Por error mío de no prestarle atención a la prensa. Tengo una anécdota que es muy elocuente: tocando en el Carnegie Hall de Nueva York con Ginamaría Hidalgo (actuábamos los dos solitos en semejante escenario), de pronto viene un periodista del New York Times a hacernos una nota y yo, sin saber bien por qué, me hice a un lado. Tal vez por la comodidad de laburar mucho y ganar bien manteniéndome en un segundo plano. Yo vengo de una familia muy humilde, entonces mi principal objetivo durante muchos años fue ganar unos mangos para que mis viejos pudiesen vivir mejor. De hecho, de joven me convocaron para ser solista de guitarra y lo rechacé. Fui a los papeles, dije: "con esto gano guita, a ver si con lo otro me va mal..." Pero podría haber tenido una carrera similar a la de Cacho Tirao, que antes de dedicarse a ser solista hizo un camino parecido al mío, tocaba de todo para otros.
¿Y qué se aprende acompañando a tantos cantantes durante tantos años?
El trabajo de acompañante es un laburo en el que vos trabajás para el intérprete, no para el público. Entonces no es muy lucido, pero es muy difícil porque cada cantante tiene su estilo. El solista toca para el público; el sesionista no, toca para el artista que lo convocó. Cuando yo acompaño a un cantante, tengo que conectarme con el cantante y saber qué es lo que quiere, cómo ayudarlo. Hay que estar muy atento, siguiendo incluso los errores del cantante. Tengo que saber crear los climas para que el tipo gane. En cierto sentido, es una relación de colaboración.
¿Cuáles son los mayores orgullos de tu carrera?
El trabajo con Ginamaría Hidalgo fue muy importante para mí. Yo tenía apenas 19 años cuando empecé con ella. Imaginate: yo salía del conservatorio, había acompañado a un montón de cantantes, pero de pronto tuve que escribir un arreglo para la Orquesta Sinfónica de Los Ángeles, porque ella cantaba música clásica, además de popular. Era una mina muy formada que nunca dejó de estudiar, incluso guitarra, que había estudiado con el famoso concertista español Andrés Segovia.
Otro laburo importante fue con Rubén Juárez. Con él empecé en el año '74, en su primer grupo, que era un trío. El Negro fue un creador impresionante, con el cual aprendí un montón. Cantaba y se acompañaba al bandoneón de una manera muy especial. Siempre admiré su facilidad para la música en general.
Después hubo un momento muy fuerte para mí, que fue la reconstrucción del Octeto Piazzolla, organizada por Daniel (el hijo de Ástor) con músicos que alguna vez habían pasado por las filas del papá. Tocamos en el Teatro Ópera con gente como Chick Corea, Gary Barton y Danilo Pérez. Yo no tuve una gran relación personal con Piazzolla, sino con su música. La descubrí por radio cuando tenía 11 años. En esa época, lo único que tenía en la cabeza era música clásica. Entonces, cuando lo escucho digo: "¡Por dios!, ¡¿qué es esto?!" Cuando se lo comento a mi maestro de armonía, él me responde: "Bueno, pibe, ya está, no hay nada más que decir, seguí escuchándolo". Para mí Ástor fue de lo más grande que dio la música en general. Yo lo igualo a mis grandes ídolos de la música clásica: Debussy, Bartok, Chopin...
Tampoco puedo omitir al "Polaco" Goyeneche, que me enseñó mucho de música y de vida.
Estuviste con él en Sur, esa película emblemática de "Pino" Solanas.
Sí, una película muy importante de todo ese cine post-dictadura. Yo aparezco al comienzo, por la mitad y también al final, porque en la historia se van muriendo todos los personajes músicos menos yo (ríe). Recuerdo que el Polaco estaba muy preocupado por su labor actoral, porque él no era actor. Entonces, "Pino" le dijo: "Yo no quiero que actúes, quiero que hagas del 'Polaco' Goyeneche". Y ahí el Polaco se soltó. Todo lo que se escucha está grabado en vivo, porque "Pino" quiso atrapar la frescura del momento. Nos filmaron a nosotros tocando y a él cantando ahí, en esa calle cerca de la estación de trenes de Barracas, de noche. Y el Polaco estuvo estupendo. Un groso. Pero mucho antes de eso, yo había trabajado muchísimo con el Polaco en giras por el interior y en boliches. Un tipo adorable, muy tierno.
En pocas palabras, ¿qué significaron para vos estos referentes?
Osvaldo Piro: un renovador, primero porque usó una formación totalmente distinta: un solo bandoneón, un conjunto de cuerdas, guitarra, piano y bajo. Los arreglos tenían una característica diferente al tango convencional. Yo formé parte de su octeto en los años '80.
José Colángelo: otro tipo interesante que, al igual que Piro, abrió el juego. Para empezar, no tenía violín, que es algo muy raro en el tango. Yo laburé con su cuarteto, que era sumamente moderno y de alguna manera fue una continuación del viejo cuarteto de Troilo.
Osvaldo Berlingieri: aparte de ser alguien que adoro, es un innovador, un tipo que supo combinar y que le cambió los planes a Troilo. La forma de tocar de Berlingieri tiene mucho del jazz y de la música clásica, aunque él lo niegue. Además el Tano, al igual que todos los de nuestra generación, se ganó el mango tocando diferentes ritmos. Antes de tocar con Troilo, Berlingieri hizo una gira por Arabia Saudita tocando música tropical (ríe). Yo me acuerdo de eso.
A lo largo de tantos años debés haber probado diferentes guitarras.
Sí, yo toqué en general la criolla y la guitarra eléctrica. La criolla y la electroacústica requieren la misma técnica, la eléctrica requiere otro tipo de técnica porque los acordes son más cortitos, pero la guitarra es igual en el sentido de que se afina distinto, pero los acordes tienen la misma disposición. También toqué guitarrón y eventualmente he tocado el requinto y un poquito el banjo.
¿Conservás instrumentos de tu carrera?
Sí, conservo la guitarra de mi padre, que es la que usé para los primeros 25 años de mi carrera. Mi viejo era amigo del luthier que se la hizo, en el año '47. Además tengo una Fender y una Gibson de aquellas épocas. Ahora estoy como enamorado de dos o tres violas, como mi eléctrica, que es una Ibanez modelo Pat Metheny. Pero además tengo una guitarra Del Vecchio, que me hicieron especialmente para mí en Brasil y que es una guitarra enorme, tipo guitarrón de cuerdas de acero. Y acá también un luthier de Bariloche, llamado Gastón Mazzola, me hizo una guitarra que lleva mi nombre.
La charla tiene una insospechada coda cuando Luzzi sugiere volver a encender el grabador para hablar de su microprograma radial "Con clave musical", que se emite por Radio Belgrano (AM 650), los sábados a las 17:30, con repetición los miércoles y los viernes a las 0:30. "Fue una idea mía, que Eduardo Marino (el conductor del programa madre) aceptó gustoso. Es un espacio de entrevistas con gente relacionada con la música. Ya pasaron Osvaldo Berlingieri, Daniel Binelli, Cristian Zárate, Héctor Gióvine, Donna Carol... Me siento muy feliz haciéndolo, tal vez porque empecé en un programa de radio". Un berretín en el que –según comprobamos– aprovecha su cercanía previa con los entrevistados para conseguir charlas sabrosas en un clima intimista.
Carlos Bevilacqua
Publicado el 12-10-2013.