El ahora Festival del Bosque (ex FIFBA) confirmó este fin de semana las virtudes que lo distinguen como uno de los más plurales y atractivos de todos los encuentros folclóricos del país. Gratis, en el parque más grande de La Plata y animado por un público mayoritariamente joven, tuvo en esta sexta edición algunos de sus picos de emoción masiva con Ramón Ayala, Juan Falú, Liliana Herrero, Elpidio Herrera, Raly Barrionuevo, Los Carabajal, el dúo Coplanacu y El Chaqueño Palavecino.
La amplitud de criterio de los programadores, el perfil del público (mayoritariamente joven), su disposición móvil (sea sentado en el pasto o parado) y el hermoso ambiente natural en que ocurre (el parque más grande de La Plata) son algunos de los rasgos que hacen del Festival del Bosque (hasta el año pasado Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires) uno especial, bien diferente al modelo que impera durante el verano en tantos puntos del interior. Además de mantener esas características, la sexta edición de este encuentro organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, mantuvo este fin de semana algunas tendencias que venía manifestando en las últimas ediciones: cierta reivindicación del chamamé y de la cumbia (sobre todo su matriz tradicional colombiana), así como una preferencia por los artistas emergentes (aunque en los horarios centrales predominen los nombres consagrados) y por lo más bailable del folclore argentino, con la chacarera y sus referentes santiagueños como expresión más recurrente. Las líneas estilísticas se desplegaron una vez más sobre diferentes escenarios cercanos entre sí, cada uno con su energía: el llamado Fogón (pequeño, bajo y pretendidamente intimista, que invita a la concentración de un espectador cercano y sentado), el Alternativo (mayor, ya con cierta altura y un claro de forestación considerable, cuyo público a veces está sentado y a veces parado) y el Panorama (de grandes dimensiones, sonido potente, pantalla al fondo y un auditorio enmarcado por árboles que se extiende por más de 100 metros).
El sábado, el Fogón albergó propuestas bien diversas, a tono con el eclecticismo del festival todo. Porque si a media tarde, todavía con un calor sofocante, dio lugar al minimalismo de las multiinstrumentistas y cantantes Lucy Patané y Marina Fagés para inclasificables canciones, luego recibió el tono nasal, hondo y sufrido de Cristóbal Repetto, especialista en el canto surero que en su último disco se abrió a otros repertorios. Rodeado desde un comienzo por muy buenos guitarristas, el cantor de Maipú (provincia de Buenos Aires) recibió después los aportes de Los Hermanos Núñez en bandoneón y guitarra.
Un rato después fue Martín Buscaglia quien ventiló sus "aires" en un mini-recital delicioso, tanto por lo musical como por su personalidad afable, cálida, reflexiva. Hubo un aire de bolero, otro de milonga, un tercero de samba (buena excusa para varias digresiones) y hasta una rumba compuesta a medias con "Kiko" Veneno. El cantautor charrúa se puso luego romántico al interpretar Camiones, canción con letra de su padre (Horacio Buscaglia, líder de una agrupación de música infantil emblemática de la resistencia a la dictadura uruguaya). Todo mientras caía el sol, un padre le bajaba unas moras de un árbol a su hija y un dron sobrevolaba a la multitud tomando alguna foto o filmación oficial.
Pero sin duda el tramo más emotivo de la jornada en ese escenario fue el protagonizado por Ramón Ayala. Como de costumbre ataviado de gaucho, el veterano cantautor misionero fue un carismático intérprete de algunos de sus clásicos (como Cosechero y El mensú), ocurrente comentarista entre canciones y hasta bailarín de gualambao (el ritmo que él mismo creó) junto a tres mujeres. A su avanzada edad, sigue cautivando a fuerza de lucidez, picardía y buen gusto.
El escenario Alternativo, en cambio, no generó tanta magia. Catukuá y Los Cyborgs Yaguaretés, primero, y Barbarita Palacios, después, intentaron seducir con un sonido poderoso, de reminiscencias rockeras, pero sin mayores resultados. Sí tuvo un poco más de repercusión la agrupación formoseña NDE Ramírez con sus letras de temáticas sociales. Los mensajes de los versos, esta vez más contestatarios, también fueron centrales en las canciones ligeramente pop de Nube Mágica, una numerosa banda del Oeste del Gran Buenos Aires. Quienes más movilizaron al público (claro que ya con más concurrencia y una temperatura más agradable) fueron los muchos integrantes de la Orquesta Todopoderoso Popular Marcial, intérpretes de música andina de todo el subcontinente desde una formación que tenía en la percusión y los bronces sus secciones más fuertes.
Cerca de las 9, la música se trasladó para quedarse al Escenario Panorama, donde la musicalidad santiagueña tendría varias horas de reinado absoluto. En principio, gracias al cruce generacional entre las bandas de Elpidio Herrera (el referente de la chacarera, creador de la "sacha guitarra") y Tremor (la banda que fusiona el pulso folclórico con la electrónica y que tiene a Camilo Carabajal al frente de una furiosa percusión). La "sacha guitarra" (agujereada por Herrera para poder tocarla también con un arco a la manera de un violín) tuvo sus quince minutos de gloria ante un público que a esa altura de la noche ya mostraba muchos brazos con castañetas en alto, así como bailes colectivos de chacarera describiendo círculos en la multitud.
El baile no se detuvo –ni mucho menos– con el set posterior de Horacio Banegas, acompañado por un grupo con mucho de eléctrico, que incluye batería pero no violín. Santiago del Estero se tornaba ya omnipresente cuando los bailarines Koki y Pajarín Saavedra aparecieron en la mega-pantalla del fondo del escenario, mientras Banegas llenaba el aire con su voz. Claro que el pico de emotividad llegó sobre el final de la jornada, cuando Raly Barrionuevo desplegó su sensibilidad sobre un amplio rango de canciones, desde la zamba Luna cautiva (con la que abrió su segmento, solo con guitarra) hasta La telesita, pasando por un par de temas de Rodar (su último disco), ya con una sección de vientos imprimiendo timbres inusuales para la música folclórica. Para los miles de personas que poblaron ese sector del bosque platense, era una excelente manera de coronar el sábado, ya pasada la medianoche.