Reformulando los sonidos autóctonos (continuación)

      "En cambio, en el folclore, cuando alguien hace música instrumental se nota bastante porque tiene mucha tradición de canciones y de cantores. El tango también, pero es mucho más frecuentado lo instrumental”, explica Henríquez. En el tango existe esa variedad de la escuela orquestal y de los quintetos, que en el folclore es menos común. “En el tango conviven Horacio Salgán y un guitarrero en un boliche con naturalidad", ejemplifica el guitarrista.
      En el folclore, si bien dicen que “no está tan presente”, existieron experiencias históricas como las del músico y recopilador santiagueño Manuel Gómez Carrillo, las múltiples búsquedas del arreglador y tecladista Waldo de los Ríos, la obra coral y arreglística del Chango Farías Gómez o, desde ya, las búsquedas pianísticas de Manolo Juárez y de Eduardo Lagos. La música de raíz folclórica, a lo largo de su profusa historia como hecho estético y comercial, hizo brotar creadores que vieron la tradición como espejo de sus propios desvelos instrumentales en cruce a las músicas de corte clásico. El desarrollo era el mismo. La cultura popular se alimenta de todas las otras.
      “En el chamamé hay muchos exponentes y una tradición instrumental específica –sabe Baum– que llega hasta Raúl Barboza, Rudi y Nini Flores, el Chango Spasiuk o los Hermanos Núñez”. Pero si en forma masiva no se dio en todo el folclore, "no fue porque a los folcloristas no se les haya ocurrido: no están dadas las condiciones creativas en todo el país, por cuestiones que exceden lo musical: la concentración tan grande de riqueza a nivel económico y de posibilidades que tiene Capital hace que acá no sea tan difícil armar algo así. Nosotros lo pudimos armar también porque están las personas. Sería más difícil en las provincias. Por eso mismo, la gente de las regiones siente la necesidad de emigrar a Buenos Aires para perfeccionarse”, sostiene Baum.
      Saliendo de los debates culturales y las razones "socio-musicológicas", la síntesis es central. “El Quinteto Bataraz lo que hace es darle una recreación al folclore desde Buenos Aires con las necesidades sonoras que cada uno tiene”. El disco, se queda pensando, “es una carta de presentación. Porque no viene después de tantas recorridas y eso está bueno: hay una urgencia, una necesidad de mostrarlo, de que mucha gente se entere de lo que hacemos. Es algo curioso, algo que no vas a escuchar en cualquier lado. Luego verás si te gusta o no”.
      Existe otro tema que se plantean como motor del grupo. “Pensar cuál es la música actual de Buenos Aires –indaga Henríquez–. No es una sola, son muchas, no es solamente el tango. Además hay una forma de hacer folclore que es de Buenos Aires. Cuando uno habla con un folclorista tradicional, probablemente se ría y te diga que hacés ‘chacarera con olor a subte’”. Los demás se ríen. Eso ocurre, también, “porque las palabras ya no sirven para englobar -entiende Gobbo-. Son medio injustas, las palabras. Ya no te alcanza decir ‘folclore’ o ‘tango’. Por eso Diego Schissi le puso Tongos, a su disco. Fue muy inteligente en ese sentido. Esas categorías ya no te representan de todo”.
      Hay una maduración pendiente. “Muchas veces, se asignan esas categorías por razones de mercado, no de estéticas”, vislumbra Baum. Cuando es embanderada la categoría de folclore sin distinciones, “probablemente sea porque el mercado es chico y, si lo empezás a fragmentar, no rinde, y se pone una marca ‘folclore’ que engloba a todo. Pero detrás de una palabra hay una diversidad enorme de voces. Cuando vos hacés un esfuerzo por amoldarte al folclore, en realidad te estás amoldando a lo que el mercado dice que es el folclore. El folclore son mil voces distintas”.
      Y el folclore que busque ser tangible no será una marca de venta o una definición congelada sino una indagación acerca de la complejidad y variedad de las culturas y regiones argentinas: de las expresiones que brotan en cada una. Pablo Farhat, en ello, es categórico. “Nosotros hacemos música argentina. Punto. Tenemos la necesidad como músicos de ahora, jóvenes, con una propuesta nueva, de seguir elaborando la música argentina desde nuestro lugar y esta instrumentación. Con nuevas composiciones y arreglos”.
      Además, “esta música reclama en el oyente una escucha, atenta o no. No tenemos la función del baile”, suma Matías Gobbo. Allí conectan una vez más con Piazzolla: “Por ahí, la concepción de arte que manejamos y en la que se inspiró Lisandro –los quintetos de Salgán y Piazzolla– tenga que ver con esa tradición de la música clásica y del tango que reclamaba una escucha atenta. Por eso no hay tanto baile y bombo. La funcionalidad no está dada por el baile”. Aquí Sebastián Henríquez tiene un punto de distinción: “Yo he escuchado de gente que sé que no está acostumbrada a escuchar atenta los discos y le encanta el grupo. Quizá nunca se sentó a escuchar un disco, y está muy bien. Todos escuchamos de forma distinta”. Más de uno les dijo: “Che, yo le di el disco a mi tía y le re-gustó”.
      Porque, ante todo, el placer se completa cuando los que están delante (o del otro lado del sonido), captan un disfrute en común con tradiciones argentinas reinstaladas aquí. Ahora. Mañana. “Lo nuestro no nace de una especulación sino de un sentimiento. A mí me pasaba de escuchar un solo de violín del quinteto de Piazzolla y decir: ‘Mirá si ese solo de violín lo hicieran sobre una zamba. ¿Cómo sonaría? ¡Sería genial! Es lo que pasa cuando lo toca Pablo. O el bandoneón de Matías con esta estética”, capta Baum. Y allí estarán los nuevos espejos. “Cuando alguien escuche un violín tocando una zamba así, un montón de pibes que jamás irían al folclore por ahí se interesen. Y por ahí el folclore empiece a ocupar otro lugar simbólico. Sigue habiendo mucha idea peyorativa acerca de él”.
      Esos imaginarios brotan (lejos de lo que sostiene el nacionalismo) no de modelos foráneos de cultura sino del propio desconocimiento local: de la lejanía o de la retórica de las clases dominantes, reproducida por los discursos conservadores que buscan oponer la idea de lo propio y “lo nuestro” a las culturas de estos y otros pagos. Así quedan instaladas las caricaturas: la tradición como un cliché o una obligación moral. ¿Está, allí, el folclore? Si toda música es encuentro, cruce, calidoscopio de sonidos y ritmos en un territorio dinámico, en ese magma por venir se ve el Quinteto Bataraz. “Se defiende al folclore como algo divertido, que está bueno para un asado, para bailar, pero no como algo que te vaya a elevar el espíritu, salvo por las letras. Y se cree que sí te puede elevar el espíritu el jazz o algunas cosas del tango, pero no el folclore desde una versión instrumental. Contra esa idea trabajamos nosotros, tratando de que eso también lo transite el folclore. Es nuestro desafío”.

Patricio Féminis

Publicado el 3-9-2014.

En la imagen de apertura, los integrantes del quinteto Bataraz, fotografiados por Josefina Chevalier. En la segunda parte, la portada del CD debut del grupo (foto de Julio Fuks).