Con eje en el baile que fue furor en las primeras décadas del siglo XX, un grupo de bailarines organiza cada jueves una "Swingin’ Night", fiesta que incluye una clase de baile, una pista con música grabada o en vivo y mucho look “retro”. Algo parecido a la alegría del legendario Cotton Club pero en Palermo Viejo.
Una pulsión vital, a veces reprimida, otras oculta, pero siempre latente, nos lleva a conectarnos con el placer del baile. Ese impulso es reivindicado y hasta estimulado por los bailarines Juan Villafañe, Manuel Bicain y Mariel Gastiarena en una fiesta que se repite periódicamente con el elocuente nombre de "Swingin’ Night". ¿Dónde? En Niceto, referencial discoteca del barrio porteño de Palermo. En las diferentes instancias del evento reina un clima de celebración, con el baile del swing (ese que fue furor en los años ’20 y ‘30) como pócima energizante.
Ya en la clase que inaugura cada fiesta, a las 20, los docentes se preocupan por motivar y dar confianza a los futuros bailarines. “¡Si caminan con la música ya están bailando, muchachos! –dice uno de ellos– ¡No importa si el paso no sale. En todo caso, si se equivocan, sonrían!”. Es que el disfrute parece ser la clave de estos encuentros. Así, como ajenos a una perfección técnica (siempre utópica en poco tiempo), terminan generando un clima relajado y, por ende, más propicio a los logros coreográficos. En la clase se mezclan los principiantes con los avanzados, todos atentos a las indicaciones de los profes, en lo que podría considerarse un pre-calentamiento para la práctica posterior.
A continuación, unas 300 personas protagonizan el baile en sí, de las cuales la gran mayoría se entrega al swing que llega desde los parlantes, sea a través del DJ de turno, sea del grupo convocado para tocar en vivo. Los bailarines amateurs se confunden en la pista con los profesionales. Los hay en pareja pero también solos. Entonces el pudor queda relegado al altillo de lo inútil. Mientras, una enorme pantalla dispuesta detrás del escenario proyecta imágenes festivas de viejas películas en blanco y negro.
Así es como se empieza a cumplir con el declarado objetivo de “devolverle a la noche el jazz que le pertenece”, según reza esa especie de declaración de principios con que se promocionaban el año pasado las Swingin’ Parties. “¿Por qué? Porque creemos en la experiencia indomesticable del jazz para emocionar por un instante o para siempre a cualquier corazón humano”, se auto-responden en ese mismo texto. “¿Cómo? –también se preguntan– Mediante el arte vivo en todos sus estados y direcciones, con el lenguaje del jazz hablando por el cuerpo. Creamos un escenario donde hablan lo negro y lo blanco, la mujer y el hombre, la vieja África y la vieja Europa en esta nueva América. Hacemos noches con pista y gritos, con copas y curvas, con baile mínimo o salvaje. Siempre con swing”. Siendo el swing –entendemos– un estilo de música y de baile, pero también una forma de encarar las cosas.
El baile se prolonga hasta la medianoche durante tres horas, animado por una concurrencia de edades diversas que promedian los 30 años. Las parejas van armando una sincronía de movimientos en espejo, y si por momentos se abrazan para rotar sobre un compartido eje imaginario, en otros se alejan en el “weep” (figura llamada así porque semeja a un latigazo), en otros se alejan del piso hasta generar unas piruetas de esas que (por más que sean conocidas) llenan de asombro los ojos de los circunstanciales espectadores. Claro que si de técnica, musicalidad y velocidad se trata, quienes más asombran son los bailarines profesionales que cada tanto brindan exhibiciones informales en el centro de la pista. Los giros, saltos, rebotes y sutilezas de cada movimiento resultan entonces fascinantes, como los de una luz que nos encandila.
La Swingin’ Night implica además un extraño viaje en el tiempo. Así como la música reinante “atrasa” (en tanto estuvo de moda hace unos 80 años), el aspecto de muchos de los concurrentes es el de los tiempos de oro del lindy-hop, como también se denomina a la danza de pareja tomada que acompañó al estilo musical del swing en los multitudinarios bailes del Cotton Club y el Savoy, aquellos míticos locales neoyorquinos de los años ’30 .
Jueves por medio, la banda sonora de la Swingin' Night es interpretada en vivo por un trío integrado por Manuel Fraga (piano), Juan Klappenbach (clarinete y saxo) y Hernán Avella (batería), todos especialistas en ese atributo inefable (pero perceptible) que es el swing.
Estas fiestas nacieron en febrero de 2013 bajo el nombre de Swingin' Parties y, tras un año de agitar el Lado B de Niceto, pasaron a ocupar el salón principal del local palermitano. Hoy tras un receso de unos meses y una provechosa experiencia en Córdoba capital, las Swingin' Parties regresaron al local más chico de Niceto Vega 5510 (CABA) para llenar los cuerpos de endorfinas. Este año, además, la jugada swinguera se puede empalmar con dos propuestas bailables (ya más típicas de estos tiempos) que ofrece el local palermitano: Back Up (en ese mismo salón) y el famoso Club 69, en el salón A. ¿Dormir? Para eso ya habrá tiempo...
En la foto, parejas durante una de las ediciones de la fiesta (toma de ALC Fotografía).
Publicado el 11-8-2015.