La Pipetuá Lunática: una hilarante misión astronómica que atrae por su originalidad

La obra de La Pipetuá, que por estos días se presenta en el Complejo La Plaza, es una contundente muestra del peculiar talento de la agrupación, cuyo lenguaje abreva en el teatro, el circo, la danza, las artes visuales y la música en vivo.

    
      El paso de comedia, festivo, algo histriónico con que los personajes interpretados por Sebastián Amor, Maximiliano Miranda y Fernando Sellés entran en escena puede ser equívoco si lo que sugiere el comienzo es una sucesión de humoradas de esas que dejan el abdomen exhausto. Lo de La Pipetuá en su flamante espectáculo es cómico, sí, pero sobre todo poético. La luna, el destino de los tres astronautas, es el satélite que orbita alrededor de la tierra pero también un mundo de fantasías y un símbolo del “cuelgue”, esa dimensión paralela que a veces elegimos para vivir por encima de la dura realidad o para soñar con modificarla.
      Lo curioso del caso es cómo la compañía nacida en 2001 logra poetizar. Porque lo hace a través de algunos recursos de la actuación clownesca y la simulación, pero también a través de una variada tecnología. Claro que los dispositivos, algunos de complejidad inasible para el espectador medio, no buscan reproducir condiciones propias de la NASA sino generar imágenes sugerentes.
      La narración no es lineal. O, en todo caso, sigue una línea que no siempre es recta. Y en el camino, los intérpretes apelan a técnicas y materiales de variada índole, lo cual impacta por el cómo, que termina siendo influyendo mucho en el qué.
      Otro rasgo distintivo de esta obra es la confluencia de disciplinas, lo imbricadas que están y, por ende, lo difícil que resulta definir con un solo la naturaleza del trabajo. ¿Es teatro? ¿Es circo? ¿Es danza? ¿Es música en vivo? Sí, y un poco más también, por aquello de que el todo no siempre es igual a la suma de las partes.
      Pero más allá de los recursos, prima la sorpresa. Tal vez para los habitués de la compañía ese factor ya no cuente tanto, pero para el espectador debutante, hay poco de previsible en el devenir de los cuadros.
      Además, como pasa en toda buena obra de arte dirigida al público infantil, La Pipetuá Lunática tiene en muchos pasajes más de una posible lectura, no sólo para que padres, tíos y abuelos tengan guiños a saborear sino para que algunos de los chicos mayores tengan más de un sentido a su alcance.
      Detrás de esta puesta de La Pipetuá hay un numeroso equipo artístico, bajo la dirección de Daniel Casablanca, el fundador de la agrupación teatral Los Macocos. De la lista de colaboradores también sobresale el nombre de Teresa Duggan como responsable de las coreografías. Aunque, más allá de la resonancia de algunos nombres propios, amerita una mención especial el trabajo de Hernán Méndez y Mariano García en el rubro “Realización tecnológica”. De hecho, aun suspendiendo la credulidad, cuesta percibir cómo se consiguen algunos artificios, como ciertas proyecciones a través de unos globos. Como otras de concreción menos sofisticada, todas ideas que están al servicio de lo que implica, literal y metafóricamente, estar en la luna.

Carlos Bevilacqua

Recuadro
Coordenadas lunáticas
     
      Quien desee experimentar las sensaciones que desde el escenario provoca La Pipetuá en su viaje espacial, tendrá varias opciones: una función diaria, a las 15, todos los días hasta el 29 de julio en la Sala Pablo Neruda del Complejo La Plaza (Av. Corrientes 1660, CABA) con entradas que oscilan entre los $300 y los $400. 

En la imagen, los tres integrantes de La Pipetuá. Foto promocional del show.

Publicado el 21-7-2018.