Para el autoconocimiento


La voz de Marina Santillán cala hondo, tal como puede experimentarse al escuchar su único disco solista, Mar adentro. Una formación holística, inusual, se revela en esta charla como un factor determinante de su estilo.

      No es fácil escucharla en vivo en Buenos Aires. Ella misma admite que fue poco y nada lo que cantó en la metrópolis durante los últimos tres años. "Acá es difícil conseguir lugares para tocar –explica acodada en un bar de San Telmo–. Hay que pedir las fechas con muchísima anticipación, los locales tienen sus favoritismos... Pero más allá de eso, a fines de 2010 me agobió la ciudad. Había estado presentando el disco en formato de banda, con todo el laburo que eso implica para un artista independiente y, cansada de ese esfuerzo, empecé a trabajar en células más chicas. Hasta que me explotó el bocho y me fui a vivir a Neuquén. Volví recién en marzo de 2012. Desde entonces, hice muchas giras por el interior. Recién ahora siento que estoy lista para volver a cantar acá, pero no sé muy bien cómo subirme al bondi".
      Por ahora, la posibilidad más concreta de escuchar a Marina Santillán en Capital y Gran Buenos Aires es a través del bellísimo disco solista que editó en 2008 bajo el título de Mar adentro. Una particular sabiduría emana tanto de las once canciones elegidas como de su estilo vocal, limpio y hondo. “Busqué concienzudamente que fuese un disco luminoso y que estuviese muy presente el niño interno. Si bien mi mirada del mundo no es rosa, sí me interesa rescatar la luz”, cuenta respecto de un concepto que también guarda claves en el título del trabajo. “Mis viejos me pusieron Marina porque me concibieron en la costa. Mar adentro alude a algo que sale de mi interior y además juega con ‘Tierra adentro’, porque es un disco de folclore”, agrega.
      Las evidentes virtudes interpretativas de Marina se reparten parejas sobre un reportorio que abarca piezas de autores históricos de la música de raíz (como Pepe Núñez, Juan Falú y Hamlet Lima Quintana), otros más recientes (como Jorge Fandermole) y hasta tres compuestas por ella misma. Así las justifica: “Todas tienen letras con mensajes que quería transmitir. En ese sentido, hay mucha ideología, no partidaria, pero sí filosófica o humanística. También era muy importante que en mi primer disco hubiese algo de obra mía, porque lo que viene va a acentuar esa veta”.
     Mar adentro, cuya segunda edición todavía puede conseguirse en disquerías de diferentes ciudades del país y a través del sitio web sitemusic.com.ar, tiene otro plano diáfano, brillante y conmovedor en su orquestación. Urdida por un total de dieciséis músicos, se basó en la guitarra de Matías Arriazu y el piano de Emmanuel Álvarez, quienes a su vez fueron los arregladores de la mitad del material. El resto fue arreglado por diferentes músicos que participaron de la grabación. Al llegar a Para un amanecer, Santillán comenta: “Su autor, Miguel Condomí, es uno de los desaparecidos, no era músico profesional pero estaba a full con la guitarra y el canto en las villas, un militante muy comprometido. En parte por eso, siento ese tema como un homenaje a las víctimas de la dictadura”.
      En su repaso del repertorio, la infancia asoma en al menos dos pistas. “La Zamba del duraznillo la conozco desde que soy chiquita porque Oscar Alem es amigo de mi mamá, entonces representa un poco el legado musical de mi familia”, explica, para luego emocionarse con todo lo que encierra Marina (la canción de Sebastián Monk): “En la letra se enumera todo lo que pasa en una casa cuando llega una niña con ese nombre, pero además es muy fuerte para mí porque Sebastián fue alguien que siempre admiré mucho y con quien llegué a trabajar como parte de su banda”. Sobre el final de esa pista se puede escuchar a la entrevistada, a los cuatro años, cantando una canción de María Elena Walsh en la única grabación que hay de su niñez.
      Como un apéndice más de su labor artística, hay una Santillán docente que también se distingue del promedio. “Más que clases de canto, lo que yo ofrezco es un espacio de articulación entre el canto y las emociones –asegura–. Ahí vuelco todo lo que hice a nivel artístico, espiritual y terapéutico. Para mí, el arte está muy vinculado a la salud”.
      Su formación como cantante es difícil de resumir, marcada desde un comienzo por el ambiente familiar (padres artistas, abuelo destacado crítico de espectáculos, primaria en el Instituto Vocacional de Arte Labardén y mucha butaca del Teatro Colón desde temprana edad). “Mi primera profesora fue mi vieja, no sólo porque en casa se la pasaba cantando, sino porque durante mi adolescencia tomaba con ella tres clases por semana”, rememora sobre un período en el que paralelamente cursaba el secundario en el exigente Nacional Buenos Aires. El camino estuvo jalonado luego por la carrera de Musicoterapia en la UBA, la de canto para folklore en la EMPA y clases particulares de canto, guitarra, percusión y composición. “A nivel corporal, también hice un montón de cosas desde chiquita –soprende, hoy desde sus 33 años–: danza, barra à terre, expresión corporal... No soy bailarina profesional, pero mi cuerpo me responde, estoy muy conectada con él”.
      Una vez más, el pasado explica el presente. En este caso, el de una artista singular, llena de aptitudes todavía ignoradas a nivel masivo.

Carlos Bevilacqua
  
En la imagen, Marina Santillán retratada durante un show por Luis Brizuela.

Publicado el 9-6-2013.