Agua de sol plasmó en un disco su propuesta de música infantil


La agrupación lanzó un CD debut que registra sus canciones, amigas de la naturaleza, la fantasía y lo sensorial. La edición se destaca tanto por lo sonoro como por lo gráfico.

      Las canciones de Agua de sol tienen un encanto particular. ¿Será por lo breve de muchas de ellas? Tal vez sea la sencillez de los versos, una sencillez que puede sonar naïf pero que también puede ser vista (mejor dicho, oída) como una invitación a percibir más allá, acaso cierto sentido poético de la naturaleza. En esa sensación grata para niños y adultos mucho tiene que ver la voz de María Sol Hermo, dulce, entera, oportuna.
      Pero el efecto general no sería tan eficaz si esos versos no lucieran en andas de las músicas originales que interpretan Ezequiel Walter (guitarras y coros), Julia Mezzano (bajo eléctrico, coros y percusión) y Luciano Gasparini (en amplia gama precusiva), más otros cinco músicos invitados y la propia Hermo en una de las pistas. En ese plano, claro, influyen mucho los arreglos y la ejecución de esas partes. Partes que hacen al todo, como siempre. Aunque con unas determinadas articulaciones. Se sabe: el arte siempre se reserva una cuota de misterio, indócil al análisis.
      Lo cierto es que los resultados están ahora plasmados en un flamante CD titulado En primavera. Elocuente título de un mundo muy sensorial, hasta algo psicodélico, en el que las nubes pueden tener colores inusuales (inclusive respecto de los arreboles del atardecer), los fenómenos meteorológicos están relacionados más allá de lo lógico y todo lo que ocurre (incluso la lluvia que tanto nos contraría en la ciudad) es motivo de celebración. Es que en las letras, en su mayoría escritas por Hermo, están los ciclos del agua, el clima en su inasible complejidad y el astro rey que todo lo habilita, como cumpliendo con las expectativas que puede generar el nombre de la banda.
      Justamente por esa apelación a lo visual, lo auditivo y lo táctil, este álbum reúne canciones que probablemente impacten más en chicos en edad del ciclo inicial (hasta los 5 años). Mal que nos pese, la fantasía, el juego y la amplitud de criterio se van reduciendo en las etapas posteriores. Y cuando los habilitamos, se reflejan en otras formas artísticas.
      Por lo demás, el disco no es uniforme. Trae deliciosas peculiaridades. Desde un juego fónico en la efímera Rulitos rojizos hasta timbres insospechados como el del chelo en Brisa naranja o el de la kalimba (instrumento típico de África) en Susurros. Pasando por ritmos cercanos, como el 6/8 de nuestra chacarera en Burbujas o la clave del candombe al final de Rema que rema. También reserva sabrosos sincretismos, como el de ciertas reminiscencias medievales con otras del NOA en Pajarito en mi ventana.
      Otra virtud que caracteriza a todo el disco es la calidad de sonido. Más allá de lo artístico –siempre esencial– suena muy bien en cuanto a lo técnico. Y no porque incluya grandes artificios de edición, sino por la nitidez de cada registro y el equilibrio general entre las voces y los diferentes instrumentos. Lo cual demuestra que desde una producción independiente también se pueden lograr esos altos estándares. De hecho, tal vez hoy más que nunca gracias a la democratización de ciertos recursos tecnológicos y el profesionalismo que alcanzaron estudios relativamente chicos, como el de Discos Artesanales El Bolsón, donde se realizó la grabación, mezcla y masterización de En primavera, bajo la responsabilidad de Martín Telechansky.
      El trabajo está marcado por la estética de la cantante. Fue ella misma quien escribió todas las letras (más allá de alguna colaboración que recibió en un par de pistas) y casi todas las músicas (también con alguna en co-autoría). Pero además fue la productora de la placa. Más allá del desafío que implica asumir tantos roles, es probable que esa presencia en diferentes instancias del proceso explique lo homogéneo que se ve y que se escucha el álbum.

Carlos Bevilacqua

En la imagen, portada del disco.

Publicado el 26-12-2018.