Cuando el tango se ríe de sí mismo


Ofidio Dellasoppa, el personaje creado e interpretado por Silvio Cattáneo, presenta por estos días un nuevo disco junto a los guitarristas Claudio Ceccoli y Felipe Traine (Las Cuerdas Flojas). Los invitamos a conocer a un cantor de boliche tan presumido como anacrónico.

      Si bien a lo largo de su historia el tango fue rico en autorreferencias, no suele mirarse el ombligo con sentido del humor. Recluso en su mandato de melancólica filosofía, rara vez abandona la solemnidad. Si acaso asoma, el humor tiene formas muy peculiares, pero no llega a referirse al propio estereotipo tanguero. Por eso, cada show de Ofidio Dellasoppa y Las Cuerdas Flojas constituye un fenómeno de original encanto. El trío que lidera el cantor y guitarrista Silvio Cattáneo le apunta directo a la comicidad con excelentes resultados. No sólo por las carcajadas que despierta en el público durante buena parte de las funciones, sino también por la calidad del material con que lo logra.
      Producido para el escenario, Cattáneo resulta un personaje (Ofidio Dellasoppa) a simple vista: peinado para atrás a la gomina, una voz impostadamente gardeliana y un traje cuya corbata ajusta obsesivamente. Se trata de un presuntuoso cantor de boliche que va presentando sus propias composiciones con aire formal y grandilocuente. Lo acompañan dos secuaces de similar aspecto, tan anacrónicos como él, en guitarrón (Felipe Traine, alias Elíseo Campos) y en guitarra de ocho cuerdas, Claudio Ceccoli (alias Anímedes del Valle). Juntos van desgranando un repertorio de letras desopilantes, que cubren un amplio espectro de temáticas. Las canciones pueden narrar un idilio unilateral con una cajera de supermercado chino, al rato ensalzar la figura del faraón egipcio Tutankamón y más tarde lamentar el desguace de su viejo automóvil Valiant tras sufrir un robo.
      La parodia del estereotipo tanguero es permanente en la puesta en escena y los modos, pero se torna aún más explícita en temas como el inicial del show, donde Dellasoppa da consejos para escribir “una buena letra de tango”. Allí enumera una serie de lugares comunes que definen la cosmogonía tanguera desde hace ya un siglo. Más que pena, el hombre abandonado (o perjudicado) de las letras, da gracia por lo extremo de las situaciones. Como la que vive el personaje de las canciones al invitar a salir a una dama capaz de comer una docena de platos en una misma cena, a otra muy afecta de las bebidas alcohólicas y a otra que termina cobrando cara la cortesía de acompañarla en colectivo porque vive demasiado lejos.
      Los hilarantes relatos de los versos no serían tan efectivos si no estuvieran contenidos por el vuelo guitarrístico de los intérpretes. Dúctiles, virtuosos y ocurrentes, entre los tres construyen una trama instrumental que es cosa seria. En ese plano, siguen estructuras diseñadas en su mayoría por Cattáneo, un par sin letra escritas por Ceccoli y hasta algunos “covers" de otros palos, como Rosa, Rosa de Sandro o Moscato, pizza y fainá de Memphis La Blusera, siempre en clave tanguera. Además, cada tanto asoman citas musicales diversas en el fluir de algunos punteos, sin que por eso se pierda el sabor arrabalero del todo. Así como es evidente que los tres buscan divertirse mientras trabajan, también queda claro que tienen muchas herramientas disponibles para hacerlo, sea por conocimiento del género, por destrezas musicales o por lo ingenioso de algunas ideas.
      Tampoco es menor el carácter teatral del show, que si bien se basa en la música tiene en los mini-discursos de Ofidio para presentar cada tramo y en las complicidades de sus compañeros, un soporte fundamental. Algunos presumiblemente pautados, otros necesariamente improvisados, los gestos, las miradas cruzadas y hasta los silencios, ayudan a construir una de esas ficciones que uno acepta creer de buen grado, más allá de su verosimilitud. Todo sea por el gusto de revisar, con sentido crítico, los dogmas de un símbolo de nuestra identidad. Y, en el camino, reír de lo lindo. 
      El recital descripto, que se replicará el próximo jueves 8 de agosto a las 20:30 en Salta y Resto (Salta 755, CABA), forma parte de un ciclo con el que el trío presenta su tercer disco, Ruinas de tango. Como en la grabación, en el espectáculo participa el humorista Maicas recitando un par de poesías que le pertenecen. Lo hace durante un breve intervalo y al estilo Héctor Gagliardi. Como dibujante, Maicas participó además en el CD aportando atractivas imágenes al arte de tapa de un trabajo que mantiene la línea estilística de los anteriores, Tangus bonaerensis (2006) y Propulsión a tango (2009).
      El personaje de Ofidio Dellasoppa había nacido a fines de los '90, cuando Silvio acompañaba a Soledad Villamil en el espectáculo musical Glorias porteñas, que también había llegado al disco en dos oportunidades. Pero recién en los últimos años Dellasoppa ganó un espacio propio para desarrollar a sus anchas la retórica tradicionalista que lo caracteriza. Un logro digno de festejo.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, Ceccoli, Cattáneo y Traine.

Publicado el 3-8-2013.