Referentes de las búsquedas emprendidas por las danzas folclóricas argentinas, los hermanos Koki y Pajarín Saavedra transitan por estos días varios senderos creativos. Mañana, en una misma función, reestrenarán su espectáculo Flechas de la tribu y presentarán su primer disco, Cuando canto y bailo. Paralelamente, diseñan y protagonizan las coreografías de una película sobre nuestra música de raíz dirigida por Carlos Saura. Razones de sobra para una rica charla.
Koki y Pajarín Saavedra respiran juntos y descansan rumbo a los desafíos cercanos, mañana y todos estos días. A sus espaldas, diez de sus alumnos del seminario de danzas de los sábados (de 11 a 16 hs.), se acomodan en otra mesa de este bar del centro porteño. A él, cada tarde ellos acceden por la puerta vidriada que da al edificio contiguo, por cuyo ascensor, subiendo al cuarto piso, se accede al estudio La esquina, donde dan clases los Saavedra, los hermanos santiagueños considerados –hace décadas– como innovadores referenciales de las danzas folclóricas argentinas en cruce con otras tradiciones y destinos.
Allá arriba, en La esquina, frente a las amplias ventanas que dan al cielo gris, un enorme afiche enmarcado de Carlos Gardel cuelga en la sala de ensayo espejada y con piso lustrado. Los pies vibraron en esa sala minutos antes. Aquí en el bar, luego del cambio de ropa, los hermanos santiagueños descifran sus nortes y sus días de proyectos, inagotables e inspiradores, para seguir bailando hasta siempre. El sábado no se descansa. Cuando no se danza, las palabras sostienen y elevan la magia.
Carlos Orlando “Pajarín” Saavedra, el mayor, de pelo blanco largo, pide un café; Jorge Juan “Koki” Saavedra, de espeso cabello y barba grises en el mentón, elige una gaseosa sabor limón. Atrás, en la otra mesa, bromean y charlan los pibes y adultos: alguien toca el bombo, otro la guitarra criolla, y los mozos saludan al dúo mítico de los pasos de vanguardia del monte y de los escenarios del mundo. Aquí en Buenos Aires, es hora de pensar lo nuevo para los Saavedra, conjugado en varios planos.
El disparador, ahora, es lo que ocurrirá mañana a las 21: Koki y Pajarín se presentan por segunda vez en el ND/Teatro (Paraguay 918, CABA), ahora con la reposición de su espectáculo Flechas de la tribu, en el que incluyen varias canciones de Cuando canto y bailo (Acqua Records) su anhelado –por años– primer disco de guitarra (Koki) y percusión (Pajarín), con sus propias composiciones cantadas por los dos.
Será una noche profusa de voces y cuerpos brotados en Santiago del Estero entre coreografías de excelencia, pases de boleadoras y músicas de raíz folclórica hechas de fuego y goce sincopado junto a su Compañía Nuevo Arte Nativo. Los van a acompañar el riojano Víctor Carrión en vientos, Emiliano López en bandoneón, más dos invitados de brillo cercano: Peteco Carabajal (con su nueva chacarera Los caminos santiagueños y una yapa secreta) y la joven cantautora Laura Ros (con una vidala sorpresa), ya una de las voces clave de la nueva generación de artistas de la música popular emergente.
Koki y Pajarín Saavedra ahora se miran y con un gesto y una mirada acompasan sus palabras sin superponerse. Aquí ven la genealogía del disco de los dos: “Nuestra columna vertebral fue la danza. Pero hacía años que queríamos grabar nuestras composiciones. Tomó su tiempo Cuando canto y bailo, sin apresurarnos ni forzarlo”, relata Koki. Y su compañero y hermano abre la idea: “Fuimos haciendo pruebas, algunas caseras y otras en estudio. Luego Cuti Carabajal nos invitó a grabar en uno de sus discos. Ahora, con Cuando canto y bailo estamos muy contentos. A nuestro mundo sonoro lo confrontamos siempre mediante la danza, pero ahora, con la música, se abrió una puerta muy interesante: podemos en ese mundo experimentar nuevas opciones y está buenísimo, a esta altura del partido”.
En eso amplia el sentir: “En realidad, nos parece bárbaro todo lo que nos está pasando. El presentarnos en el ND una vez más es un reestreno pero hay bastantes cambios”. Ahora hay más elementos, entre ellos la profundización de lo audiovisual, lo multimediático: “Son varias opciones, la música, el canto, la danza, lo visual, lo sonoro. Todo acorde a nuestra realidad, y siempre decimos que esto es tracción a sangre”, visibiliza Pajarín. “Hay que preparar el cuerpo y seguir estudiando: no se puede parar. Ni dos meses”. Porque cuando ya pasa una semana “el mismo cuerpo te dice: ‘Movete, chiquito, movete’. Está presente y alerta”.
Desde que estrenaron Flechas de la tribu en 2012, “el espectáculo fue evolucionando. Las mismas ideas se mueven y pueden mejorar”, dice Koki. Al igual que entonces, van a iniciar no con sonidos de raíz folclórica sino con álgidos compases de pop y funk: Full Nelson y Time after time, en las versiones de trompeta y bases eléctricas de Miles Davis, grabadas en los años ‘80. Esos mundos de vanguardia del jazz que los hermanos Saavedra atesoran como parte del mismo destino de búsqueda que liga su estética. “Pusimos a Miles como un homenaje a la misma influencia afro que hay en toda nuestra música. Admiramos la libertad que tuvo siempre. Ese mismo riesgo es el que buscamos para nosotros como bailarines y artistas”.