Con pocos pero calificados recursos, el pianista Juan Nevani y la cantante Catu Hardoy versionan parte del repertorio de dos íconos de la balada jazzera en Celebrating Ella & Louis.
El ambiente invita al disfrute. Es que Bebop Club es uno de los lugares de Buenos Aires mejor acondicionados para escuchar música en vivo. El mobiliario, los cuadros de las paredes, la acústica de los materiales, el balance de los micrófonos, la iluminación… todo coadyuva a pasar un buen rato. Condiciones que se potencian al poder comer o beber, ahí mismo, algo de la preferencia del espectador-oyente.
Después, claro, para que no sobrevenga una decepción, el escenario tiene que entregar una propuesta que esté a la altura de las circunstancias. Es lo que pasa con el pianista Juan Nevani y la cantante Catu Hardoy, que para nada desentonan con ese clima propicio en Celebrating Ella & Louis, el espectáculo que este sábado al atardecer volverán a ofrecer en el elegante sótano del barrio porteño de Monserrat.
Los dos tienen evidentes condiciones. Pero además las focalizan muy bien, sin ostentaciones innecesarias, en la recreación del repertorio que compartieron dos gigantes de la balada jazzera: Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Nevani es un virtuoso del teclado, además de compositor y más que digno cantante. Hardoy, una gran voz, plena, dúctil y expresiva hasta en plan de scat.
Por el carácter mundialmente reconocido de piezas como Cheek to cheek, Summertime, o Can’t take that away from me y por la fuerte presencia de las versiones que dejaron los dos referentes estadounidenses cuando grabaron juntos, se trata de un gran desafío. Sin embargo, Juan y Catu salen airosos. Y más: logran imprimir a sus interpretaciones recursos propios.
Acaso colabore el gusto que transmiten por las canciones que eligen. Siempre es más fácil conseguir un buen desempeño cuando uno ama lo que hace.
Otra virtud del dúo es el grado de ensamble que demuestran. Hasta en Garota de Ipanema (tema que dijeron interpretar por primera vez en vivo el sábado último) fue encomiable cómo se complementaron. La interacción entre el piano de él y la voz de ella es deliciosa.
El show no se extiende más allá de la hora pautada en el programa. Y en ningún momento se vale de otro instrumento más que del piano de cola de Bebop, ni de otro artilugio escénico más que de las voces (particularmente la de ella). Aun así (o en parte por eso), la sensación final es de generalizada satisfacción espiritual. Porque, como tantas otras veces, lo que importa no es tanto la cantidad, sino la calidad.
Carlos Bevilacqua
En la imagen, Nevani y Hardoy. Foto de Camila Buch.
Publicado el 23-8-2018.