un recital en el Café Vinilo de Buenos Aires, las tradiciones de acá y allá suenan insospechadamente afines por el tamiz de la voz entera, dúctil y expresiva de Gisela pero también, por la estratégica selección del material interpretado. Piezas de las épocas doradas de ambos géneros pero en su mayoría poco versionadas muestran zonas de intersección, como ocurre con la fiesta de Momo entre los tangos Carnaval de mi barrio (Rubinstein), Carnaval (Aieta y García Jiménez) y el samba Direito de sambar (Batatinha), que se escuchan de manera consecutiva. Otras veces las canciones se integran en una misma pista, como pasa con Mares timoneiro (tándem formado entre un poema de Juan Gelman musicalizado por el Tata Cedrón y un samba de Paulinho de Viola y Herminio Bello de Carvalho) o en Indiferencia y filosofía (a partir del tango de Juan Carlos Thorry y Rodolfo Biagi y el samba de Noel Rosa y André Filho). "Son temas representativos de diferentes épocas y hay perlitas como O samba e o tango (El samba y el tango), que habla de los dos géneros. Entre los que más me gustan a nivel poético, elegí aquellos que sentí más maduros en cuanto a mis interpretaciones. Pero fue muy difícil dejar algunos afuera", cuenta Gisela. En el caso particular de Lenço no pescoço-Rapaz folgado, la asociación viene dada: es la primera tanda de una polémica entre Wilson Battista y Noel Rosa, dos sambistas paradigmáticos.
      Aunque diferentes entre sí, las instrumentaciones y los arreglos también cohesionan los registros con un criterio estético común, que tiene la particularidad de subrayar la belleza esencial de cada canción con ideas atípicas. Al respecto, la cantante nombra inmediatamente a Diego Ferronato, pianista y arreglador de la mayor parte del disco. "Hay aportes míos y de los demás integrantes de la banda, pero el laburo fundamental fue de Diego, que es tucumano y hace tiempo que crea su propia música. Al venir más del folclore y de la canción, tiene un oído diferente a lo común en el tango", asegura al considerar una panorama tímbrico que no incluye casi nada de bandoneón. Sí suenan, en logrado ensamble, un cavaquinho (a cargo de Fernando Álvarez), una guitarra criolla y otra de siete cuerdas (en manos de Martín Acosta) y una vasta percusión (aportada por Mauricio Mentasti, Alejo Quiroga y Juan Zabala). Al mismo tiempo, es significativo el aporte de una multitud de músicos invitados, entre los que están la cantante Lidia Borda, el armoniquista Daniel Chappet y los guitarristas Patricio Gómez Saavedra, Mintcho Garramone y Nicolás "Choco" Ciocchini.
      El título del disco, a su vez, implica otra fuente de sentidos. "La glicina es una flor muy asociada a la poética clásica del tango, que además tiene la característica de formar como una red con los tallos. Lo de 'oscura' no es literal, alude a mi intención de hacer algo más que juntar géneros para armar como una poligamia de colores". Acaso una flor nueva, a partir de los conocidos tonos de violeta.

Carlos Bevilacqua

Publicado el 12-5-2013.