Amar, temer y partir, los verbos paradigmáticos de las conjugaciones regulares en nuestra lengua, fueron tomados por la compañía de tap Chakatá como ejes argumentales para armar una sugerente puesta teatral que fue reestrenada ayer (7-5) en el barrio porteño de Chacarita.
Integrada por cuatro jóvenes y emprendedoras bailarinas, la compañía de danza Chakatá viene realizando desde 2006 un original trabajo de resignificación del tap, ese ruidoso zapateo de origen estadounidense que se suele identificar con las películas musicales de Hollywood de mediados del siglo pasado o, a lo sumo. con las puestas teatrales, también musicales, que giran en torno a los mismos lugares comunes de aquellos films. En ese camino, Bárbara Gurevich, Micaela Pierani Méndez, Rosario Ruete y Luciana Castro Sampayo desarrollaron un intenso trabajo docente, crearon y produjeron durante cinco años un atractivo espacio de experimentación y cruce que dieron en llamar “Tap Sessions”; y hasta presentaron dos espectáculos que, cada uno a su manera, rompieron con lo conocido hasta entonces sobre los zapatos con chapitas.
Como parte de los festejos por el 10º aniversario de la compañía, las Chakatá reestrenaron ayer Amar. Temer. Partir., un espectáculo muy particular, que ellas mismas protagonizan como intérpretes, coreógrafas y directoras. Lo hacen basadas en una idea que también les pertenece: la de narrar los amores, miedos y deseos de cuatro mujeres con movimientos corporales que incluyen (pero también exceden) el lenguaje del tap.
Cuatro tipologías, o al menos instancias de la vida social, son representadas por cada una de ellas en un mismo espacio escénico ingeniosamente dividido en cuatro y con una zona en común, como abierta a circunstancias más públicas. Y si bien la mayor parte del relato llega a través de los cuerpos, una de las Chakatá (Micaela) intercala cada tanto unas reflexiones declamadas, acerca del paso del tiempo, que aportan un anclaje temático para las acciones, a veces simultáneas y no siempre del todo nítidas en sus sentidos. Se trata de textos muy ocurrentes, ricos en juegos de palabras, escritos por Verónica Abbattista.
Aunque las emociones sugeridas por la narración son amplias y profundas, al menos para este cronista el mayor placer llegó por el lado del zapateo propiamente dicho, cuya coordinación y variantes hacen del ritmo algo tan flexible como contundente. En rigor, la percusión corporal no se limita al ruido de los zapatos contra el piso de madera, sino que incluye juegos de palmas entre las manos y contra otras partes del cuerpo. La destreza de las Chakatá ya nos había resultado deslumbrante en otros trabajos, pero no por eso deja de sorprender y deleitar. Particularmente cuando se despliega ensamblada en una puesta tan pretenciosa como la de Amar. Temer. Partir., que exige que esa motricidad fina esté en sintonía con muchas otras variables, como el zapateo de las compañeras, otras acciones ejecutadas por ellas mismas con el resto del cuerpo, la iluminación y –claro– la música.
La banda sonora en sí misma es un plano clave de la obra. Creada para la ocasión por Mariano Pirato Mazza, es generada in situ por Santiago Greco (a cargo de una guitarra eléctrica) y Florencia Bordolini (programaciones y batería electrónica), quienes a un costado del escenario aportan sonidos incidentales de variada índole, pero que bien podrían ser disfrutados, sin imágenes específicas, desde un equipo de audio. En esa feliz interacción entre música y baile en tiempo real hay una magia difícil de encontrar en el circuito teatral porteño.
Cerca del final, el personaje con algo de filósofa que por momentos encarna Pierani Méndez sugiere dejar de ocuparse tanto del tiempo y prestarle más atención al espacio, no siempre percibido como determinante de nuestra realidad. Ellas, como artistas, dieron el ejemplo, porque para este espectáculo, el primero que pudieron planear sin condicionamientos, diseñaron junto a Marcelo López Carilo una hermosa estructura escenográfica con distintos niveles, montada por Esteban Siderakis y Andrés Livy. Cabe recordar que para conseguir un piso propio, transportable y apto para tap, las Chakatá habían emprendido antes una exitosa campaña de financiamiento colectivo a través de una de las plataformas web que brindan ese servicio. Hoy ese piso luce como parte de la compleja escenografía de Amar. Temer. Partir. en El Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA), donde este trabajo había sido estrenado originalmente (en noviembre de 2014) y donde ahora puede volver a verse los sábados, a las 23, con entradas a $200 ($170 para estudiantes y jubilados).
Amar, temer y partir son los verbos que los libros de castellano presentan como modelos de las tres conjugaciones regulares. O sea, constituyen un núcleo esencial de nuestra gramática. La simbología que adquieren en la obra reseñada también remite a asuntos esenciales, propios de la naturaleza humana: nuestros vínculos con los demás, los miedos que inevitablemente nos atraviesan y la necesidad (no siempre clara ni debidamente aceptada) de dejar determinados lugares. El tap dúctil, abierto hasta lo teatral-narrativo, que Chakatá usa como lenguaje para abordar esos asuntos, le termina dando al todo un encanto especial.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, un pasaje de la obra. (fotos de Fuentes Fernández y Alaska).
Publicado el 8-5-2016.