Por aguas profundas

El interior del país, pero también del alma humana, define a Delirio gaucho, el disco en el que la cantante y actriz Alejandra Radano plasmó un personal talento interpretativo que también pudimos apreciar en vivo.

      El diccionario describe "delirio" como una confusión mental constituida por alucinacio- nes, pensamientos absurdos e incoherentes que se repiten constantemente. Pero Alejandra Radano, en el disco Delirio gaucho, Canciones del interior, realiza un recorrido coherente y vinculado con una realidad actual: la búsqueda y revalorización de culturas y expresiones artísticas que se han encontrado históricamente en los márgenes del campo cultural, ese espacio social en el que se establecen las relaciones culturales. Este CD, editado en 2012, construye un universo en el que es posible adentrarse además visualmente, si uno tiene la suerte de asistir a alguna de las eventuales funciones del espectáculo homónimo. Esta cronista tuvo la posibilidad de complementar la escucha hogareña con la asistencia a una de las funciones con que Radano, su intérprete, despidió el 2013, en el marco de un controvertido Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA).
      Delirio gaucho está estructurado en 12 canciones de diversos autores y géneros, y un final, que es denominado Rapsodia circense (escrito por Diego Vila). En el inicio, la interpretación de la increíblemente bella ranchera La casita (Llonia, 1924) es contaminada, en un sentido positivo, por los acordes del vals criollo Palomita blanca (Anselmo Aieta, 1929). En un transcurrir entre nostálgico y tragicómico, la excelente voz de la intérprete nos ofrece chacareras, milongas, baladas, un cuento y otras expresiones musicales denominadas habanera extraterrestre, balada baladí, bavarois venusino y canción dadá, entre las más atractivas.
      La característica fundamental de Delirio gaucho no es solamente la fina elección de un repertorio novedoso y atractivo al oído, pues el disco no se completa sino hasta que vemos a la Radano calzarse el vestidito y los tacos de diva tambaleante y aguzar la mirada en dirección a Los Primos Gabino, talentoso trío de guitarras formado por “Nacho“ Cabello, Juan Pablo Esmok Lew y Esteban “Tibi” Ruiz, quienes la acompañan ejecutando sus instrumentos con sabia virtud. Lo fundamental de esta china rebelde es la puesta en escena que se va hilvanando en cada interpretación. Articulando el universo musical que cada canción propone con la puesta en escena, los 60 minutos del espectáculo dan cuerpo, cristalizan y completan la fantasía que la escucha previa del disco promovió; y, en caso de que esto no hubiera sucedido, abren la puerta a un mundo que no se asemeja a nada antes disfrutado. El espectáculo sorprende por novedad formal, pues en el talento de la protagonista se reafirma lo ya conocido.
      Radano y su director, Fabián Luca (dúo también responsable de la idea original), han logrado una impecable interrelación entre múltiples géneros musicales, que se completa con dos variables: Por un lado, la interpretación musical y actoral de la protagonista, que gestualmente, tanto desde el rostro como desde el cuerpo compone cada canción con mínimos detalles que, sumados, construyen una profundidad que pareciera provenir desde el lugar más visceral de la artista. A esto se suman los elementos escenográficos que complementan la representación a modo de decorado significante, o bien la potencian a través de su manipulación.
      El otro elemento determinante en la creación del mundo que evidencia Delirio gaucho es el vínculo que se establece entre la intérprete y Los Primos Gabino (también conocidos por acompañar a Karina Beorlegui en sus presentaciones). Con diferentes matices que transitan la complicidad, la tristeza y la alegría, se proyectan los unos hacia la otra y viceversa sin establecer jerarquías, sino más bien proponiendo diversas secuencias musicales y visuales, que por momentos se alternan y luego se complementan. A la vez, sería injusto no mencionar que para que este libre juego de creatividad pueda darse, el director se ha valido de un equipo artístico cuya marca en escena es ineludible. La ambientación y la música incidental a cargo de Diego Vila (autor, arreglador y director musical de la premiada Manzi, la vida en orsai), la iluminación diseñada por Gonzalo Córdoba y la escenografía y el vestuario a cargo del mismo director del espectáculo resultan en un conjunto integrado, en el cual cada elemento se proyecta en la misma dirección.
      El subtítulo del disco, así como del espectáculo musical es Canciones del interior. Escuchando el CD, quien suscribe recordó un pasaje del espectáculo teatral El niño Argentino, escrito y dirigido hace algunos años por el prestigioso Mauricio Kartun. En dicho pasaje el niño Argentino pensaba:

"Que paradoja señera:
¿Está afuera o está adentro?
¿Es periferia o es centro?
Ese es el quid complicado.
El equívoco mayor
que presenta el interior
es que no está en ningún lado".

      Por el contrario, Delirio gaucho nos despierta, se derrama por el escenario y va cubriendo toda la sala hasta absorbernos, dejándonos en un estado de somnolencia placentera, embriagados, henchidos sin entender racionalmente por qué.
      Si Alejandra Radano en el programa de mano dice que "el paisaje mental es una traducción personal del mundo exterior"; pensemos que Delirio gaucho fue traducida para nosotros, espectadores, llegando a nuestros sentidos desde un mundo poético y lejano que la artista nos permite alcanzar. 
Larisa Rivarola
En la imagen, Alejandra Radano.

Publicado el 3-12-2013.