Un grito de corazón


La rebeldía ante la opresión de las dictaduras militares cobró un ritmo sincopado en Bronca Buenos Aires, la obra conceptual de Jorge López Ruiz que a 46 años de creada tuvo ayer su primera versión escénica completa en la Argentina.

      Por su naturaleza, se tiene a la música como una de las artes más abstractas. Si bien las letras de las canciones dan sentidos más o menos precisos, lo meramente instrumental no narra ni describe, es sólo eso que oímos y ya. Es más: sólo necesita tiempo, pero no un determinado espacio físico. Claro que hay muchas excepciones.
      La emotiva función de anoche en el Auditorio de Belgrano fue claramente una de ellas. Más de 45 años después de su creación, pudimos escuchar por primera vez en la Argentina, en vivo y completa, la obra conceptual Bronca Buenos Aires, creada por Jorge López Ruiz en rechazo a la represión ejercida a fines de los años '60 por la dictadura de Juan Carlos Onganía. Ese móvil inicial determinó la índole de los textos para recitador escritos por el periodista y poeta José Tcherkaski que integran la obra, prologando sus cuatro movimientos. Pero también nos lleva a interpretar en determinados sentidos los entramados instrumentales diseñados por López Ruiz. Es entonces cuando la música se torna más elocuente y hasta cinematográfica (lo cual no es casual si tenemos en cuenta que el compositor, además de un contrabajista y arreglador de prestigio internacional, fue durante su carrera el autor de la música de decenas de films, así como de canciones de cantantes muy populares como Sandro y Leonardo Favio).
      La noche, esa misma que transformó un calor agobiante en un furioso viento frío, tuvo un aperitivo bien actual con el trío de la pianista Paula Shocrón en un set breve, pero que alcanzó para mostrar el potencial artístico de su asociación con el contrabajista Germán Lamonega y el baterista Pablo Díaz. El haberla llevado a escena fue un lindo gesto de López Ruiz, que Shocrón supo agradecer cuando pronunció unas pocas palabras para celebrar lo que era inminente.
      Es que acto seguido ocuparon el vasto escenario del teatro una big band integrada entre muchos otros por un casi octogenario López Ruiz, el recitador (rol ejercido por el propio Tcherkaski) y un coro mixto de ocho voces. Juntos interpretaron el poderoso contenido de Bronca Buenos Aires, plasmado a principios de los años '70 en un LP de la compañía RCA. La música sugiere la insostenible tensión entre un régimen totalitario y la efervescencia política y cultural de aquellos años con recursos típicamente jazzísticos. Ritmos sincopados, contrapuntos, contrastes de volumen y solos impactantes (como el del baterista Ezequiel Piazza, fueron protagonizados por un seleccionado de jazzistas locales de diferentes generaciones. En roles solistas, además de López Ruiz y Piazza), brillaron Jorge Cutello en saxo alto y Cirilo Fernández en piano. Algo así como los emergentes más nítidos de una masa instrumental sólida y coordinada, generada por un total de 26 músicos (ver ficha técnica).
     Los versos de Bronca Buenos Aires rezuman la épica romántica de quienes, de este o aquel lado del planeta, acompasaban su pulso juvenil al ritmo de acontecimientos como la Revolución Castrista, la Guerra de Vietnam, el hippismo, el rock and roll, el Mayo Francés, la Primavera de Praga, la muerte del Che Guevara y el Cordobazo, entre otros. Tras evocar en tono poético nuestra matriz inmigratoria y la edad de oro del tango, la voz de Tcherkaski nos introduce en el clima asfixiante que fueron generando los gobiernos de facto a lo largo del siglo XX. Hasta que todo parece estallar en un grito de desahogo final ("¡Saltó la bronca, carajo!"), celebrado a su vez con otros gritos de adhesión por buena parte del público.
      Llegado ese punto culminante del espectáculo, se hizo evidente que para muchos de los presentes (ya mayores de 60) la obra tenía un valor simbólico muy fuerte. Similar al que para sus hijos puede tener el 19 y 20 de diciembre de 2001. De hecho, la imagen de estudiantes y obreros tomando las calles de Córdoba en mayo de 1969 que preside la portada de la edición discográfica de Bronca Buenos Aires es muy parecida a muchas del estallido social que terminó con el gobierno de la Alianza.
      En cuanto al formato sinfónico y de largo aliento, que hoy puede sonar grandilocuente o pretencioso, era moneda corriente en aquella época (recordar, como ejemplos, La biblia de Vox Dei en la esfera del rock o La misa criolla de Félix Luna y Ariel Ramírez en la del folclore). Es oportuno transcribir lo que el propio López Ruiz contó antes de la función sobre la génesis de su trabajo: "Los argentinos hemos sufrido demasiadas dictaduras cruentas, que por cierto no comenzaron en 1976, sino mucho antes, ya en 1930. Yo jamás he sido capaz de soportar menoscabo a mi libertad, a nuestra libertad. Durante el gobierno de Illia, cuando ya creíamos que volvíamos lentamente al pleno goce de la libertad y a pesar de que todavía persistía la proscripción del peronismo, se produjo el golpe de Estado encabezado por el general Onganía. Mi rabia contra el brutal y mesiánico avasallamiento de aquella dictadura era incontenible. Como un kamikaze, despotricaba en cuanto reportaje tenía la oportunidad de expresarme. Una vez me invitaron a un programa de televisión junto a un personaje que imponía un respeto inmenso: el escritor e ideólogo Arturo Jauretche, creador del grupo FORJA. Fue él quien, con palabras muy fuertes y muy sabias, me incitó a traducir en música eso que pensaba".
      Así fue como Jorge López Ruiz volcó su malestar en una primera suite, sólo instrumental, titulada El grito, por la que tuvo una considerable repercusión mediática. Meses después, la rebelión popular conocida como El Cordobazo inspiró en el músico el espíritu combativo de Bronca Buenos Aires, una sinfonía de protesta que si bien con mucho esfuerzo llegó al disco a principios de los años '70, estuvo prohibida durante el Proceso, lo mismo que su sucesora, Coraje Buenos Aires. Es más: por temor, los masters de ambas grabaciones fueron quemados por la compañía discográfica, según cuenta López Ruiz.
      Mucha agua (y lamentablemente también mucha sangre) ha corrido bajo del puente desde entonces. Por diversas razones (entre las que figura la radicación del propio compositor en Estados Unidos durante unos diez años), esta especie de ópera-jazz no había podido estrenarse todavía en la Argentina. Hoy el clima es de los más favorables para las expresiones artísticas, lo mismo que para la verdad y la justicia. A tal punto que la función de ayer -con entrada gratuita- fue organizada por el Ministerio de Cultura de la Nación. En aquel entonces la dirección orquestal del disco estuvo a cargo de Oscar López Ruiz, hermano de Jorge y ladero durante años del gran Ástor Piazzolla. Esta vez la batuta estuvo en manos de Pablo López Ruiz, hijo de Jorge. Todo quedó siempre en familia...
      Pero hay más para celebrar: gracias al empuje del sello Liquid Jazz (del pianista Fernando Gelbard) la versión discográfica original de Bronca Buenos Aires fue reeditada en tres idiomas y se puede conseguir a través de las tiendas virtuales I-tunes y Amazon.


Carlos Bevilacqua

Imágenes: arriba, Tcherkaski y López Ruiz durante el concierto de ayer (foto gentileza de Medioshábiles Comunicación). Abajo, portada de la edición original de Bronca Buenos Aires.

Publicado el 21-3-2015