No es fácil llegar. Nunca. Y menos al Patio de la Pirincha. Las indicaciones varían y no es un lugar que figure en los mapas. Al camino hay que apuntalarlo con preguntas a los lugareños o visitantes avezados. Recién cuando uno está a 50 metros puede intuir que es ahí, ayudado por un grupo de jóvenes que charlan en la vereda (cuando no en la calzada), acaso para tomar fresco, acaso para elaborar un poco lo que acaban de vivir. El reflejo natural es tocar el timbre de esa casa. Pero no es necesario. El camino sigue por un pasillo largo y angosto de esos que conducen al centro de la manzana. Todo en la penumbra nocturna. Hasta que uno llega a ese mundo aparte...
El patio es apenas más grande que el de una casa modesta del Gran Buenos Aires, y mucho más largo que ancho. A un costado, una parrilla con chorizos que van soltando su grasa en forma de tentador humo. Muy cerca, un pequeño mostrador del que salen constantemente locros, empanadas y vasos de cerveza. Más allá del precario pasillo que conduce a los baños, una de las paredes tiene una bandera con una leyenda en contra de la ley de bosques que pretende imponer el gobernador Schiaretti. La otra, es un gran mural con varias obras, pintadas algunas, a partir de azulejos otras. Al fondo el escenario, apenas por encima del nivel de la tierra, delante de otro mural (todo parece ser arte acá). En medio de esos perímetros, un enorme árbol preside el terreno. Y en derredor, el público; los de adelante en sillas agregadas para la ocasión, todos lo demás parados. Por encima de todos, varias ristras de banderines de colores subrayan el carácter festivo y barrial del encuentro.
No es espacio físico lo que sobra. Pero sí mucha buena música. Ni hablar de camaradería y predisposición para pasarla bien. Lo de este patio coscoíno es lo agreste, lo informal y lo eminentemente libre. Quien busque alguna comodidad "burguesa" deberá rumbear para otras peñas.
La noche de nuestra visita lo de la Piri estaba más lleno que de costumbre (sí, en estos lugares hay diferentes grados de "lleno"). ¿La causa? El mega-homenaje que se estaba por realizar al cantautor Raúl Carnota (fallecido hace poco más de dos años). Más allá del habitual hormigueo que Cosquín es, en general, a fines de enero.
Con unas sencillas palabras será la propia hija de Raúl quien dará comienzo al tributo, consistente en una docena de números musicales. Algunos de artistas de renombre nacional como Juan Quintero, Ramiro González y Mery Murúa. La misma pequeña multitud que en los intervalos se explaya en murmullos apasionados sabe generar un silencio atento (y hasta algo reverencial) cuando los artistas toman la palabra. Tal como pasó con el fascinante dúo de canto y guitarras Nuevo Cuyo, en la previa del homenaje a Carnota.
Del otro lado de la vía
Más tarde, los datos de colegas especializados también nos llevaron a conocer El sol del sur, la peña de la cantante coscoína Paola Bernal. Ya con muchas más comodidades (las propias de un club de barrio bien mantenido), la magia de la música criolla se mantiene intacta en Gerónico 937, a pocos metros de la vía que otrora comunicaba Cosquín con La Falda y el resto del valle de Punilla. Verdad es que la música sufre algunas reverberaciones que no se dan al aire libre, porque si bien los equipos de audio son mucho más potentes y una sonidista busca regular permanentemente lo que sale de los parlantes, el techo alto y el tamaño del salón la condicionan mucho.
Otra vez, las falencias se compensan y hasta superan ampliamente por la calidad y calidez de lo que ocurre. En el escenario, en las mesas y en la amplia pista de baile que separa ambos espacios. En un ángulo del salón, un gigantesco sol de tela se extiende por dos paredes y parte del techo como un pulpo luminoso. A los costados, unas repisas propias del edificio ofrecen remeras y videos.
En la Sociedad Española de Cosquín (predio que da sede a esta peña) todo parece cuidado. Desde el estado de los baños y el espacio para circular o para bailar hasta la calidad de la comida (tartas, pizzas y empanadas). La sensación que tanto personas solas, como en pareja, familia o grupos de amigo pueden pasarla bien ahí. Basta estar unos minutos para percibir que corre mucho la cerveza y el fernet, bebida típica de la provincia. Y siempre está la posibilidad de tomar un poco de fresco en un jardín contiguo, donde además se venden algunas artesanías.
En lo estrictamente artístico "La de Pao", como se la conoce en el ambiente folclórico, se distingue por exponer buena parte de lo que pasa a nivel musical en toda Córdoba. Incluso escapando a los parámetros clásicos del folclore, tal como comprobamos ayer escuchando a Sombraitoro. La noche se prolongó más allá de lo tolerable para este cronista, pero permitió apreciar varios números atractivos, como la poderosa voz de María Fernanda Juárez, las cuecas y tonadas en boca de Marcelino Azaguate y el hermoso despliegue musical-coreográfico de Brecha Danza, entre otros.
Puede pasar (como ayer) que se sume a un número musical la danza del "Negro" Valdivia (bailarín profesional y productor artístico, sí aquel que inspiró al dúo Orozco-Barrientos la canción Celador de sueños). Y puede ser que muchos de los que un rato antes estaban en lo de la Piri ahora estén acá (como en propio Valdivia o la anfitriona Bernal, que anoche también estaba programada para homenajear a Carnota). Desde ya que los mismos músicos que tocaron o están por tocar comparten las mismas mesas del público, en parte para apreciar el arte de sus colegas.
Y puede pasar que cuando usted vuelva a su morada vaya cruzándose con otras músicas que vienen de otras peñas, más comerciales unas, más bohemias otras, más para escuchar algunas, más para bailar otras. O que en el jardín externo de una casa haya un guitarrista y un percusionista tocando por el mero placer de hacerlo, bajo las estrellas de una noche fresca. Todo eso puede pasar. Y mucho más...
Carlos Bevilacqua
En las imágenes, El patio de la Pirincha (foto de Mario Fernández Abella, arriba) y El sol del sur (foto del redactor, abajo).
Publicado el 24-1-2017.