Concentrando en un rato el baile de muchas de las parejas más destacadas de la actualidad, la Noche de los Maestros del Congreso Internacional de Tango Argentino (CITA) volvió a ser una fiesta de talento. La que sigue es una crónica –no exenta de opinión– de lo que anoche se vio en el ND Teatro.
Por 16º año consecutivo, el Congreso Internacional de Tango Argentino (CITA) concentró en una semana de marzo un nutrido programa de clases de baile y eventos milongueros. Entre éstos, uno de los más valorados por los bailarines inscriptos (en su gran mayoría extranjeros) es la Noche de los Maestros, consistente en una función teatral con exhibiciones de baile por parte de los docentes del CITA. Como en 2013, el escenario elegido este año para el despliegue de habilidades coreográficas fue el del ND Teatro de Buenos Aires. Y la modalidad, la acostumbrada: cada pareja baila dos temas musicales en soledad: el primero en una tanda y, tras un intervalo, el segundo en otra, por lo general variando el tono de la propuesta, como para mostrar matices.
Como auspicioso prólogo a las exhibiciones de parejas, la compañía DNI Tango montó una serie de cuadros en los que el tango convivía con recursos de otras disciplinas para desplegar una estética expresiva amplia, de notable eficacia. Solistas, solos de parejas, tríos y grupos de hasta cinco parejas fueron hilvanando coreografías de una belleza peculiar, asentada sobre una técnica que no discriminó entre Tu pálida voz, en una despojada versión de Lidia Borda, el estilo Guitarra mía en armónica, música de Ástor Piazzolla o una percusión folclórica de esas que invitan al zapateo. Los resultados obtenidos en los últimos años por los dirigidos por Dana Frígoli (quien además participó de los úlitmos cuadros) hacen pensar que en las salas de Bulnes al 1000 (sede a la vez de la escuela de DNI) se conciben algunos de los prodcutos coreográficos más interesantes en materia de tango, pese a que los más puristas acaso los objeten por sus lenguajes.
La primera pareja en desplegar sus habilidades fue la de Cecilia Capello y Diego Amorín, prolijos intérpretes de la milonga La puñalada, primero y del tango La clavada, después. Aunque más convincentes en la segunda entrada, los dos se movieron con eficacia sin abandonar demasiado los parámetros del tango más tradicional.
Acto seguido, fue el turno de Damián Rosenthal, un viejo conocido de la casa desde la época en que empezó a enseñar en el CITA junto a su compañera francesa Celine Ruiz. Esta vez junto a Vanessa Fatauros, sedujo con dos energías bien diferentes a través de Flor de tango, primero y de la milonga La escuela, después.
Lejos del (alto) nivel promedio de la noche, Carolina del Rivero y Donato Juárez dejaron la sensación de intentar movimientos que no tenían suficientemente ensayados o para los que no se sentían del todo seguros. Primero con el vals Lágrimas y sonrisas y luego con los lánguidos compases de Dúo de amor adolecieron de una cohesión intermitente en el abrazo, acaso por la postura de él, que no terminaba de ensamblarse con el eje de ella.
Por el contrario, Dana Frígoli y Adrián Ferreyra mostraron a continuación un baile fascinante de tan técnico, fluido y musical. Incluso supieron aprovechar las dos tandas para ofrecer propuestas bien diferentes, ambas de una factura impecable. En la primera actuación, fueron pura elegancia, creatividad y tradición para Te aconsejo que me olvides, en tanto sacaron a relucir los conocimientos de clásico y contemporáneo (particularmente ella) para interpretar de manera muy oportuna Balada para un loco, tema que no suele ser motivo de coreografías. Si bien eligieron una versión instrumental de sutiles arreglos, la letra (tan conocida) estuvo presente y representada en los estilizados movimientos de ambos.
Sin deparar mayores sorpresas, pero confirmando sus extraordinarias condiciones, Adrián Veredice y Alejandra Hobert lucieron su elaborada estética de salón, de esas que pueden brillar sobre un escenario. Así fue como la primera tanda los tuvo bajo el influjo del tango Desencuentro (en una grabación del “Polaco” Goyeneche) y en la segunda siguiendo la milonga Con flauta y guitarra, una música sorpresiva y con la que confirmaron sus virtudes bien “al piso”.
Siempre audaces pero sin perder el sabor tradicional, Rodrigo “Joe” Corbata y Lucila Cionci volvieron a desplegar una poética del movimiento con la milonga De vuelta y media, primero y con Milonga del ángel (que paradójicamente no es una milonga), después. Un gran dominio de las técnicas del tango clásico parece ser una de las llaves que les permite a ambos lograr resultados cautivantes al dejarse llevar por la creatividad.
De las nueve parejas que anoche exhibieron destrezas en el ND, quienes por lejos muestran mayor originalidad y personalidad en el lenguaje son Eduardo Cappussi y Mariana Flores, históricos responsables de puestas cómicas. Basadas en una estética clownesca, las piruetas, gestos y tensiones que caracterizan a sus cadenas coreográficas son de innegable calidad y eficacia, lo cual queda como exacerbado por las diferencias de alturas entre él y ella. El "problema" se da para quienes ya los vieron, ante la repetición de recursos, más allá de algunas vueltas de tuerca, como la que ayer la mostró a ella en un papel dominante, primero con un popurrí basado en la música de la serie Misión imposible y luego con el vibrante Canaro en París.
Mariano “Chicho” Frúmboli, en cambio, resulta siempre novedoso. Su consigna también se repite, pero por la índole misma de esa consigna, el resultado es siempre diferente. Como en cada edición del CITA, sus improvisaciones constituyeron uno de los platos fuertes de la noche. Acompañado con gran sensibilidad por Juana Sepúlveda, desplegó su amplio repertorio de giros, ganchos, colgadas y volcadas sobre los sonidos de Milonga para mi armónica, primero y de Quedémonos aquí, también por el "Polaco" Goyeneche, después. Su físico, su vestir, su manera de ser, tan alejados del estereotipo tanguero, nos recuerdan que bailar bien (y sobre todo, hacerlo con estilo propio) no tiene nada que ver con posturas vacías.
En ambas tandas, el final de las exhibiciones estuvo dado por la presentación de Roberto Herrera, uno de los bailarines más capaces de las últimas décadas y –curiosamente– una rareza dentro de la programación del CITA. Herrera es pura elegancia, tradición y técnica, pero corresponde decir que acaso por eso mismo su pareja con Laura Legazcue se vio por momentos despareja, como si el talento de él (y sobre todo los adornos y la velocidad que aplicó a sus secuencias) eclipsara las aptitudes de ella. Con todo, nada que empañara seriamente el goce de verlos bailar Yuyo brujo, primero y El llorón, después.
El cierre de la segunda tanda juntó sobre el escenario céntrico a las nueve parejas bailando la misma milonga en sentido antihorario. Una ronda que no por repetida deja de ser menos emotiva para los alumnos, invitados y espectadores en general, que siempre disfrutan de la Noche de los Maestros en tanto oportunidad única de ver a tantos buenos bailarines sacando a relucir sus mayores virtudes en unos pocos minutos.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, Ferreyra y Frígoli anoche en el ND. Foto de Hernán Brusa.
Publicado el 12-3-2014.