Muchas de esas que sepamos todos

 

"Noche de clásicos" era la consigna de ayer. Apelando a la memoria emotiva, el Festival de Cosquín reunió una serie de agrupaciones históricas (en muchos casos con nuevos miembros) en una luna que además fue prolífica en canciones emblemáticas del repertorio folclórico. El resultado, desparejo.

      La Plaza Próspero Molina vibró de entrada con el frenético virtuosismo de Néstor Garnica, renombrado violinista santiagueño que supo seducir con varios clásicos al frente de una banda que incluye bajo, guitarra y batería, de esas que dejan poco espacio para el matiz. Hay algo de showman de Garnica, que suele caminar por el escenario mientras toca su violín eléctrico sin caja potenciando la euforia del auditorio.
      Sin embargo, hubo que esperar hasta bien entrada la madrugada para que ese clima de entusiasmo generalizado se replicara. Fue recién alrededor de las 2 (la función arranca a las 22) cuando Las Voces de Orán sacudieron a la multitud con esa música festiva, típica del Chaco salteño, que los caracteriza. Muy pocos permanecieron quietos cuando se despidieron, entre gritos de alegría, con La chicharra cantora.
      La Salta más capitalina, "prolija" y célebre también implicó un fuerte rescate emotivo, poco antes, con una recreación de Los Chalchaleros en torno al bombista Polo Román. ¿Cómo no emocionarse con aquel repertorio que lideró las preferencias folclóricas de los argentinos durante décadas?
      Pero el mayor golpe al corazón quedó para el final, a través de Los Manseros Santiagueños, la histórica agrupación de cuatro integrantes, ahora reducida a tres luego de la muerte de Guillermo "Fatiga" Reynoso, en 2016. De hecho, parte del recital se concentró en homenajear su figura, video mediante. Lo cual apenas matizó la atmósfera de celebración que dominó todo el set mansero, con chacareras inoxidables como Puente Carretero, Añoranzas y La Telesita.
      Entre un extremo temporal y otro, hubo tiempo para situaciones diversas. Acaso la más conmovedora no fue estrictamente musical: durante el recital conjunto de Rubén Patagonia y Tomás Lipán ("Pachamapu") tomó la palabra Soraya Maicoño, cacique mapuche de Chubut, para denunciar la represión que sufre su pueblo. "Tenemos el coraje para defender nuestra tierra de los agrotóxicos y la extranjerización. Seguimos de pie, firmes y dignos porque tenemos una tierra que nos da fuerza. El Estado se arroga derechos sobre la Patagonia, pero nosotros somos pre-existentes al Estado. Esta situación tan difícil que estamos viviendo no es algo nuevo, lleva 130 años, por eso mismo sabemos qué es resistir", explicó. Tras conseguir que casi toda la plaza la aplauda de pie, exigió: "¡Fuera Lewis, fuera Benetton, fuera Monsanto, fuera Tinelli, fuera Ginóbili!" Una intervención breve, pero tan contundente que terminó eclipsando el novedoso ensamble que los artistas esbozaron entre las tradiciones musicales del sur y el noroeste.
      No fue el único tramo en el que se filtró la realidad social de manera explícita. Durante su actuación, César Isella pidió un aplauso para el titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos de la Nación, Hernán Lombardi, supuestamente presente en ese momento. La respuesta fue la de apenas una mitad de aplausos y otra mitad de silbidos. "Esto es la democracia", señaló después Isella tratando de componer las opiniones opuestas y contrastó con ese pacífico disenso lo que él mismo vivió en 1972, cuando tras cantar ahí mismo El potro Mario fue detenido por la policía local por "averiguación de antecedentes", según contó. Por lo demás, su canto discurrió entre anécdotas, varios clásicos escritos junto a Armando Tejada Gómez y hasta una canción sobre Horacio Guarany (cuya figura aparece una y otra vez en las palabras de los artistas con motivo de su reciente muerte).
      La cuestión social había tenido un capítulo clásico justo antes, cuando el cantor mendocino Carlos Méndez reeditó la música de don Alfredo Zitarrosa, tan rica en poesía criolla sobre la desigualdad y la fe en la emancipación latinoamericana. Su voz, el repertorio, las guitarras (una de ellas pulsada por un ex-guitarrista de Zitarrosa), todo suena muy cercano al original. Tanto que logró conmover.
      La danza escénica, más allá de las compañías que fueron actuando en el Patio de Baile, estuvo representada por el Gran Ballet Argentino (dirigido por Alejandro Tapia) y por el Ballet Folklórico Nacional (esta vez con una coreografía en homenaje a sus ex-directoras Norma y Nydia Viola).
      La larga noche coscoína incluyó muchos otros condimentos: la nostalgia que provocaron Los Tucu Tucu, el eclecticismo de Los 4 de Córdoba, los juegos vocales de Opus 4, el repertorio cuyano del joven cantautor Marcelino Azaguate, la potente voz de la santiagueña Florencia Paz (otra joven promesa, aunque con uno de esos entornos en los que batería y guitarra eléctrica terminan por tapar el canto).
      Seis horas que compensaron las audacias de la primera noche y las que esperan hasta el 29 de enero, en un festival que tiene la gran virtud de ser plural.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, Los Manseros Santiagueños durante el recital de anoche. Foto de Dani, provista por la Comisión Muncipal de Folklore.

Publicado el 23-1-2017.