Un piano que canta entre ríos


La música típica del Litoral suena con despojada belleza en el tercer disco de Silvia Teijeira, una pianista peculiar por formación, repertorio, abordaje y personalidad. Ella misma describe sus principios artísticos en la siguiente entrevista.

      A tono con el carácter particular de su música, Silvia Teijeira se revela en la charla como un ser muy especial. La calidez, la profundidad, el cuidado por los modales y una sensibilidad a flor de piel dominan rápidamente el diálogo alrededor de Bien florido. Puro Litoral, tercer CD de la talentosa pianista entrerriana. Se trata además del primero en el que graba sólo música folclórica de la región. Contrariamente a lo que podría suponerse, no lidera allí agrupación alguna, sino que solita se basta con su teclado para armar bellísimas versiones de algunos clásicos del chamamé y de piezas folclóricas litoraleñas compuestas por autores entrerrianos contemporáneos. Apenas el contrabajo de Ariel Cardoso la acompaña en una de las 14 pistas instrumentales.
      “Siento que es un disco que vengo preparando desde siempre –principia ella–. Vengo marcada por esa música debido a mi procedencia geográfica. Soy de Federal, un pueblo enterriano próximo a Corrientes. Ahí el chamamé estaba en mi atmósfera de infancia. Me moría de ganas de tocar un repertorio así, pero recién ahora encontré el modo, a través de un sonido propio, de corte tradicionalista pero basado en mis gustos personales”.
      Llevada a describir ese sonido, dice: “En las obras tradicionales, sobre todo, tomé como referencia los acordeones y los bandoneones, así como las versiones que más tenía en mi oído. Hay temas como Kilómetro 11, para el que desgrabé ocho versiones, o sea escribí instrumento por instrumento, para estudiarlas, ver qué tenían en común y qué no, y recién después escribí la mía, buscando mantener el espíritu esas versiones. También busqué reproducir determinadas inflexiones de la voz, sobre todo del acordeón, un instrumento que me fascina por toda la expresividad que tiene. El piano no responde tanto, hay que ayudarlo para que diga. No hay que olvidar que es un instrumento de percusión, cuyo sonido se corta. Es más: para hacer este disco me compré una ‘verdulera’ y me puse a estudiarla para sentir esas inflexiones en el cuerpo y, tras ello, poder trasladarlas en forma espontánea al tocar el piano”.
      El eclecticismo del repertorio también fue motivo de sus explicaciones. “Por un lado, hay siete temas tradicionales que toda que vida quise tocar (N. de la R.: entre los que están Kilómetro 11, La calandria, Tren expreso y La vestido celeste). Por otro, como en mis dos discos anteriores, hay obras de compositores de mi zona, que además son docentes: Higinio Medina, Fernando Navarro y Luis Silvestri. Y también incluí temas de otros compositores de la región, muy jóvenes, de alrededor de veintipico de años, como Facundo Torresán, Juan Martín Caraballo y Gustavo Reynoso. Y a pesar de que en mis discos anteriores había varios temas míos en cada uno, en este hay uno solo (el que da nombre al CD) porque esta vez no vinieron tantas ideas y soy muy respetuosa de la inspiración. Si las ideas no vienen, no las persigo. Desde ya que, para cualquier tema que elijo grabar, tiene que ser música que me conmueva”, postula Teijeira.
      En atípico final, el disco se corona con una serie de textos breves recitados por la propia Teijeira sin acompañamiento instrumental alguno. Así lo justifica ella misma: “A mí me encanta recitar. Lo hago en los conciertos. Si bien no canto, me gusta decir cosas con la palabra, algo breve y accesible. En este caso son tres poesías y un cuento, también escritos por autores de mi región”.
      Por sus estudios y condiciones técnicas, Silvia es una artista que, de habérselo propuesto, podría haber brillado en los ámbitos de la música clásica o contemporánea. Pero ese camino nunca la sedujo, según cuenta: “Mi formación clásica fue desde un principio un medio para poder tocar música folclórica, que es lo que realmente me apasiona. Lo que me interesa de la música clásica son los recursos, tanto los motrices como los mentales. Pero jamás me sentiría cómoda tocando música clásica en público”.
      Su carrera toda es atípica. Si bien empezó a estudiar piano de chica, al terminar la escuela secundaria sus padres no le permitieron estudiar música y cumplió con el mandato familar de seguir la carrera universitaria de Derecho, donde cursó hasta cuarto año, instancia en la que asumió que, por más que se recibiera, no sería feliz trabajando como abogada. “Fue también para esa época que descubrí que quería tocar como solista –evoca–. Pero en vez de empezar a trabajar como pianista en lo que fuera saliendo, preferí seguir formándome, trabajando mientras tanto en la administración pública. Recién unos años después empecé a enseñar piano y, ya más segura gracias a mis estudios, sí me animé a empezar a trabajar como pianista”.
      Hoy, además de tocar con frecuencia en diversos puntos de su provincia, tanto sola como en compañía de otros músicos, Silvia tiene una rutina de trabajo para la que se autoimpone cierta disciplina: el estudio diario del instrumento y los repertorios, la confección de arreglos, la composición (“sólo cuando me visitan las musas”) y las clases que dicta en un profesorado de música en la ciudad entrerriana de Victoria (distante 118 km. de Paraná), entre otros asuntos. Un universo de “distracciones contabilizadas” en el que no hay lugar para la televisión, al menos no para el aparato, ausente en su hogar. Paradójicamente, ella es una de las pocas artistas populares que animan cada tanto la pantalla de Arpeggio, el canal de música clásica del sistema de Televisión Digital Abierta (TDA).

Carlos Bevilacqua

En la imagen, Teijeira retratada por Adrián Gómez.

Publicado el 18-10-2014.