Por primera vez con repertorio propio, la cantante Lorena Astudillo concibió un disco luminoso, filosófico y diverso que presenta en vivo por estos días. Ella misma nos ayuda a entender por qué es así Un mar de flores.
Escuchando la discografía completa de Lorena Astudillo se puede percibir la enorme evolución que tuvo desde 1999. Desde entonces, cuando editó su primer CD solista con obra del “Cuchi” Leguizamón, la talentosa cantante mostró diferentes estilos al sumar algunos recursos y descartar otros. Aunque con distintas consignas, sus grabaciones se mantuvieron dentro del estricto campo del folclore hasta este año, cuando sorprendió gratamente con Un mar de flores, trabajo independiente de impecable calidad sonora en el que dejó fluir su creatividad hacia canciones de variada índole.
“Este paisaje que ahora me atoró también me provoca muchas emociones, por eso en este disco hay varios temas que tienen que ver con lo urbano”, explica Lorena, al comienzo de la entrevista, con la respiración todavía agitada por haber tenido que lidiar con el denso tránsito vehicular que caracteriza a Buenos Aires los viernes a la tardecita. “Yo no pensaba hacer un disco –prosigue–. Es más: estaba atravesando una especie de crisis existencial. Pero me encontré con un torrente creativo a partir de una experiencia muy enriquecedora con Bobby McFerrin. Para mí él es un ídolo total, algo así como la música hecha persona. En una masterclass que dio en Argentina los alumnos le preguntamos cómo improvisa y nos contestó que la improvisación es movimiento, que el movimiento es vida y que lo importante es no descartar ninguna de las ideas que aparecen. Le hice caso. Empecé a improvisar al menos diez minutos por día en casa, pero también mientras caminaba o viajaba en auto, grabador en mano. Así empezaron a aparecer frases y melodías interesantes”.
Un mar de flores, el quinto CD de su carrera, es además el primero compuesto en su gran mayoría por piezas propias (13 sobre un total de 15). “Si bien como intérprete de obras ajenas también trabajo muy profundamente, acá, al cantar lo mío, hubo todavía un poco más de ese esfuerzo que implica construir cada parte, encontrar las palabras justas, las métricas, los arreglos”, dice respecto de un manojo heterogéneo de canciones, que conmueven desde diferentes ritmos, instrumentaciones y temáticas.
De éstas últimas se desprenden otros ejes del disco, como la femineidad que aparece de una u otra forma en buena parte del repertorio. “Es el disco más femenino de los cinco –admite ella–. No fue algo que me haya propuesto, lo hice y después me encontré con la sensibilidad femenina al tratar de describirlo. Una sensibilidad que es muy lábil: nuestros ánimos van cambiando, muchas veces según ciclos que son difíciles de comprender para los jardineros fieles (como yo llamo a los varones), que a pesar de eso propician y acompañan. Por eso, en su arte de tapa el disco también está dedicado a los hombres, que son los que nos permiten ser”.
A su vez, y en contraste con los anteriores de Lorena, este último resulta un disco luminoso. Así reflexiona ella sobre el carácter filosófico, aunque no presuntuoso, de las letras: “Efectivamente, el disco tiene que ver con la celebración. Desde mis primeras presentaciones aprendí que recalar en el dolor no sirve. Para triste ya está la vida. Yo creo que una de las funciones fundamentales del arte es reconfortar”.
En lo estrictamente musical, Un mar de flores es un mosaico. “Lo de la diversidad fue algo que yo misma me permití. Me dije: ‘si yo escribo ya hay una unidad porque yo soy la autora de todas las canciones. Y si la mejor forma que encuentro es un candombe o un tango, eso serán'. Igual, nada deja de ser música folclórica de la región”, observa ella. Los ropajes instrumentales varían mucho entre una pista y otra. En la mitad de los casos, bajo los arreglos y dirección del pianista Pablo Fraguela; en la otra bajo el criterio de los notables artistas invitados para diferentes desafíos: el guitarrista Osvaldo Burucuá en la vidala bagualera Ollita de barro, el pianista Eduardo Spinassi en la chacarera La sin nombre, el percusionista uruguayo Hugo Fattorusso en el candombe Libre de culpa y cargo, la pianista Lilián Saba en la canción De tanto esperar y el bajista uruguayo Daniel Maza (con quien Astudillo había grabado todo un disco) en otro candombe: El arte de los oficios, con el que se cierra el CD. Cabe destacar además las participaciones del violinista Ramiro Gallo en dos pasajes y de los hermanos correntinos Rudi y Nini Flores en Mi chamamecito. “En total participaron 30 músicos, así que fue un trabajo muy intenso”, resume Lorena.
El esfuerzo valió la pena. El año y medio de producción, que tuvo en Ariel Gato un eficaz ingeniero de sonido, redundó en un todo tan atractivo como original que hoy puede adquirirse en formato físico no sólo en disquerías sino también a través de Site Music (www.sitemusic.com.ar) y en formato digital (ya sea completo o por temas) en www.cdbaby.com.
Tras una fecha de presentación formal en La Trastienda y una gira que la llevó a Córdoba, Neuquén y General Roca, el nuevo álbum volverá a ser presentado hoy, pasada la medianoche, en Clásica y Moderna (Callao 892, CABA), el 29-11 en la ciudad de San Juan y el 14-12, a las 21, en Café Vinilo (Gorriti 3780, CABA).
Carlos Bevilacqua
Publicado el 22-11-2013.
Arriba, la imagen de portada de Un mar de flores. Foto de Sebastián Miquel.