Combinando dosis de música, teatro y danza, Diego Reinhold armó un espectáculo de original encanto llamado Bulebú in concert. Acompañado por Sebastián Códega, Déborah Turza y una orquesta de siete músicos, consigue sorprender con múltiples talentos que giran en torno a la fantasía de un excéntrico programa de radio.
Es difícil definir la naturaleza de Bulebú in concert. Al menos con los parámetros genéricos habituales. ¿Es teatro liso y llano? Desde ya que no, aunque lo histriónico sea fundamental y dé soporte a las muchas pericias de los intérpretes. ¿Se trata de música en vivo? Sí, pero no solamente. La que generan los siete integrantes de una banda de jazz sería insulsa –o al menos no tan eficaz– si no llegara en determinados momentos, acompañando o subrayando algunas circunstancias. ¿Es más un espectáculo de danza? Para nada, aunque el movimiento aparezca aquí y allá cada vez que Diego Reinhold (mentor y protagonista central del show) se explaya con un tap entre alegre y nervioso sobre las tablas del escenario. ¿Cuánto pesa el humor en la ecuación? Mucho, conseguir la risa de los espectadores es uno de los principales objetivos de los artistas. Dados estos rasgos, ¿podemos hablar de un café concert? Tampoco. Si bien el público participa, se arma una complicidad general y los artistas por momentos incursionan entre las mesas, el tono de las acciones es más bien expansivo.
En todo caso, y siguiendo con las taxonomías clásicas, lo que Reinhold y los suyos plantan cada noche de sábado en la hermosa Sala Siranush (Armenia 1353, CABA) es algo así como una varieté musical. Pero no una más. Por los talentos de los intérpretes, la índole deliberadamente mestiza (y hasta insolente) de la propuesta y las dimensiones de la producción, es una varieté que termina delineando un estilo propio. Además de música en vivo, canto, actuación, danza y humor, implica proyecciones lúdicas sobre el fondo del escenario y sobre telas antepuestas por los artistas.
Ya durante la espera, que el público matiza saboreando algunas de las comidas que las mozas del lugar van acercando a las mesas, la voz de Reinhold aparece un par de veces en off para anunciar el inminente comienzo de un programa de radio, excusa que termina justificando la miscelánea que sobrevendrá. Porque si hay algo que Bulebú in concert no tiene es previsibilidad. La gracia de Sebastián Códega, de Déborah Turza (reemplazando en esta temporada a Ivanna Rossi) y del propio Reinhold puede aparecer en la bizarra representación de la letra de un bolero como en la proyeccción de un supuesto capítulo de Sucesos Argentinos, aquel noticiero en blanco y negro que precedía a las películas en los cines de antaño. En los improbables efectos de sonido durante la interepretación de un radioteatro o con la Marcha de San Lorenzo hecha cumbia.
“Nos encanta la música”, dice también Reinhold cuando va calentando los motores, desde camarines, en la previa gastronómica del espectáculo. Lema profético de los muchos deleites que tendrá el melómano de oídos abiertos en pocos minutos. Para empezar, el ensamble de siete músicos que aportan timbres jazzeros en buena parte de las acciones: Mariano Gianni (piano), Milton Alonso (bajo), Mariano Sáenz Tejeira (batería), Leonardo Paganini (saxo tenor), Pablo Puntoriero (saxo alto y clarinete), Julián Suárez Smink (trompeta) y Nathan Lane (trombón). Ellos ilustran una caricaturesca y brevísima historia de la música que se esboza al comienzo. En estrecho vínculo, aparecen enseguida las voces de los tres protagonistas, capaces de brillar en castellano, inglés o italiano. En ese plano, parecen sacar cierta ventaja Reinhold y Turza, quien resulta un dechado de musicalidad hasta cuando acompaña silbando. El repertorio sobre el que plasman sus virtudes es bien amplio, incluyendo desde standards del jazz hasta La gata sobre la lluvia, la popular balada de la española Rocío Durcal. Resultados en los que incidieron Nicolás Sorín (a cargo de la dirección musical) y Gaby Goldman (un especialista en musicales en general que acá es responsable de los arreglos vocales y jingles).
Pero eso no es todo; la música puede provenir también de fuentes heterodoxas. La puede generar Reinhold desde un theremín, inverosímil instrumento electrónico que él acciona sin tocar, o ser producto de un aparente ilícito en el exterior de la sala. El imprevisto desemboca en el baile repetitivo del trío protagónico en uno de los tramos más creativos e hilarantes del espectáculo.
El humor verbal, ejercido casi exclusivamente por Reinhold, se basa en los juegos de palabras. Y si su profundidad es escasa, termina imponiéndose por constancia. Particularmente durante un monólogo construido sobre los apellidos de políticos que portan sonoras reminiscencias. Más allá de su escasa eficacia inicial, ese humor superficial, algo inocente, acaba por generar al menos simpatía. En cuanto a lo gestual, Reinhold sabe explotar su carisma pero corre el riesgo de ser considerado grosero al reincidir en una provocativa señal. En ese plano, es notable la comicidad que logra Códega como partenaire, en general sin emitir palabra.
Se sabe: música y humor componen una fórmula poderosa. El programa de radio ficcional que implica Bulebú in concert viene a confirmarlo con una fascinante variedad de recursos, en manos de intérpretes capaces de revertir el humor más oblicuo. Al menos por un buen rato, uno ya no es el mismo después de haber presenciado el show. Lo cual no es poco.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, Códega, Reinhold y Turza. Foto gentileza de Duche & Zárate.
Publicado el 3-4-2014.