Borrando fronteras


Tradiciones folclóricas y académicas se integran con muy atractivos resultados en El sonido de los durmientes, una orquesta de 16 jóvenes músicos que desde 2008 vienen transitando caminos inusuales. Con motivo de la salida del segundo disco del grupo, su director explica los objetivos y modos que siguen.

      Aquí los nombres pesan y no sólo como palabras clave para que los detecte Google. Fijan coordenadas exactas, pero también visiones sobre el arte y la cultura contemporáneos. Interrogando al pasado, los nombres se proyectan a nuevos mañanas sin límites ni fronteras. Así se concibe, entre géneros y en forma colectiva, la orquesta de cámara El sonido de los durmientes: “El nombre es una metáfora para saber de dónde venimos y adonde vamos. Se trata de recuperar una estructura de trabajo colectivo que, a la luz del imaginario social que trazan los medios masivos, pareciera dormida, de otra época o incluso ya inexistente. Este proyecto tiene una dimensión política consciente. Buscamos un espacio que se inserte en esta realidad, pero no desde un lugar marginal”. Las palabras pertenecen a Gabriel Lombardo, guitarrista, director y compositor de El sonido de los durmientes, una agrupación de 16 músicos jóvenes que cruzan lo popular (las raíces folclóricas locales y de otros rumbos de Latinoamérica) con lo académico (las tradiciones clásicas y contemporáneas), en busca de un sonido de este tiempo y desde Buenos Aires. Mañana, a las 21, volverán a presentar su segundo disco, Danza entre todos en el CAFF (Sánchez de Bustamante 764, CABA).
      El sonido de los durmientes nació en 2008, alrededor de las obras que tramaba Lombardo desde múltiples recursos sonoros. Primero fue quinteto; luego devino en ensamble de maderas (flauta, oboe, clarinete, fagot), cuerdas (violines, viola, cello, contrabajo), percusiones, y, claro, la guitarra (criolla y eléctrica). Para el segundo disco se sumó un set de sikuris (vientos andinos) para acentuar el desafío iniciado con el primero, editado en 2009 con el nombre del grupo. “Trabajamos con materiales que se rechazan entre sí por concepciones de identidad –sabe Lombardo–. Desde la academia, la música europea y todo su proyecto civilizatorio instalado, se niega cualquier impronta local. Y desde el folclore comercial se reacciona con un purismo retrógrado y conservador. Pero la cultura popular está en constante movimiento”.
      El guitarrista está en su departamento del barrio porteño de Villa del Parque. Es el mediodía de un domingo húmedo y espeso y, en esta sala con aroma a sahumerio y maderas, se oye desde YouTube –en forma tenue– la moderna guitarra sola de Eduardo Falú; también hay dos guitarras colgadas en la pared, un charango, alguna flauta. “Estoy buscando una referencia más cercana al toque de Falú: esa raíz argentina increíble, de encare tan efectivo y tan representativa de nuestra cultura. De todas maneras, yo compongo desde el piano y luego meto la guitarra. No hago música para guitarra y orquesta”.
      Es que el cuerpo colectivo impone otros aires: el poder concebir a la música popular argentina desde lo sinfónico sin perder las raigambres locales, incluso hacia terrenos inesperados. Así, las seis obras de Danza entre todos parten de universos folclóricos concretos como disparadores del ojo camarístico: chacarera, zamba, lo andino e incluso lo afroperuano: un landó y un festejo. “Uno se vale de herramientas de diferentes palos, y mientras menos desprejuiciado, quizá sea más novedoso. Por ahí alguien dirá ‘¡Qué libres que son: toman golpes de arco y Béla Bartok; suman sikuris y canta una soprano lírica, o gritan arriba de una música que remite a lo contemporáneo!'. Pero todo eso tiene que ver con la realidad de nosotros”. La idea de lenguajes opuestos irá perdiendo vigor con El sonido de los durmientes. “Vivimos culturas complementarias: hay mezclas todo el tiempo, en la música y en la raza humana”.
      El primer disco llegó tras haber ensayado durante un año. Para Danza entre todos tomaron aspectos del anterior, como la Suite de músicas con aires latinoamericanos (de cumbia, chacarera, son y huayno) para ancentuarlos en las obras nuevas. Aquí están la que da nombre al disco, Tutuma o La Yunza, con rasgos del Perú negro reencendidos en cuerdas y maderas, El chacarrota, El secreto y El golpe. “El formato y el sonido son sinfónicos pero el resultado del disco fue más popular –contrasta–. Completamos las secciones de la orquesta y sumamos una tropa de sikuris en estas seis obras, que parten de una especie folclórica determinada”.
      La única que "escapa un poco a eso” es Danza entre todos, porque “junta diferentes cosas: es la más heterogénea e integradora. Este disco busca mostrar esa convivencia. La riqueza está dada por la integración de individualidades en un todo”, define Lombardo. Para ello trabajaron cada mínimo aspecto rítmico. “Los pibes vienen de un palo académico, y a una chacarera no basta con leerla en modo clásico. Para reproducir eso en un contexto de cámara, buscamos recrear las improvisaciones del bombo legüero. Claro que en esto no estamos inventando nada: ya lo hacían Los Huanca-Hua en los ’60”. La primera agrupación mítica del Chango Farías Gómez es una de las referencias de la orquesta, ineludible hoy que la Orquesta Popular de Cámara Los Amigos del Chango sigue generando diálogos y reconexiones. “Así como con Los Huanca-Hua, hemos hecho reuniones para analizar a otros referentes esenciales”, dice Lombardo, y ejemplifica: “el cubano Leo Brouwer, Eduardo Falú, Arturo Márquez, Igor Stravinsky o Eduardo Lagos”.
      También celebra a sus pares en sintonía técnica y de amalgamas: el pianista Diego Schissi, el violinista Ramiro Gallo, la Orquesta Típica Agustín Guerrero, La Cangola Trunca... apenas un círculo de nombres en una época profusa en exploraciones. "Las referencias importan para que sepamos de dónde venimos y con qué marco ideológico. Pero ante todo está el marco técnico. Si eso no se escucha, no sirve".
      Lombardo ve por encima y suspira, alrededor de la guitarra de Falú: "En este disco, el desafío fue encontrar el swing, la fuerza de la música popular, su acentuación y articulación, y tratar de traducir toda esa riqueza en otro contexto”, dice, ahora que piensan ya en el tercer disco. “Empezamos a ensayar una música nueva, una especie de chaya y estoy tratando de que no sea tan transparente. El disco nuevo va a tener obras más cortas, con menos secciones, y las rítmicas no van a ser tan nítidas. Queremos abrir y seguir explorando”.

Patricio Féminis

En la imagen, El sonido de los durmientes en acción. Foto gentileza Prensa del grupo.

Publicado el 26-6-2014.