Hace dos años se iba prematuramente uno de los personajes más talentosos, peculiares y poco explorados de la música popular latinoamericana: Santiago Feliú. Componente tardío de la Nueva Trova Cubana, fue calificado (con acierto) como el más argentino de los cubanos y el más hippie de los comunistas, o de los "rojos", como prefería autodenominarse.
Algunos lo conocimos una noche de 1985 en el Luna Park, como invitado de Silvio Rodríguez. Subió al escenario con gesto tímido. Dijo, a cuentagotas, las palabras justas para no delatar su tartamudez. Pero cuando desató esa magia avasallante de guitarra y canto supimos que era un artista único.
Y aquella tartamudez que tanto lo incomodaba, pero que era imposible siquiera sospechar cuando cantaba, no fue la única curiosidad que envolvió la vida y la obra de Santiago Feliú. Muchos se asombraban al verlo empuñar la guitarra como zurdo pero sin invertir el orden de las cuerdas. Y mayor aún era la sorpresa cuando se enteraban de que en realidad no era zurdo, sino diestro. Pero había adquirido esa rara habilidad de niño, como autodidacta, y una vez que sus maestros notaron la anomalía, prefirieron no interferir con formalidades en su prodigiosa evolución como guitarrista. De modo tal que esa maravilla endiablada y a la vez exquisita que emanaba de su instrumento era generada de la manera más heterodoxa.
Sus comienzos en los escenarios fueron a fines de los '70, de la mano de sus padrinos artísticos: Silvio Rodríguez y su hermano Vicente Feliú (varios años mayor), dos referentes de la primera Nueva Trova Cubana. Si bien Santiago grabó el primer disco en 1986, luego de cumplir los 24, la mayoría de las canciones que lo integran fueron compuestas unos cuantos años antes. Una de ellas, Para Bárbara, dedicada a la fugaz esposa de su primera juventud, se convirtió en un himno que lo acompañó durante toda su carrera.
Su último LP data de 2010, pero hace dos años se encontraba todavía en plena actividad. Daba conciertos con frecuencia y, de hecho, falleció tres días antes de la fecha fijada para presentarse con su banda en la por entonces flamante Fábrica de Arte Cubano. Y pocas semanas antes del nacimiento de su segundo hijo, Mateo.
Para profundizar estrictamente en su obra, nada mejor que escuchar sus ocho discos, todos disponibles en Youtube junto con cuantiosas presentaciones en vivo y grabaciones caseras, muchas de ellas con sonido entre aceptable y excelente. Y hasta un protodocumental a medio editar realizado por el cineasta cubano Manuel Marzel. Allí se lo ve y se lo escucha dialogar bastante, lo cual adquiere un enorme valor tratándose de un personaje que se negaba a hablar en público.
Más esquiva −aunque no tanto− es la pista de sus andanzas y desventuras por el mundo. Con largas y reiteradas estadías en Colombia, España y muy especialmente Argentina, representó sin dudas la figura más acabada del trovador itinerante y solitario. No porque le faltaran compañías en los lugares que visitaba, sino porque no se acoplaba al modelo cubano de las giras grupales organizadas.
Tanto es así que, después de una temporada particularmente extensa en nuestro país, allá por mediados de los '90, al regresar a Cuba muchos pensaban que había desertado, como se decía entonces. Pero sus padrinos protectores en el arte y en la vida lo rescataron una vez más y retomó su carrera... para volver a levantar vuelo una y mil veces más, hasta que un infarto puso fin a sus giras aquel odioso 12 de febrero de 2014, cuando tenía apenas 51 años.
Horacio Torres
Publicado el 12-2-2016.
En las imágenes, Santiago Feliú. Fotos tomadas de su Facebook oficial.