Si hace unas décadas el gran desafío de todo músico era llegar a grabar, hoy esa meta es mucho más cercana. El surgimiento de decenas de sellos independientes y la democratización de la tecnología en la era digital facilitaron mucho el acceso al disco propio. Es más: la producción discográfica es tanta que a cada artista le cuesta hacerse un lugar (en las bateas, en los medios y en las bandejas del potencial público) por la excesiva competencia que enfrenta. A lo que habría que sumar la tentadora opción de las descargas virtuales vía internet y la pérdida de la costumbre de escuchar algo con atención durante unos 45 minutos, entre otros factores. Aun así, se siguen editando CDs en cantidades fabulosas. Y, aunque en una proporción insuficiente, sigue habiendo gente interesada en comprarlos y escucharlos.
La cantidad de discos lanzados al mercado durante el año último es altísima y difícil de precisar. De lo cual puede dar fe cualquiera de los periodistas especializados en música popular consultados para esta encuesta anual sobre lo mejor de la producción discográfica autóctona. Todos coinciden en lo difícil que es llegar a escuchar todo el material recibido, que además nunca equivale a la totalidad de lo editado ni coincide exactamente con lo que reciben otros colegas. Por eso mismo, apelamos a la opinión de muchos de ellos para tener un panorama lo más abarcativo posible. Como en la encuesta anterior, buscando elegir a los mejores en cinco categorías: tango, folclore, jazz, música popular en general y arte de tapa.
La mayoría de los especialistas consultados eligieron como mejor disco de tango a Uno y uno, segundo del dúo vocal que integran Agustín Fuertes y Ariel Varnerín. Se trata de una cuidada producción de Ignacio Varchausky en la que los dos jóvenes cantantes despliegan su coordinado virtuosismo sobre piezas antiguas pero no muy transitadas del repertorio criollo, por momentos sorprendiendo con la velocidad del fraseo conjunto. Tangos, pero también milongas, valses y hasta alguna canción folclórica suenan entrañables en las afinadas versiones de Fuertes y Varnerín, quienes se acompañan a sí mismos apenas con guitarrón y guitarra, respectivamente, siguiendo arreglos de otro experto en las seis cuerdas: Maximiliano “Moscato” Luna.
En materia de folclore, el más elegido fue el álbum debut del Quinteto Bataraz, una formación dirigida y arreglada por el joven pianista Lisandro Baum que genera una música de raíz, con personalidad propia y un pulso vital que la aleja de las elaboraciones más intelectuales en que suelen caer los músicos más dotados. Curiosamente, desde una ecuación tímbrica más típica del tango: bandoneón (Matías Gobbo), violín (Pablo Farhat), piano (a cargo del director de la agrupación), contrabajo (Carolina Cajal) y guitarra (Sebastián Henríquez). Sólo en un par de pistas interviene una voz (la de Raúl Collado). En las otras nueve, prima el discurso instrumental para un repertorio novedoso, compuesto en buena medida por obras de Baum.
Otro debut premiado en esta encuesta fue el de Fernández 4, que si bien fue considerado por los críticos como el mejor disco de jazz del año, plasmó un trabajo que se caracteriza por un desprejuiciado eclecticismo. En No fear, el jazz es más una actitud que un canon, ya que junto con recursos típicamente jazzeros abundan otros del rock, el funk y el soul. Un repertorio propio redunda en atmósferas diversas en las interpretaciones de Cirilo Fernández (piano y guitarra), Mariano Sívori (contrabajo), “Pipi” Piazzolla (batería) y Nicolás Sorín (sintetizadores), quien además sorprende en varias piezas del album cantando en inglés y con la voz de común distorsionada.
La categoría música popular, que incluye a los tres géneros anteriores y a las producciones reacias a los casilleros, tuvo como ganador esta vez al tercer trabajo solista de la bandoneonista, compositora y cantante Susana Ratcliff, una artista que contrasta su bajo perfil con un enorme talento. Titulado En nosotros, el CD confirma su refinado sentido estético para la versión y sobre todo la creación de canciones, en su mayoría folclóricas. Los trabajos y los días, así como el amor y las profundidades del alma laten en letras luminosas que conviven con pasajes meramente instrumentales. Con esos dichosos resultados mucho tienen que ver el piano y la dirección musical de Sebastián Gangi.
Como disco con mejor arte de tapa fue premiado por la mayoría de los consultados el que grabaron en conjunto La Bruja Salguero y Bruno Arias bajo el título de Madre tierra. Fue de Silvina Pacetti el mérito de un diseño colorido, nítido y oportuno que, además de atraer con una original foto de portada, abunda en dibujos alusivos a la cultura del noroeste argentino en general y a cada una de las canciones en particular. Corresponde agregar que se trata de una forma gráfica que está a la altura del contenido musical, forjado por la cantora riojana y el cantautor jujeño en base a mensajes testimoniales y una instrumentación tan rica como seductora, que no vacila en apelar a recursos de la época para exaltar ciertos ritmos autóctonos.
Si bien Melografías sugirió ternas de discos para cada rubro, los votantes tuvieron la posibilidad de elegir discos no ternados (algo que ocurrió con mucha frecuencia) y de abstenerse en caso de no contar con información suficiente como para elegir un trabajo. Los periodistas que respondieron a la encuesta fueron Mariano del Mazo, Patricio Féminis, Sergio Pujol, Andrés Casak, Germán Marcos, Santiago Giordano, Carlos Inzillo, Humphrey Inzillo, Fernando Ríos, Hugo Martínez, Mauro Apicella, Diego Robacio, Guillermo Chulak, Sebastián Feijoo y quien suscribe.
Carlos Bevilacqua
Publicado el 1-1-2015.