Esas luces que permanecen


La cantautora Ceci Méndez vuelve a presentar su disco Canciones fugaces, cuyas letras dialogan con melodías de compañeros en sintonía estética y generacional. Entre los pulsos de Brasil y huellas argentinas para el siglo XXI, son canciones que esbozan respuestas cotidianas para ir en busca de la propia voz, junto con los demás.

      ¿Adónde se van las canciones que permanecen? ¿En qué misterios se buscan y hallan los otros, con ellas, rumbo a sus propios desvelos? En sueños y en concreciones, en búsquedas celestes y cotidianas, transitadas con ardor y trabajo, permanecen. Son las melodías que atraviesan géneros para nombrarse de cara a esta época. Simplemente, canciones. Sin especulaciones ni pautas: canciones como preguntas abiertas –en varios ritmos– para reflejar lo caminado y perseguir sonrisas en otras. Son ellas, las que cobija Ceci Méndez bajo el nombre de Canciones fugaces en su primer disco, que editó en 2014 y aún resuena: esta noche lo vuelve a presentar, desde las 21 hs, en La Trama (México 1500, CABA) a la par de Román Giúdice, otro cancionista indefinible en vibraciones compartidas.
      Junto a Ceci Méndez, la voz (en ella, también licenciada en Comunicación Social y profesora de canto), hoy para destejer y volver a hilar las canciones fugaces estarán Emiliano Di Nardo en piano y Juan Clemente en percusión. ¿Por dónde mirar este disco que produjo el pianista Rafael Villazón, de cara a esta noche recobrada de canciones con Ceci Méndez y sus compañeros? Hay respiraciones y ritmos de Brasil en el living de este departamento alto frente al porteño Parque Las Heras. Y con ese puente sonoro, también desde Perú, llegan coordenadas para verla...
      En Canciones fugaces, Ceci Méndez canta (sobran los adjetivos) Encuentros y despedidas, de Milton Nascimento y Fernando Brant, traducidos por ella. Otra, la trova y demás colores de la raíz folklórica de vanguardia, aquí con la nana Lo que usted merece, del santafesino Jorge Fandermole. Dos marcas de generación; dos reafirmaciones de identidad personal. Y alrededor, hoy y mañana, las letras de Ceci Méndez hechas melodías con varios instrumentistas de sintonía. Los nombres de los temas espejan esta apertura estética: Un certain flâneur y Décimas por la ventanilla, con músicas de Francisco Carattino; Zamba de un nuevo olvido y Canción lunar, ambas con Chango Ibarra; Alvoroço y Quereme como soy, junto a Pablo Pupillo. Y está su voz como lazo y reunión de sus voces, al final y al comienzo de todo: “Me gusta la historia que cuenta Un certain flâneur –cuenta Ceci Méndez–. A pesar de que es cortita, porque pinta a un personaje al que admiro y un poco envidio, que no existe en realidad con nombre y apellido pero es súper interesante y que ha dado durante años para escribir un montón: el 'flâneur'. Pero es un personaje inventado”.
      Estos seres (no sólo) urbanos pueblan Canciones fugaces: sus plazas y, más allá, las playas; los amores y su lejanía; la femineidad; los amigos, la noche y el deseo en el mar; todo lo feliz del otro lado de la soledad. Son las presencias –dolidas y reencontradas– para estar en el mundo sin miedos. Con Ceci Méndez, este deslumbramiento por ciertos personajes llegó de nuevo para una obra inédita. “Me pasó con una canción nueva, a partir de una melodía que me pasó una amigo. Creo que se va a llamar ‘Chacarera de la mujer celeste’, y trata acerca de una enfermera… ‘random’". Se inspiró en una que oyó en un banco de Parque Patricios. "Ella contaba una historia de unos enfermos terminales, y me imaginé a otra que trabaja con chiquitos en un hospital. Pero no hablo de una persona en particular, sino de un arquetipo. Así que me voy dando cuenta de que tengo una tendencia medio rara de inventar personajes que no existen”.
      Su risa en cadencia de Brasil, aquí; luego el pensamiento, los ojos en leve brillo y las palabras que rodean a esa voz. “Es una mujer y pueden ser todas. Siento que no podría trabajar con una realidad que para ella es natural y para mí demasiado dura. Saldría todos los días llorando. Tal vez no, pero no me imagino en la piel de esa mujer. Y a la vez la admiro enormemente y me digo: ‘¡Qué bueno que haya gente que puede hacer eso!’. Así la pude abordar desde una canción: fui captando lo que decía en la plaza y luego inventé el resto de la historia”.
      Vendrá esa canción para el disco nuevo, pero el CD, como este día, sigue latiendo con ella. Le habla de otra manera. "La forma de tocarlas va cambiando e incluso hay gente que prefiere cómo suenan en vivo. Estas canciones están teniendo una vida buenísima y celebro poder compartirlas con los demás. Cada músico le da su toque especial, y desde ya cada concierto es diferente. Yo no busco nada prefijado: quiero que fluya en el momento para que nos conectemos todos”, atesora Ceci Méndez.
       En eso vuelve a sentir “que algunas otras cosas también han cambiado”, pensando en el ejemplo de la melodía final Quereme como soy, “que tiene un efecto más teatral. Es bastante cotidiana y simple al lado de las otras. Quise simplemente contar una historia: no tiene ambiciones poéticas. La puse al final a propósito, casi como un 'bonus track'. No tiene una línea parecida. Hay gente que opina que es la mejor y otra que no”, pronuncia sonriendo.
      Las otras traen iluminaciones para esos misterios iniciales. Palabras potentes sin linealidad. Ceci Méndez toma con suavidad el librito en colores cálidos y con leves azules de Canciones fugaces, y lee a media voz: “Esta ruta, lazo eterno, se derrama como arcilla, y desde una ventanilla yo abandono el roto invierno. Ya mi vista quiebra el viento…”. La décima se completará en vivo, como esta noche. Otro silencio traerá en la zamba que dice –y ella lee ahora–: “Derramaste tus excusas, tu nota me acarició; el viento quedó torcido, perdido, de tu lado ni llovió”.
      Entonces deja el CD y, conectada con otros sentimientos, otras presencias imaginadas sobre lo que está escrito afuera, Méndez llega cantando en dulzura al inicio de la posible “Chacarera de la mujer celeste”: “‘Se despierta y busca el cielo entre las ventanas / siempre es de noche cuando va a trabajar’. Por ahora es bien simple: no tiene metáforas. Ellas aparecen después. Ahí es cuando la empezás a complicar". Y duda unos segundos: "Pero esta vez no sé si la quiero cambiar tanto. Quizá no todo tenga que ser tan metafórico. Hay letras súper simples que me encantan y digo: ‘Yo podría tratar de hacer algo más simple –y sonríe otra vez, Ceci Méndez–: a esa búsqueda voy”.


Patricio Féminis

En la imagen, Ceci Méndez. Foto de Magadalena Giménez.

Publicado el 13-11-2015.