Sobre “Lujo y fantasía”, séptimo disco del Quinteto El Cachivache


La formación tanguera editó una placa puramente instrumental que alcanza sus tramos de más impacto en las composiciones propias.

      Parece mentira, pero es así: aún en 2018, las agrupaciones dedicadas al tango se ven condicionadas por el peso del repertorio histórico del género. Sea por gusto, por estrategia laboral o por alguna clase de temor, es difícil encontrar un disco de las nuevas generaciones que no incluya piezas creadas en la primera mitad del siglo XX.
      La curiosidad se hace nítida en producciones como Lujo y fantasía, el flamante CD del Quinteto El Cachivache, porque el abordaje de piezas como Maipo (Arolas) o No me extraña (Celenza-Romano) es bien diferente del que reciben las de factura propia. Las primeras siguen un patrón rítmico rápido y regular, por momentos casi caricaturesco de lo que supo desarrollar Juan D’Arienzo como director de orquesta. Las segundas son sugerentes cajas de Pandora, llenas de tempos y climas diversos, además de estructuras novedosas que demuestran la capacidad creativa del quinteto. Para bien del disco en general, esos segmentos son mayoría.
      Y que cueste rotular el estilo de esos nuevos tangos es una buena señal. Sobre todo porque abundan las ideas, los texturas y la expresividad. En ese sentido, lo que predomina es la pluralidad. Porque también es verdad que El Ingeniero e Inspiración, otros clásicos de antaño, lucen con matices que les dan un lustre particular.
      Un bandoneón (Adriano de Vita), un violín (Bruno Giuntini, de reciente incorporación), un contrabajo (a cargo de Pacha Mendes), un piano (en manos de Pablo Montanelli) y una guitarra eléctrica (pulsada por Vito Venturino) urden la trama de un trabajo exclusivamente instrumental, integrado por un total de 11 pistas.
      El Quinteto El Cachivache surgió en 2008, a partir de la iniciativa de dos músicos argentinos entonces radicados en España: los mentados Venturino y Montanelli. Hoy, además de dirigir la agrupación, son ellos quienes componen juntos temas como El blues de Wanda, Muerte dulce o Saavedra. En estos diez años, el quinteto protagonizó más de 800 shows y giras que lo llevaron a más de 50 países de tres continentes. Lo cual se compadece con la solidez del lenguaje musical, ecléctico, cambiante, rico en matices.
      Si no un lenguaje original (¿cuál podría serlo del todo?), este disco –el séptimo del grupo– revela un camino de búsqueda con unos cuantos hallazgos de mérito.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, portada del CD.

Publicado el 12-10-2018.